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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

“Toda Gaza huele a muerte”

Duelo familiar por la muerte de uno de los niños muertos en un ataque israelí sobre una playa de Gaza el 16 de julio. Foto: Ezz Al-Zanoun/ZUMA Press

Bostjan Videmsek (DELO)

Gaza es un trozo de infierno en la Tierra. Y está empeorando cada día. El castigado enclave palestino nunca ha sufrido un bombardeo tan intenso en toda su historia. Desde el comienzo de la ofensiva por tierra del Ejército israelí el jueves, incluso los sitios más remotos de uno de los lugares más densamente poblados del mundo se han convertido en una zona de guerra.

580 muertos. 3.600 heridos. Un 80% de bajas civiles. Los números crecen a gran velocidad. La ONU dice que el 43% de Gaza se ve afectado por “avisos de evacuación” o declarados “zonas prohibidas” por Israel. En los últimos cuatro días, el número de los que buscan refugio en las escuelas gestionadas por la ONU ha subido un 400%. Pero incluso la ONU se está quedando sin suministros.

Los hospitales están llenos y en un estado de caos. Los médicos y el resto del personal sanitario se encuentran al límite de sus fuerzas después de trabajar en condiciones terribles las 24 horas en las últimas dos semanas. Faltan los medicamentos. El viejo equipamiento sanitario se cae a trozos, por no mencionar los cortes eléctricos y la falta de agua potable. No queda más sitio en las morgues. Hasta los cadáveres tienen una 'lista de espera', por lo que pueden encontrarse en cualquier sitio. Descomponiéndose bajo un sol de justicia.

Como decía ayer uno de mis amigos de Gaza, “toda Gaza huele a muerte”.

La gente huye presa del pánico en todas las direcciones. El cielo arde. Misiles y bombas caen constantemente sobre gente que ha vivido bajo el bloqueo israelí en los últimos siete años, y que ahora sufre la tercera campaña de bombardeos en estos seis años. Creían que habían visto lo peor, pero lo peor siempre está por llegar.

La mayoría de la gente que se vio obligada a huir de sus casas no tiene un sitio al que volver. Sus casas fueron destruidas, o lo serán, por la Fuerza Aérea israelí, los tanques, la Armada o los bulldozers de infantería. Lo mismo se puede decir de los campos de cultivo, las tiendas o las pequeñas fábricas. Toda una forma de sustento material ha sido demolida.

Los médicos, locales y extranjeros piden..., reclaman a voces ayuda humanitaria. Pero no llega ninguna. Incluso durante la llamada “tregua humanitaria”, no llegó ayuda. El suministro de comida, combustible y agua embotellada se está acabando rápido. También en 'tiempo de paz', Gaza era como una catástrofe humanitaria. Habría que buscar una palabra nueva para describir la situación actual.

Más de 100.000 personas desplazadas después, ya no quedan sitios a los que huir. Las bombas israelíes golpean todo y a todos. El lunes, tanques israelíes atacaron el hospital Al Aqsa en Deir al-Balah. Los médicos dijeron que los proyectiles impactaron la recepción, la zona de cuidados intensivos y los quirófanos. La mayoría de los heridos eran médicos, según fuentes palestinas.

“Los que sufren más son los niños que necesitan de forma urgente ayuda psicológica”, dijo el lunes el portavoz de la ONU en Gaza Chris Gunness.

Al poco de comenzar la ofensiva por tierra, no había ninguna duda de que esta guerra duraría al menos un par de semanas y que la tragedia era inevitable. Pero ya no hay una guerra por parte de un solo lado. Hamás y otros grupos radicales palestinos están luchando duro. Están en su terreno. Es la clase de guerra que les favorece. Combates urbanos sin plan B. Cuando disparaban desde el aire y el mar, los israelíes tenían un dominio completo y no sufrían bajas. Sobre el terreno, todo cambia. Sólo el domingo, 13 soldados de una sola brigada, la Golani, murieron en uno de los mayores combates entre israelíes y palestinos de los últimos 20 años. Shayahía, en la zona oriental de Ciudad de Gaza, fue el escenario de una terrible masacre en la que más de 60 civiles palestinos murieron y una gran parte de esa pequeña localidad quedó completamente destruida.

Resulta difícil saber por qué los generales israelíes ha decidido entrar con las fuerzas de infantería y luchar directamente contra un adversario motivado que lucha por su propia supervivencia. Física y política. Ese fue uno de los mayores errores que cometieron en el sur de Líbano en el verano de 2006, hasta que se vieron forzados a abandonarlo. Derrotados política y militarmente. Lo mismo ocurrió en diciembre de 2008 y enero de 2009 en la operación Plomo Fundido, que hizo más fuerte a Hamás y convirtió en más intolerable la vida a la gente de Gaza. A pesar de que la sociedad israelí no se toma a la ligera el creciente número de bajas propias, el primer ministro, Binyamín Netanyahu, está intensificando los ataques. “La operación Límite Protector durará hasta que se cumplan nuestros objetivos”, dijo el lunes Netanyahu.

¿Pero cuáles son los auténticos objetivos israelíes en Gaza? ¿Destruir a Hamás? No es muy probable. Israel necesita a Hamás para prolongar el sitio y mantener en marcha a su industria militar. Y es muy posible que destruir a Hamás cree grupos islamistas más radicales en las cenizas del enclave palestino. Recuerden a ISIS (el grupo yihadista iraquí y sirio). ¿La ocupación de Gaza? Eso supondría un suicidio económico y militar para Israel. ¿Una demostración de fuerza ante una nerviosa opinión pública israelí? No es suficiente. La gente quiere resultados. Y no sólo en el recuento de cadáveres.

No son sólo la sangrienta Israel y la irracional Hamás –una consecuencia, no una causa– los que son responsables de esta terrible tragedia. Es también la llamada comunidad internacional, más impotente que nunca. Cuando una gran parte de Oriente Medio, no sólo Irak y Siria, está al borde de una gran guerra sectaria, la atención internacional está dispersa y desenfocada. Esa es una de las razones por las que Israel se libra con tanta facilidad de la presión internacional o de las sanciones. Por no mencionar la 'guerra geoestratégica' de Ucrania y el destino del avión de Malaysia que ha robado una parte de la atención de los medios sobre lo que ocurre en Gaza.

En esta situación, es casi imposible tomarse en serio el llamamiento de la ONU por un alto el fuego, especialmente cuando coloca en el mismo lado a “las dos partes en conflicto”. Por otro lado, nunca ha habido menos simpatía por la cuestión palestina desde 1947. Los palestinos han sido olvidados. Nunca han estado más solos ni más arrinconados.

Su sufrimiento se ha convertido en un cliché. El número de sus víctimas, en una estadística. No sólo para Occidente, sino también, o sobre todo, para el mundo árabe que, después de la llamada Primavera Árabe, se preocupa sólo por sí mismo y pasa por una situación caótica. Las revueltas árabes han perjudicado a Hamás al perder el apoyo del régimen sirio y de Hizbolá en mitad de una guerra fría (o no tan fría) entre suníes y chiíes y de la situación de Egipto después de la caída de los Hermanos Musulmanes, los padres ideológicos y socios de Hamás.

Y sin embargo, será difícil quebrar el poder de Hamás, una consecuencia directa de la Naqba, la ocupación, el bloqueo, la pobreza, la falta de futuro, el robo de tierra y el sistema de apartheid establecido por el Estado israelí.

¿Cuál es la solución? No hay ninguna, dice la valiente activista y periodista Amira Hass. “Ya he tirado la toalla. He dejado de buscar en el diccionario la palabra con la que describir la escena en la que un padre grita ante el cuerpo decapitado de su hijo: 'Despierta, despierta, te he comprado un juguete'. ¿Cómo llama a esto Angela Merkel, la canciller de la Gran Alemania? El derecho de Israel a defenderse”.

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