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Fuga de cerebros a manguerazo limpio

Juan Manuel Gil

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A la señora Angela Merkel, una de las cosas que más le preocupa de Europa es el excesivo paro juvenil de España. Asegura que es una de las razones por las que se debe continuar en la senda reformista que ella misma ha comandado desde el origen de esta crisis financiera. Aquí, mientras tanto, es raro el día que no se habla de la desmedida y hemorrágica fuga de cerebros. Bien por la falta de trabajo, bien por una financiación anémica de nuevos proyectos, los jóvenes se ven en la necesidad de asumir el destierro laboral como lucecita que titila en el horizonte.

¿Pero todo esto es consecuencia de los tiempos que corren? ¿Es algo inherente al desastre económico que padecemos? Parece ser que esta crisis lo que ha hecho es desenmascarar y agudizar una realidad endémica de este país. Vamos, que aquí inventas el libro electrónico y poco menos que te llaman lunático. Pues ojo ahí, porque podría haber sucedido.

Según informa Europa Press, allá por el año 1949, una leonesa llamada Ángela Ruiz (1895-1975), ideó una cosa extrañísima que bautizó con el nombre de La Enciclopedia Mecánica. Al parecer, se colocaban los libros en un juego de cilindros y, mediante un sistema mecánico de aire a presión, irían pasando los temas hasta que el lector decidiera detenerse en uno.

Quizá una de las cosas que más llama la atención del asunto es buena parte del razonamiento por el que Ángela Ruiz siente la necesidad de inventar La Enciclopedia Mecánica: “Puede estar sobre una mesa (como los libros actuales) o perpendicular, facilitando comodidad al lector, evitando con ello gran número de esfuerzos intelectuales y físicos. Todas las piezas son recambiables. Cerrado, queda del tamaño de un libro corriente y de facilísimo manejo. Para autores y editores el coste de sus obras se aminora considerablemente, por no necesitar ni pasta ni encuadernado y queda impresa de una tirada, o cada una de sus parte (si consta de varias), resultando este procedimiento un bien general”.

Repito y resumo. Es del tamaño de un libro corriente, fácil de manejar, abarata el encuadernado y es beneficioso tanto para el escritor como para el editor. ¿Estamos hablando del primer libro electrónico? Puede. Pero como ya sospecharán, no se llegó a comercializar en España. La falta de financiación llevó al traste el proyecto de esta leonesa que, aun así, se cuidó mucho de registrar la patente (número 190.698) y de construir un primer original en el Parque de Artillería de Ferrol. Otro gallo le habría cantado en otras latitudes. Seguro. La pregunta que nos hacemos ahora es: ¿cuántos proyectos de innovación e investigación son inviables actualmente en España? La cifra exacta la desconocemos. Las consecuencias no.

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