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“Seguimos aquí”: la lucha de las mujeres sirias

Hala, unas de las diecisiete mujeres sirias entrevistadas por Human Rights Watch

Leila Nachawati

“Seguimos aquí” es el título del último informe publicado por Human Rights Watch (HRW) sobre la situación de las mujeres sirias, más de tres años después del inicio del levantamiento popular de 2011. En una situación de guerra abierta que se ha cobrado la vida de más de 160.000 personas y ha provocado la mayor catástrofe humanitaria de los últimos años, resulta más importante que nunca reivindicar el papel de las mujeres como agentes de construcción de la paz en el futuro del país.

El informe de HRW sigue la trayectoria de 17 mujeres que han sufrido la brutalidad del régimen o de grupos extremistas como el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS), en ocasiones de ambos, y que residen hoy en Turquía.

Mujeres como Maha, profesora de 28 años que daba clases en un colegio de Alepo cuando las protestas comenzaron en marzo de 2011. Maha se fue implicando gradualmente en el movimiento de resistencia civil, a medida que iba ganando fuerza por todo el país. Acababa de casarse cuando un bombardeo del régimen acabó con la vida de su marido, en una protesta en la que ambos participaban. Se convirtió en viuda con 26 años.

Layal, de 21 años, trabajaba atendiendo heridos en Homs cuando fue detenida por fuerzas del régimen, torturada y violada, según su propio testimonio. Hoy continúa enfrentándose a los fantasmas que le ha dejado su paso por las celdas del régimen.

“Las mujeres sirias no son meras víctimas pasivas”

La realidad de Maha y Layal, a la vez agentes de cambio y víctimas de la represión, puede considerarse representativa de la de las mujeres sirias.

“Las mujeres han sufrido cada práctica de brutalidad del conflicto sirio, pero no son meras víctimas pasivas”, afirma Liesl Gerntholtz, de Human Rights Watch. “Asumen responsabilidades que no dejan de aumentar, ya sea por elección o por las circunstancias, y no deberían pagarlo con intimidación, arrestos, abusos o tortura.”

Las mujeres han estado en la vanguardia de la resistencia pacífica contra el régimen desde sus inicios, y también contra grupos extremistas que, como ISIS, buscan aprovechar el vacío de poder en las zonas liberadas para imponer su propia forma de tiranía. Buena muestra de ello la dan las hermanas Saleh, detenida una de ellas en Damasco por manifestarse contra el régimen, y la otra en Alepo, por protestar contra ISIS. Maisa y Samar encarnan la resistencia contra las diversas de formas de tiranía que se multiplican en el interior del país y que se ceban en los agentes de construcción de la paz.

La activista Souad Nofal es también representativa de las múltiples facetas de esta lucha. Nacida en Raqqa, esta maestra conocida durante el asedio del régimen por su implicación en las protestas anti-gubernamentales, es hoy uno de los símbolos de la lucha contra ISIS. “La partisana de Raqqa”, como se refería a ella el bloguero Yassin Swehat, recorre, a menudo sola, las calles de su ciudad con sus carteles, en los que puede leerse, en clara referencia al grupo extremista que hoy se extiende por Siria y por Irak:

“La revolución la comenzó gente honrada, y hay ladrones que la están robando”, y “Menos hablar de religión y más mostrarnos vuestra religión con decencia, compasión y buenas obras.”

“Souad Nofal no es una activista de ONG occidental, ni una siria cosmopolita en la diáspora, ni siquiera una bloguera”, explica Swehat. Y añade:

“Esta maestra de escuela, que habla con un marcado acento local, y que lleva un pañuelo cubriéndole la cabeza o una abaya, es una más de la inmensa mayoría de mujeres de su edad en esta ciudad pequeña, marginal, de carácter rural y economía agraria, de costumbres tribales y conservadoras. Esto no desmerece a activistas, ni a sirios en la diáspora, ni a blogueras, sino que es un ejemplo de la vitalidad potencial en la gente de estas zonas, gente a quien a menudo, de manera altiva y paternalista, se les considera una masa gris y silenciosa.”

Cuando reclamaban reformas

“La batalla por la liberación de las mujeres sirias tiene múltiples facetas”, asegura la activista Razan Ghazzawi, en un ensayo en que hace un recorrido por su papel y su implicación desde el inicio de las protestas. “Activistas de todos los entornos, cubiertas y descubiertas, convencionales y liberales, trabajaron mano a mano con sus compañeros desde el inicio, en la organización de protestas, producción de carteles y banderas, en el ámbito médico y humanitario, en el tecnológico y de comunicaciones.” También en el de documentación de violaciones de los derechos humanos, con la abogada Razan Zaitouneh a la cabeza.

Fue de hecho una mujer perteneciente a la minoría drusa, Muntaha al-Atrash, la primera persona que se atrevió a reclamar públicamente a Asad que dejase el poder, en una entrevista con Al-Sharq al-Awsat. En aquellas protestas iniciales y hasta que se recrudeció la represión gubernamental, los manifestantes pedían únicamente reformas, no la caída del régimen. Fue también una mujer, Marwa Ghamia, apodada “la leyenda de la libertad” una de las primeras personas arrestadas por pedir públicamente libertad, en la manifestación del 15 de marzo de 2011 en Damasco.

Desde entonces, desde las Mujeres Libres de Darayya, hasta las jóvenes de al-Tall, las sirias no han dejado de romper barreras en su propio país, compartiendo proceso revolucionario con sus compañeros, y reclamando a la vez la igualdad como requisito en la construcción de ese proceso.

En ocasiones con enormes dificultades y contradicciones, en un entorno en el que los extremismos crecen alimentados por el clima de caos e impunidad, como explicaban tres conocidas activistas al portal SyriaUntold.

Desde el activismo civil inicial hasta el frente revolucionario armado, pasando por la agrupación Mujeres Sirias por la Intifada Siria (SANAD), la implicación de las mujeres no ha cesado. Una implicación que, según Ghazzawi, fue inclusiva al abarcar tanto a mujeres del entorno rural, núcleos obreros urbanos, y de posiciones acomodadas y de clase media alta.

La actividad de estas mujeres no rompe solo barreras en su propio entorno. También desafía las visiones y roles preconcebidos que les asignan desde el exterior narraciones reduccionistas de lo que ocurre en el país. Con la cobertura internacional centrada casi exclusivamente en los aspectos militares, geopolíticos y, cada vez más, identitarios y sectarios, se obvian los relacionados con la resistencia pacífica, la construcción civil sobre el terreno, y la participación activa de las mujeres.

Retratadas casi exclusivamente como víctimas, las mujeres sirias son privadas de la agencia que las ha caracterizado y que mantienen en su trabajo de construcción de sociedad civil, tanto en el interior del país como allá donde se agrupan sirios refugiados o expatriados. En palabras de Maha:

“En las noticias [sobre Siria] sólo se ve sangre y destrucción. No se ve lo que hay tras esa violencia, los grupos de civiles que realizan un trabajo pacífico. Seguimos aquí.”

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