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Polémica en torno a La Lozana Andaluza

Susana Hidalgo / Elena Cabrera

Lozanía:

  1. En las plantas, vigor y frondosidad.
  2. En los hombres y animales, viveza y gallardía nacidas de su vigor y robustez.
  3. Orgullo, altivez.

por Susana Hidalgo

Lo reconozco: tengo un defecto de formación profesional. Después de haber escrito decenas de reportajes sobre mujeres explotadas sexualmente por las mafias no puedo ser imparcial con los artículos, las películas, los libros que tratan sobre la prostitución. Lo siento, pero me enervo cuando estas mujeres (me niego a llamarlas putas) son representadas con las mejillas rebosantes de colorete, orgullosas, altivas, lozanas. Como la Holly de Desayuno con Diamantes o Irma la Dulce, o uno de los grandes referentes (cursi y comercial, sí, pero referente) del cuento de la Cenicienta moderna: Pretty Woman. Manet también pintó a la Nana de Emile Zola con el pelo rojo, los labios pintados, ruborizada y a punto de empolvarse la cara frente al espejo.

Hago esta declaración de principios para confesar que me he enervado leyendo el artículo de Antonio Orejudo titulado “La lozana andaluza o las putas también merecen un fondo de pensiones”. Con el titular ya colapsé: ¿Lozanas y putas?

No hay debate que haya dividido más al feminismo que la prostitución. Al final siempre hay dos bandos: los defensores y defensoras de la prostitución, que en el fondo piensan que las activistas que están en contra son unas estrechas y que acuden a esa máxima de “que cada uno haga con su cuerpo lo que quiera”. Y las abolicionistas, que castrarían si pudiesen a los clientes, sin piedad, y que ven en cualquier atisbo de apoyar la legalización de la prostitución una ofensiva machista auspiciada por el falo opresor.

Parodias aparte, claro que hay mujeres que son prostitutas porque quieren, pero son pocas, normalmente chicas que ganan muchísimo dinero y que suelen ejercer en sus propias casas sin ninguna presión. Cuando yo me enervo por eso de lozanas y putas no es por ellas, si no a las que han venido a España desde su país coaccionadas, que trabajan 20 horas al día dando servicios y no ven ni un euro porque todo va a pagar la deuda que han contraído con la mafia.

¿Cumple la prostitución una función social? ¿Ellas están contentas de dar placer? Yo no lo creo, pero seguro que estas preguntas sirven para acallar conciencias, para que los clientes de la prostitución se perpetúen en esa idea de que a ellas, en el fondo les gusta, que si hacen esto es porque quieren. El texto de Antonio Orejudo se pregunta si la prostitución tiene algo de repugnante. Prostitución traducida como sexo, no. Prostitución como mafiosos que comercian con mujeres y las obligan a mantener relaciones sexuales a cambio de dinero sí, tiene mucho de repugnante.

Un artefacto en la zona oscura

por Elena Cabrera

Dentro de una novela, estamos en un programa de televisión con formato debate. Cuatro invitados abordan un tema de actualidad, el de las Putas Asesinas, con mayúsculas pues se trata de una organización. El moderador pregunta “¿creen ustedes que debería ser legalizada la prostitución?”. Levantamos la vista del libro y colocamos el dedo entre las páginas, para no perder el hilo. Una idea molesta nos ha sacado de la ficción y se pone a dar saltitos en la cabeza, como una aplicación que descansa en segundo plano en la ventana de nuestro ordenador y que necesita una respuesta. Damos a la tecla y cambiamos de ventana, la cual nos preguntan por qué tenemos que leer una novela para llegar hasta esa pregunta en un debate en la televisión. Por qué no podemos darle al mando a distancia y escuchar a una periodista plantear tan serenamente esa pregunta.

Parece que el icono ha dejado de latir y podemos volver a la lectura. “Bueno, no sé si estoy capacitado para opinar sobre semejante asunto, le carraspero”, ha tomado la palabra un anciano profesor, la opinión del experto académico. “En todo caso creo que, aún tratándose de una actividad que de alguna manera acusa a toda sociedad que crea las condiciones y permite su existencia, pienso que la situación actual de alegalidad o no ilegalidad lo que hace es precisamente perjudicar a las propias víctimas, que son las mujeres que se ven obligadas a ejercer la prostitución”.

Pasamos la página. En el siguiente párrafo interviene una periodista que opina que “habría que dar una cobertura legal a las mujeres que deciden dedicarse a ese oficio, y que tuvieran acceso a la seguridad social, por ejemplo”. Otra vez hay un icono que parpadea y en este caso tiene forma de hipervínculo. Apartamos un momento el libro, una edición del año 2008 de Una puta recorre Europa, escrito por Alberto Lema y publicado por Caballo de Troya, y abrimos el navegador. El lunes 19 de noviembre, por la tarde, Antonio Orejudo participó del Diario Kafka, en estas mismas páginas, con su artículo La Lozana Andaluza o las putas también merecen un fondo de pensiones. Un titular que parece coincidir con el argumentario de otra periodista, aunque sea ficcionada, que en las páginas del libro de Lema señala que “lo que no podemos hacer es mirar hacia otro lado y dejarlo pasar”. Unas páginas atrás (o unos minutos antes dentro del debate televisivo, antes de la pausa para la publicidad), este personaje ha discutido con el experto y anciano sociólogo. Dijo él que “la prostitución, como recuerda la sabiduría popular, es tan antigua como la humanidad. En diversas formas y caras, tenemos testimonio de su existencia en las civilizaciones más antiguas” y es así cuando otra invitada, una doctora en filosofía, le interrumpe para añadir “todas patriarcales”. “ Hetairas, sibilas, queridas, damas de la corte, brujas o magas, con diversos semblantes y términos el fenómeno subsiste incluso en nuestros días, cuando, con el auge del feminismo, su existencia comienza a revisarse y replantearse”, arguye el sociólogo. Parece que el realizador de este intenso show ha estado pinchando la cara de la filósofa feminista, que se mordía un labio rabiando por discutirle al emérito. “Que sea una institución tan antigua desde luego no le otorga ningún tipo de validez moral” dice ella, que unas líneas más abajo recuerda que la esclavitud también es una institución antigua que sí nos hemos ocupado, más o menos, en abolir; para la filósofa, la prostitución es “una forma de esclavitud que aún subsiste”. Al final del programa esta doctora alegará que las mujeres no deciden de manera libre dedicarse a la prostitución, que no es como ser médico o futbolista, sino que es “una situación impuesta por razones que tienen su raíz en lo más profundo de la sociedad capitalista y patriarcal en la que vivimos”.

Apuntando con el dedo

Patriarcal es una palabra que no escuchamos mucho en televisión. Y ahora hemos vuelto a cerrar el libro y lo dejamos encima de la mesa. No encendemos la tele. No cambiamos de ventana. Estamos dentro de un artículo publicado en Diario Kafka en Eldiario.es que está dejando de ser la reseña de un libro (o un apoyo literario para abrir un debate) y está mutando hacia otro género que se adentra con pasos críticos en el terreno de la opinión. Patriarcal es una palabra que no escuchamos mucho en la televisión porque a los televidentes se les zumban los baudios con facilidad y cambian de canal cuando no entienden algo. Por tanto, para señalar el patriarcado, tenemos que encender los libros en lugar de los televisores.

El periodista, obrero de herramientas limitadas sujeto siempre a la cita de los otros, enciende aquellos artefactos que le convienen a su discurso. Antonio Orejudo eligió encender La Lozana Andaluza, una obra del Renacimiento español “muy clarísima” como decía la versión extendida de su título, o “muy cruda” como escribe el autor del artículo, novelista, profesor de literatura, colaborador de medios. Antonio Orejudo escoge la obra de Francisco Delicado y en este artículo elijo para mis menesteres la de Alberto Lema porque prefiero hacer una lectura de la visibilización de la regulación de la prostitución a la luz de una obra literaria que, no por ser más moderna en el tiempo, duerme igual de escondida. La Lozana es una defensa de la prostitución y una exigencia de las meretrices como trabajadoras. Una puta recorre Europa es una obra en la que se debate, se discute, se plantean opciones y soluciones que cohabitan en el mismo texto con el terrorismo y la sangre y la venganza porque existen zona oscuras en las que debemos entrar. En un lugar de una defensa de nada, propongo hacer estallar un artefacto que es una ofensa de todo. Un artefacto dentro del cual se puede pensar desde diferentes puntos de vista e incluso desde la contradicción. Un artefacto en la zona oscura dentro del cual, mientras se piensa, se escucha el tic-tac-tic-tac de un reloj que avanza.

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