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Todo el mundo habla de Walt

Paula Corroto/DK

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Ganó una treintena de óscares. Se convirtió en el creador de un mundo de ensueño. Adaptó y seleccionó algunos de los cuentos de los hermanos Grimm y de Andersen convirtiéndolos en fábulas edulcoradas donde no quedaban resquicios de sangre, sudor o lágrimas. Fabricó a Mickey Mouse y a toda la troupe. Y luego nos dijeron que cuando murió hizo que le crionizaran, que le metieran en una cámara frigorífica y que ya despertaría años o siglos después.

Este era Walt Disney. O este era más bien el mito. La ópera El americano perfecto, de Philip Glass, que se ha estrenado esta semana en el Teatro Real de Madrid y que ha encabezado todas las secciones culturales de los últimos días, echa por tierra la imagen de este americano hecho a sí mismo. Ni esto va de “Blancanieves” ni de “Cenicientas”.

La ópera está basada en el libro homónimo de Peter Stephan Jungk (EEUU, 1952), publicado originariamente en 2001 (Der König von Amerika, Klett Cotta Verlag) y que hace algunas semanas llegó a las librerías españolas de la mano de la editorial Turner. Este autor, que durante años vivió en Viena (1957-1968) y en el Berlín Oeste (1968-1970), ya había escrito con anterioridad otras biografías como la de Franz Werfel.

Sin embargo, su libro sobre Disney es el que le puso en el disparadero mediático. Para la documentación contó con Wilhelm Dantine, ilustrador que trabajó a las órdenes del afamado Walt (creó a Chip y Chop, por ejemplo) y que fue despedido en los años cincuenta. Desde entonces, no se cortó en contar las lindezas de su jefe. Entre ellas, que era un antisemita, un racista y un anticomunista. Dantine se despachó a gusto entrando en cuestiones personales como la infidelidad de Disney con su masajista Hazel George. Si se trataba de disparar, que fuera a todos los frentes.

La ópera del Real ha obtenido un buen recibimiento por la crítica. Todo el mundo habla de Walt (a pesar, sí, de esa columnista ficticia llama Amy Martin). El libro también lo obtuvo, pero queda un atisbo de cierta nostalgia. Bendita infancia.

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