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Otra de policías y ladrones

Juan Manuel Gil

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El mercado de la obras de arte es proporcional al mercado de la ficción. Documentales, series, películas y novelas inyectan sus trompetas mosquiteras en el sofisticado, exclusivo y milimétrico mundo de los coleccionistas, los museos, las casas de subasta y los estafadores. Todo fluye en perfecta armonía como si se pudiera explicar y resumir en una especie de Teoría Gaia del arte. Basta con rastrear, por un lado, en la sección de sucesos de los periódicos, y por otro, en los catálogos de editoriales y productoras. Ficción y arte se retroalimentan. Hace unos años, sin ir más lejos, el pintor sevillano Ramón David Morales expuso una serie de cuadros en los que había capturado, casi como si ejerciera de cámara de vigilancia, el famoso robo de El Grito de Munch. La serie se titulaba “Nadie me puede robar El Grito de Munch porque lo tengo en la cabeza”.

En estos días, la realidad vuelve a cebar la ficción. La policía rumana ha detenido a tres ladrones que, presuntamente, habían robado piezas de arte por valor de cientos de millones de euros, en el caso de que hubieran alcanzado un hueco en el mercado. Las obras que delicadamente habían sustraído en el Kunsthal Museum de Rotterdam estaban firmadas por viejos conocidos: Picasso, Freud, Matisse y Monet. Algunas de ellas, como no podía ser de otra forma, le habrían retorcido el colmillo al coleccionista más pintado: La cabeza de arlequín, de Picasso, o Liseuse en Blanc, de Matisse.

Como en muchos de los robos anteriores, se ciñeron a los parámetros básicos del género negro: 1) accedieron a las salas del museo por la noche; 2) desactivaron con fina pericia la alarma de última generación; 3) cuando acudió la policía allí no quedaba ni El Tato; 4) se han coordinado los departamentos de Crimen Organizado de Holanda y Rumanía; y 5) les han echado el guante después de una ejemplar investigación.

Lo que desconocemos hasta el momento es si entre algunos de los ladrones existía una complicada relación amorosa, si el cabecilla de la operación tenía decidido engañar a sus secuaces en el último momento, si el robo era más una cuestión de romanticismo que de dinero fresco, o si todo este entramado no deja de ser la punta de un iceberg que nos lleva a Suiza, a Luxemburgo o las Islas Caimán. Para conocer todos estos detalles tendremos que esperar a que llegue a la gran pantalla o a su librería de confianza. Es cuestión de tiempo.

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