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En libertad el teniente Segura: “Tengo la impresión de que nunca volveré a vestir mi uniforme”

Luis Gonzalo Segura

Fermín Cabanillas

“Lo primero que he hecho al salir de la cárcel es tomarme una botella de agua en un bar. Parece una tontería, pero me ha sabido a gloria”. Con esa frase ha iniciado su charla con eldiario.es/andalucia el teniente Luis Gonzalo Segura, que la madrugada de este martes salía de un centro de reclusión del Ejército tras cumplir dos meses de arresto.

Gonzalo Segura, que sale de la cárcel cesado en su cargo, es autor del libro Un paso al frente, un libro en formato de novela en el que narra presuntas corruptelas en el Ejército español. Lo que cuenta en sus páginas y las quejas transmitidas en sus presentaciones le han valido la pérdida de su destino, el cese y dos meses a la sombra.

Sensiblemente más delgado y pálido que cuando ingresó en la cárcel, esta madrugada le esperaban a las puertas del centro de reclusión un grupo de personas entre familiares, amigos y “escorpiones”, como se denominan a los seguidores de su libro –por el diseño de la portada-, que encabezan una movilización que muestra el apoyo popular al teniente y al rechazo a la pena impuesta “contra la libertad de expresión”.

Como ha explicado a esta redacción, “la sensación de ir a un bar anoche y tomar una botella de agua fue agridulce, porque es verdad que había recuperado la libertad, pero también es el inicio de una larga lucha, además de que tengo la impresión de que nunca más volveré a vestir mi uniforme”.

“Me expulsarán o me acosarán”

Y es que, a la pena de cese y pérdida de destino, se une el expediente que le han abierto sus mandos “que seguramente terminará con mi expulsión del Ejército, o con un acoso que pueden hacerme de muchas formas”. Por el momento, explica, “me pueden mandar a cualquier sitio destinado, aunque no me pueden degradar, pero no deja de ser curioso que se haya eliminado la figura de la degradación –pérdida de galones- pero se mantenga el destierro, que suena a tiempos pasados”.

Ante esta perspectiva, ¿cuál es el futuro que le espera al teniente Gonzalo Segura? De momento se teme lo peor en lo que a distancia kilométrica se refiere, ya que no podrá ir destinado a ningún destacamento de la región militar de Madrid. “Como muy cerca, me pueden mandar a Zaragoza o Córdoba, aunque si quieren me pueden mandar a Melilla, a Afganistán o a cualquier país extranjero en el que haya presencia militar española”, con el agravante de que durante dos años no podrá pedir destino y tendrá que amoldarse a lo que dispongan sus jefes a la hora de instalarle en un cuartel en concreto.

“Cuando vomitaba, me decían que llamase al 112”

Luis Gonzalo Segura asegura que los dos meses que ha pasado en la prisión militar han sido los más largos y complicados de su vida, con el agravante de que en las primeras semanas siguió una huelga de hambre, que solo abandonó cuando los médicos le dijeron que su vida corría peligro. En ese momento, reflexionó y decidió dar marcha atrás, aunque parece que solo para coger impulso, aunque lamenta especialmente el trato recibido en momentos puntuales: “Cuando comencé a comer de nuevo sufría gastroenteritis, no tenía la dieta blanda que necesitaba, y cuando reclamaba ayuda me decían cosas increíbles, como que llamase a mi aseguradora médica o directamente al 112 de emergencias, algo inconcebible”.

Por todo ello, entiende que hay una especie de orden en el Ejército para que no sea tratado especialmente bien el tiempo que siga bajo su amparo, y de momento su sueldo ha sido recortado, y a diferencia de los presos “normales” no cuenta con ningún tipo de compensación económica por el tiempo que ha estado entre rejas.

“No han hecho ni van a hacer autocrítica, ni parece que tengan pensado que vayan a atajar los casos de corrupción que se están dando y que cada día son denunciados”, lamenta el teniente a la hora de valorar la “repercusión” que su libro ha tenido entre sus mandos directos e indirectos.

Con todo, la mañana de este martes, a pesar de estar cesado, la ha tenido que pasar con un trámite militar, ya que se ha presentado ante sus mandos, casi como un día cualquiera, y ahora llegará el momento de esperar la notificación que le diga cuál es el destino en el que pasará, como mínimo, los próximos dos años.

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