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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Del guateque al altar

Azahara Alonso

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No se llama “Gensanta” pero es la flaca de los dibujos de Antonio Fraguas, Forges. Se lo permite, seguramente, porque lleva junto a él casi medio siglo. Es Pilar Garrido, maestra, escritora y mujer del dibujante, con el que ahora publica Del guateque al altar (Planeta), “la larga carrera de novio formal”, como él lo resume.

Se trata de un libro en el que han puesto en común sus experiencias y anécdotas vividas como jóvenes en la etapa de la España franquista. Por aquel entonces ligar no era tan fácil como puede resultar hoy en día, cuando los medios con los que contamos para comunicarnos se multiplican cada año. En aquella época disponían de la calle, el cine y el guateque, y todo ello bastante limitado por la mirada del cura y el ten con ten que ya se recomendaba en La Regenta, porque todo era pecado y había que hacerse de rogar.

Los guateques de entonces poco tenían que ver con la fiesta homónima de Peter Sellers, mucho más desenvuelta y libre de generaciones mayores salvaguardando el honor de las muchachas. En los cincuenta y sesenta españoles había aperitivos, música (Garrido y Forges destacan el momento Only you de The Platters) y mucho baile recatado. Si uno lograba superar las distancias que imponían los codos de las señoritas y la supervisión de los esbirros de la Santa Madre Iglesia, alcanzaba el estatus de novio formal. De ahí al altar, y luego ya sabemos cómo se sucedían los acontecimientos.

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