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PCR, serología y test rápido: las pruebas que pueden aplicarse a la COVID-19

Un joven del barrio de Mendillorri realizándose la prueba PCR

Raúl Rejón

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Todos los epidemiólogos coinciden en que la clave para controlar la pandemia de COVID-19 en esta fase en la que no hay confinamiento pasa por la estrategia de detección precoz de casos. Esta estrategia se basa en localizar a los sospechosos y diagnosticarlos muy rápido de manera que pueda rastrearse inmediatamente a sus contactos a los que, a su vez, hay que controlar, aislar y en su caso, diagnosticar. Y ese diagnóstico se realiza con tests de laboratorio. Así que, el control de la enfermedad puede resumirse en: detección y test.

Sin embargo hay varias pruebas de laboratorio relacionadas con la COVID-19. Y no todas sirven para lo mismo.

La PCR: para saber si estamos infectados y contagiamos

PCR se ha convertido ya en un término familiar. También se conoce como prueba diagnóstica o prueba molecular. Es el método recomendado para la identificación y confirmación de laboratorio de casos de COVID-19, dice el Ministerio de Sanidad, que prioriza su utilización frente a otras estrategias. Lo que hace esta técnica es rastrear el código genético del coronavirus SARSCov-2 (su ARN) en la personas. Detectarlo así indica que el patógeno está presente y activo, es decir, puede contagiar. Se busca en las vías de entrada habituales del virus: las muscosas de la nariz y la faringe. Por eso la muestra para llevar al laboratorio se toma mediante un hisopo que se introduce por la nariz o la garganta y luego se remueve dentro para impregnarlo de esa mucosa. Esa muestra es la que se analiza en busca de trazas de ARN.

“Esta prueba es muy precisa”, escribe en su guía la Agencia del Medicamento de EEUU. Con todo, puede ocurrir que un resultado sea negativo cuando sí hay virus en el organismo, pero todavía no ha comenzado su fase más activa o cualquier otra circunstancia. Por eso, Sanidad ha indicado que, ante una PCR negativa pero altas sospechas de contagio o sintomatología compatible con la COVID-19, debe repetirse esa prueba a las 48 horas por si, en ese periodo, el SARSCov-2 se ha hecho ya detectable.

Como deja claro el método para hacerse con una muestra, este test precisa de personal entrenado para hacerlo. Y luego un laboratorio con capacidad para analizarlo. Conseguir los resultados de una muestra es cuestión de unas horas o un día. Es diferente tratar con un volumen muy grande de muestras, que es lo que pide la estrategia de detección precoz. Por eso esa estrategia, que es la que deben estar aplicando las comunidades autónomas, indica que los servicios sanitarios autonómicos deben estar reforzados de manera que se consiga diagnosticar los casos sospechosos con su PCR en, como mucho, 48 horas. Mientras tanto el aislamiento impide la propagación de la enfermedad.

Con todo, para lo que no sirve una prueba PCR es para que, ante un resultado negativo, los testeados se consideren a salvo de la infección. La PCR, como ha indicado en varias ocasiones el director del Centro de Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, “nos muestra el momento presente”. Dicho de otra manera, según recibe una persona los resultados de la prueba puede, acto seguido, contagiarse en caso de no seguir las medidas profilácticas.

Serología para saber si hemos pasado la enfermedad

Esta prueba busca conocer si una persona ha superado una infección por SARSCov-2, si ha tenido la COVID-19, aunque fuera en versión asintomática. El test necesita una muestra de sangre porque trata de detectar los anticuerpos creados por el organismo para combatir la infección. Una vez el coronavirus comienza a extenderse por el cuerpo, el sistema inmune crea y envía estos anticuerpos para neutralizar el patógeno. Se le llama prueba de anticuerpos o serológica. Una persona con prueba positiva ha creado anticuerpos para este virus, es decir, ha luchado contra él. En definitiva, “muestra si usted ha sido infectado en el pasado”, como lo resume la FDA.

El sistema inmune humano es complejo. Utiliza diferentes moléculas y células. La pruebas más precisas son las denominadas ELISA y CLIA que son capaces de detectar los anticuerpos IgM, IgG e incluso IgA. Los IgM son los primeros anticuerpos que salen a intentar parar la infección. Por eso un paciente todavía activo puede tener estos anticuerpos. Los IgG son anticuerpos más específicos y, según los inmunólogos, ya indican que la infección se ha superado. Estas pruebas son las que ha utilizado el Instituto de Salud Carlos III en el estudio de seroprevalencia de la población española por el que se ha concluido que solo un 5% ha pasado la infección. En algunas comunidades autónomas como Madrid o provincias como Soria el porcentaje supera el 10%. La presencia de todos los anticuerpos otorga cierta inmunidad a los que tengan un test positivo, pero se desconoce la fuerza de esa inmunidad y cuánto puede durar en el tiempo.

Los test rápidos

Durante semanas se ha hablado de los test rápidos o de antígenos. Hubo polémica más que por la técnica en sí, por la escasa sensibilidad y fiabilidad de los kits que se compraron a toda prisa en medio del vorágine pandémica. Las pruebas de antígenos buscan las proteínas que crea en su cubierta el virus para adherirse a las células sanas. Si hay antígeno, hay SARSCov-2. Con las muestras de la nariz o la garganta se puede obtener el resultado en minutos. Esa rapidez es una de sus virtudes. Si la prueba es de calidad, un resultado positivo es considerado bastante fiable. De ahí que las pruebas rápidas sean una herramienta útil para aplicar a grupos específicos, como los trabajadores de una residencias de mayores, por ejemplo, siempre a la búsqueda de positivos para aislarlos. Sin embargo, no es tan precisa en caso de dar resultado negativo. Hay una buena probabilidad de que habiendo virus no detecte los antígenos y sea, al fin y al cabo, un falso positivo. Necesita una prueba molecular, es decir, una PCR, para descartar (o confirmar) la infección.

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