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El viejo final de El Resplandor

Juan Manuel Gil/DK

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A nadie le sorprende cuando alguien define a Stanley Kubrick como un director obsesivo con la obsesión. Así lo retratan los documentales, los libros y su propia filmografía. Que si hizo llorar a tal actriz, que si expulsó del rodaje a no sé quién, que si repitió una escena no sé cuántas veces. Literatura codiciada por la mayoría de cinéfilos. Estar en posesión de una anécdota de esta índole, desconocida para el resto, es tener una bala de plata en la recámara.

Así lo ha debido de entender Lee Unkrich, director de Toy Story 3 y abnegado amante de El Resplandor, que ha dado con la aguja que muchos buscaban en el pajar. En 1980, diez días después de que esta película se estrenara en Estados Unidos, Stanley Kubrick se apoderó de todas las copias que se habían hecho y volvió a meterla en montaje. Concretamente suprimió los dos minutos finales. Lee Unkrich, conocedor de este episodio, se ha afanado en buscar información sobre esa oscura decisión y ha dado con el fragmento del guión que detalla lo que ocurre en esos 120 segundos.

Dispares fueron las opiniones sobre la decisión que tomó Kubrick casi en la prórroga. Los pocos que tuvieron la oportunidad de verla oscilaron entre la brillante decisión de un genio y una amputación injustificada. En este último grupo estaba la protagonista de la cinta, Shelley Duvall, que lo tenía muy claro: cometió una equivocación “porque explicaba algunas cosas que quedan oscuras para el público, como la importancia de la pelota amarilla y el papel que el director del hotel desempeña en la intriga. Wendy estaba en el hospital con su hijo. El director la visitaba, se excusaba por lo que había sucedido y le proponía que fuera a vivir a su casa. Ella no respondía ni que sí ni que no. Entonces él se iba al vestíbulo del hospital y pasaba delante de Danny, que estaba en el suelo con unos juguetes. Al llegar cerca de la salida se detenía y decía ‘Lo olvidaba, tengo una cosa para ti’. Y sacaba del bolsillo la pelota amarilla que las gemelas habían lanzado a Danny. Botaba dos veces (rodamos toda una jornada para que el bote fuera correcto), Danny la atrapaba, la miraba, después con asombro al director del hotel y se daba cuenta de que durante toda la historia éste se hallaba al corriente de todo el misterio del lugar. Había una vertiente hitchcockiana en esta resolución y es sabido que a Kubrick le gusta mucho Hitchcock”.

Ahora tendremos oportunidad de comprobarlo. Al menos de reconstruirla en nuestra mente. Apunten esto: no me extrañaría que apareciera una copia de los rollos que él mismo se encargó de destruir.

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