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Por qué ningún médico de MSF se ha contagiado en 19 años luchando contra el ébola en África

Centro de tratamiento de Médicos Sin Fronteras de Gueckedou, en Guinea. / Médicos Sin Fronteras.

Laura Olías

  • Actualización [8/10/2014]: MSF vuelve a confirmar a eldiario.es que a día 21 de agosto, fecha de la publicación de este artículo, “no se tenía información de contagios entre nuestros miembros”. A fecha de esta actualización, 8 de octubre, el número de casos de ébola detectados en miembros de MSF es de 16 personas, según el último recuento de la ONG.

La organización humanitaria Médicos Sin Fronteras trabaja en los tres países más afectados por el virus del ébola, Guinea Conakry, Liberia y Sierra Leona. Su personal lleva combatiendo la enfermedad desde 1995, en 14 brotes distintos del virus, sin registrar ningún infectado entre sus miembros. Según la ONG, aunque existen riesgos innegables, no se trata de una hazaña imposible, sino que se puede conseguir con protocolos y materiales de prevención adecuados.

Organizaciones como MSF tratan de ayudar a los equipos locales sanitarios en su propia protección. Pero la magnitud de la pobreza y la escasez de recursos hace que se necesite mucho más. En el actual brote, cerca de 160 personas de los equipos sanitarios han contraído la enfermedad y más de 80 han fallecido, según la Organización Mundial de la Salud.

Frente a las primeras infecciones y los discursos más pesimistas, desde Médicos Sin Fronteras señalan que los contagios no son inevitables. Sin infravalorar la gravedad de la enfermedad –cuyo índice de mortalidad, que oscila entre el 25 y el 90%–, tras 19 años combatiendo la enfermedad sin registrar ningún afectado, desde la ONG afirman que los recursos con los que cuentan los países son insufientes. También la ayuda internacional.

MSF tiene a más de mil personas trabajando en las zonas más afectadas por este brote de ébola; la mayoría de esas personas son nacionales de los países donde se opera, como es habitual en muchas organizaciones de cooperación. Se trata de equipos especializados que actúan una vez ya se ha detectado un foco de infección, y con unos protocolos estrictos de actuación. Todo ello, según una portavoz de Médicos Sin Fronteras, minimiza los riesgos de contagio. “Cuando entramos en contacto con los pacientes no tenemos ninguna parte de nuestro cuerpo expuesto”, cuenta Julia García-Gozalbes, médica que compagina su trabajo en un hospital sevillano con su colaboración en Médicos Sin Fronteras. Un traje aislante, dos guantes, una mascarilla de alta protección, botas de agua y una capucha aíslan al personal sanitario de la organización.

Una de las principales tareas pendientes tiene como foco, de nuevo, los centros de atención nacionales, más cercanos a la población. “Medicos Sin Fronteras ha expresado en muchas ocasiones a la OMS la necesidad de recursos preventivos básicos en centros de salud y hospitales, como mascarillas y guantes”, indica García-Gozalbes, que estuvo cuatro semanas y media en Gueckedou, Guinea, atendiendo pacientes en la unidad de aislamiento.

Además, faltan manos. Los equipos de protección de los sanitarios someten a altas temperaturas al personal, por lo que no pueden usarse durante más de una hora. “Y las veces que entramos en la unidad de aislamiento no son más de tres”, relata la médica, debido al riesgo de deshidratación. Por lo tanto, los equipos deben contar con un elevado número de profesionales, que puedan relevarse.

Los recursos humanos también escasean en las tareas de prevención, donde se debe intensificar la lucha para acabar con la enfermedad, según García-Gozalbes. El envío de medicamentos experimentales, cuya efectividad no ha sido aún probada, ha eclipsado en ocasiones estas necesidades más básicas. Entre el 17 y 18 de agosto, la OMS detectó 221 nuevos casos de ébola. Entre el 14 y 16 fueron 113. Y entre el 21 y 23 de julio, 96.

“Hay que evitar que el número de contagios aumente y se están dando focos muy dispersos. Cada vez que se detecta un caso hay que habilitar todo un proceso de localización de posibles contagios entre las personas con las que ha estado en contacto. Hace falta un analista, que siga la pista del virus, y personal para informar a la población”, afirma la médica.

El ébola se ha cobrado ya 1.350 vidas, según las últimas estadísticas de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Entre ellas, los contagios y las víctimas del personal sanitario contribuyeron a aumentar la alarma ante el brote más grave del virus desde que se descubriese la enfermedad, en 1976. Los casos detectados entre el personal cualificado aumentaron la desconfianza de algunos ciudadanos y saltaron las alarmas sobre la imbatibilidad del virus.

En Liberia, el misionero español Miguel Pajares contrajo el ébola cuando atendía a pacientes en el hospital San José de la congregación San Juan de Dios, en Monrovia. La muerte de Pajares se sumaba a la de tres compañeros de su equipo médico (Pascal Chantaline, George Combey y Patrick Nshamdze).

Muchos de los contagios del personal sanitario se produjeron en los centros de salud y hospitales que operan de manera permanente en estos países. “Esto se explica porque nunca habían visto casos de ébola y sus síntomas tampoco son muy específicos. Había profesionales que trataban a pacientes pensando que tenían otras enfermedades, hasta que se destapó el brote”, explica la doctora García-Gozalbes.

Estas infecciones del personal más cercano a la población provocaron uno de los mayores males indirectos del ébola, en opinión de la portavoz. “Se produjeron muertes por otras enfermedades como malaria y diarrea porque la gente no acudía al médico”, apunta. Entre los motivos: centros de salud vacíos, con médicos fallecidos, o el miedo a contraer el temido virus por la falta de material preventivo.

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