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Rajoy impone la estrategia del pánico en el Partido Popular

Rajoy, durante una entrevista televisiva

Gonzalo Cortizo

Pese a su mayoría absoluta, el Gobierno de Rajoy se ha quedado sin margen de riesgo para las próximas elecciones municipales y autonómicas. El presidente del PP ha decidido empezar a soltar lastre y evitar a su partido los temas más polémicos, y en los que el PP podría dejarse unos votos de los que no puede prescindir. Así se explica la decisión de aplazar la reforma de la ley electoral con la que Rajoy pretendía llegar a las municipales en posición de ventaja. Este es el motivo de las dudas que ahora se ciernen sobre la aprobación de la ley del aborto de Gallardón. En esa misma línea se justifica la caída de Ana Botella y la más que probable desaparición de Alberto Fabra del mapa político valenciano.

En el caso de la ley electoral, los dirigentes del PP se han servido del PSOE para ocultar su movimiento. Antonio Hernando, recién nombrado portavoz socialista en el Congreso, exigió a sus interlocutores del PP que la reforma electoral quedase fuera de la mesa en la que ambos partidos van a negociar medidas de “regeneración democrática”. Para sorpresa de muchos, el PP aceptó sin rechistar. El PSOE de Pedro Sánchez le había ofrecido la excusa perfecta para guardar en el cajón su pretensión de cambiar las reglas del juego electoral.

Con la ley del aborto está ocurriendo algo parecido. Los de Rajoy saben que la reforma de Gallardón les quita mucho más de lo que les da. Además, el Gobierno está dividido en dos grupos de sensibilidades. La postura de la vicepresidenta no coincide con la del ministro de Justicia, y en este punto hay un serio enfrentamiento. Gallardón no podrá cumplir su promesa de aprobar la ley “antes de que acabe el verano”, como prometió, y a estas alturas todos dan por sentado que lo del aborto es otro de los temas que acabarán en el cajón de un Gobierno sin margen para buscarse líos antes de las elecciones. No obstante, el departamento de Gallardón ha asegurado que “no hay ninguna novedad” al respecto y que “sigue trabajando buscando el máximo consenso posible y ultimando la redacción del proyecto de ley”.

No hay prisa para las listas

La preocupación en el PP es mucho mayor de lo que pudiera indicar la mayoría absoluta de la que disfrutan en el Congreso de los Diputados. En la reunión que la cúpula del partido celebró en Sigüenza a principios de septiembre, Rajoy echó un jarro de agua fría sobre sus colaboradores más cercanos a los que advirtió que los datos de las encuestas ponen al PP en una situación muy comprometida.

Esa preocupación movió al líder del PP a pedir calma a la hora de confeccionar las listas. “No hay ninguna prisa”, le dijo Rajoy a su comité de dirección. Sólo unas horas después, Ana Botella se saltó la consigna y actuó con precipitación al anunciar su decisión de no presentarse. Con su decisión, la mujer de Aznar reabrió la caja de Pandora de las candidaturas en Madrid. Esperanza Aguirre no tardó en salir de esa caja para mostrarse.

Mientras tanto, Rajoy intenta solucionar el problema que todas las encuestas le sitúan en Valencia, donde Alberto Fabra cuenta con todas las posibilidades de perder la mayoría absoluta. Convencidos de que Fabra acabará salpicado por el Caso Valmor, en el PP le buscan sustituto. Para esa tarea Rajoy se ha apoyado en Rita Barberá a quien citó la pasada semana en Moncloa con la intención de pedirle consejo.

Con este panorama, el PP no quiere complicarse las cosas más de lo que ya están. En el PP manda ahora la teoría del pánico: hacer poco y sin ruido.

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