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Turbulencias en la editorial Suhrkamp

Fernando Aramburu

Va para largos años que Suhrkamp Verlag es uno de los sellos editoriales de mayor prestigio en el área de la lengua alemana. Peter Suhrkamp lo fundó en tiempos duros para la libertad de expresión, durante la época de apogeo nazi; pero su verdadero impulsor y quien haría de ella una de las editoriales de mayor prestigio en Europa fue, a partir de 1959, Sigfried Unseld.

Suhrkamp es la editorial de Bertolt Brecht, de Hermann Hesse, de Adorno, de Thomas Bernhard, de Walter Benjamin o de Hans Magnus Enzensberger, entre otros. Este último, por cierto, acaba de anunciar públicamente que se desvincula de la editorial. No es el primero que, desencantado, toma esta decisión. Lo precedió Martin Walser en 2004.

La lista de nombres célebres que integran el catálogo de Suhrkamp es enorme. No falta en él una nutrida representación del boom latinoamericano, de autores españoles (Cunqueiro, Rodoreda, Semprún, Cabré) o internacionales de ayer, de hoy y de siempre (Proust, Joyce, Hrabal, Lem), por citar unos cuantos.

Suhrkamp ha tenido asimismo buen ojo para captar escritores noveles. Siegfried Unseld definió su criterio editorial con una afirmación que suele mencionarse a menudo: “Aquí no publicamos libros, sino autores”. La consecuencia de dicha estrategia ha sido hasta tiempos recientes una sostenida historia de lealtad, estímulo a la escritura y trato atento al escritor, y no era raro que los autores de la casa manifestasen en público su identificación plena con ella.

Pero, como se sabe, una editorial no es exactamente un centro de acogida de literatos, sino una empresa que se debe a sus negocios y sigue, por tanto, unas pautas comerciales decididas por sus máximos responsables. Y es por el flanco de la administración y del mando por donde se le amontonan de un tiempo a esta parte a Suhrkamp Verlag los problemas y los pleitos que podrían suponer en cualquier momento, según rumores, la cancelación de sus actividades.

Los líos comenzaron a raíz del fallecimiento del carismático Siegfried Unseld en 2002. Se produce entonces en los puestos cercanos a la dirección una disputa por tomar las riendas de la editorial. La primera mano, por así decir, se la gana la viuda del difunto editor, la escritora Ulla Unseld-Berkéwicz, al director gerente nombrado años atrás por su marido. En el curso de la primera década del siglo XXI, la editorial entra en números rojos. Comienzan los abandonos, las rivalidades internas y las demandas judiciales. A algunos les resultan irritantes las formas autoritarias de la nueva jefa. En 2007 abandona la editorial, después de treinta y cinco años de trabajo, la hispanista Mechthild Strausfeld, responsable principal de la incorporación al catálogo de Suhrkamp de autores de lengua española y portuguesa.

La situación se deteriora sensiblemente en 2009, después que Joachim Unseld, el hijo de Siegfried Unseld, vendiera sus acciones, una parte de las cuales es adquirida por la fundación familiar, que preside su madastra, y otra por una sociedad inversora. Con el tiempo dicha sociedad, encabezada por un ambicioso hombre de negocios, Hans Barlach, se hace con un 39% de participaciones de la editorial. En los puestos de decisión de Suhrkamp se topan una leona y un tigre. Ulla Unseld-Berkéwicz trata en vano de impedir por vías judiciales la incorporación de su oponente a puestos directivos de la editorial. Una y otro se enzarzan en una esgrima de demandas y contrademandas que todavía dura.

Barlach reclama una cantidad considerable de dinero a Ulla Unseld-Berkéwicz por haber alquilado durante años a la editorial locales de su propiedad. Afirma sin tapujos que la vuelta a las ganancias es cuestión de despachar a la actual directora, a la que acusa de servirse de Suhrkamp para promocionarse. Hay quien imputa a Barlach un intento de destruir una institución cultural de raigambre para convertirla en un simple y frío negocio, y algunos autores de la casa ya han anunciado su deseo de publicar en el futuro en otras editoriales. Entetanto, el caso Suhrkamp está ahora mismo pendiente de varias sentencias en diversos juzgados de Alemania, sin que hayan fructificado hasta la fecha ninguno de los intentos por mediar entre las partes enfrentadas.

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