El color musical de Mali
En la semana en la que Mali se abre en canal ante una guerra, el periódico británico The Guardian ha rescatado uno de esos bellos aspectos que forman parte del paisaje de este país más allá de las bombas y la sangre: la música. Como se afirma en el reportaje de este diario, la idiosincrasia maliense no puede ser entendida sin su ritmo: “Forma parte del país mucho más que en cualquier otro país del mundo, es una fuerza política, cultural y social”. Y lo peor es que debido a los fundamentalismos religiosos, ahora se ha prohibido en buena parte de su vasto desierto.
Hace unos días, el Festival Glastonbury, que se celebra en junio, anunció que en su edición de 2013 contará con la cantante maliense Rokia Traoré, cuya música se encuentra entre las damnificadas por los extremistas. Según afirmó el coorganizador de este festival, Emily Eavis, “dada la situación actual en Mali es particularmente importante mostrar algo de solidaridad con el país”.
Pero no sólo es Traoré la que marca el ritmo en su país. Muchos otros artistas y músicos se han convertido en los últimos años en una fuerte influencia dentro del espectro musical occidental. Así lo reconocen grupos como Massive Attack, para quienes Amadou Bagayoko y su canción C’est ne pas bon, “es la más relevante sobre lo que está ocurriendo ahora mismo”; también Nick Gold, productor de Buena Vista Social Club, recomienda a Oumou Sangare y su disco debut Moussolou (“Mujeres”), “una combinación de violín, guitarra acústica y extraños instrumentos” que resuenan con un insistente pulso funky; por su parte, David Harrington, de Kronos Quartet, apuesta por las Mandé variations, de Toumani Diabaté, con ecos de las Variaciones Goldberg.
Unos años atrás, Damon Albarn, cantante de Blur, lanzó el álbum Mali Music en el que recogía los ritmos de los músicos de Bamako. Y ahora que resuenan las bombas no está de más recordar que cuando la sangre brota, se lleva por delante vidas y toda una cultura. Veremos si alguien se da cuenta de eso.
