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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Palestina va al Consejo de Seguridad por Navidad

Xavier Abu Eid

Esta navidad en Palestina vamos a estar, una vez más, en estado de sitio. Y no necesariamente por las 22 colonias israelíes que rodean Belén y el Muro que asfixia la ciudad: la diplomacia norteamericana se ha movilizado en señal de alerta máxima. Algunos países europeos esperan la reacción de Washington para decidir qué hacer ellos. Israel ha señalado que la situación actual constituye un “acto de agresión” por parte de los palestinos. Es una situación que afecta de manera profunda a la paz mundial debido a que… Palestina ha decidido ir al Consejo de Seguridad a pedir que se ponga fecha de término a la ocupación militar más extensa de la historia moderna.

Es precisamente este escenario el que ratifica por qué Israel ha podido continuar violando el Derecho internacional sin consecuencias. Incluso son hoy los que Occidente califica como supuestos paladines de la paz, Shimon Peres y Tzipi Livni, quienes hacen lobby en contra de la resolución palestina en el Consejo de Seguridad. Lo importante, sin embargo, es conocer cuáles son los elementos y motivos principales de esa resolución para así poder entender que quienes se oponen a ella simplemente apuestan por la continuación de la empresa colonial israelí en Palestina.

Desde un punto de vista teórico, la razón por la que acudir al Consejo de Seguridad es muy sencilla: mantener la paz y seguridad mundial es el mandato del Consejo. Acudir ahora tiene que ver con el hecho de que, ante una situación que deteriora día a día, con miles de muertos en Gaza, Jerusalén y el resto de Palestina, y con una sostenida expansión de las colonias y otros crímenes contra el pueblo palestino, particularmente en Jerusalén Este, la comunidad internacional poco o nada ha hecho por remediarla.

Los elementos de la resolución son simples. En ella se fija una fecha tope para terminar el diálogo sobre todos los temas que se han negociado durante más de veinte años. Esa fecha es de doce meses. La negociación ha de basarse en principios básicos del Derecho internacional, de los cuales se habla en la resolución, como por ejemplo la inadmisibilidad de tomar territorios por la fuerza. Asimismo, se nombran decenas de resoluciones de Naciones Unidas violadas por Israel, incluida la resolución del Consejo de Seguridad 476/1980, que declara todas las acciones israelíes adoptadas en Jerusalén Este, incluida su anexión, como ilegales y no válidas.

La sujeción de la negociación a Derecho internacional es lo que motiva que Netanyahu haya declarado públicamente que no quiere ninguna clase de resolución. Ni una que señale un plazo determinado para terminar con la ocupación, ni otra que hable de un plazo para simplemente terminar las negociaciones, como había señalado Francia en representación de los países europeos. A Israel simplemente no le interesa nada que se base en el Derecho internacional.

A su vez, la resolución da dos años a Israel -la potencia ocupante- para retirarse de todo el territorio que ocupó en 1967 desde el momento en que se termine el dialogo (establecido con un máximo de 12 meses, como antes se mencionó). ¿Cómo podría Israel darse el lujo de aceptar esto si gran parte de los que han de ganar en las próximas elecciones son colonos? Con cálculos que incluso dan al extremista colono Avigdor Lieberman, un antiguo matón de discotecas, como el próximo primer ministro, se entiende la histeria israelí.

Sin embargo, que Livni y Peres estén haciendo lobby contra la resolución demuestra otro punto: en Israel no existe el espacio de “centro” como algunos estiman. Los “centristas” son el ala mimada por la comunidad internacional, dado que presentan una cara mas presentable, pero prácticamente las mismas políticas, que el resto de los partidos israelíes. Por mucho tiempo las diferencias entre la derecha y la izquierda en Israel, con honrosas excepciones como el partido comunista o el Meretz, han estado simplemente basadas en temas como el matrimonio entre personas del mismo sexo, las leyes de conversión al judaísmo o si los autobuses públicos han de circular en sabbath o no. Todos los gobiernos israelíes -con excepción del de Issac Rabin, por lo que fue asesinado- han estado comprometidos con la colonización de Palestina.

Es así como esta Navidad estaremos bajo presión. Las consideraciones sobre si presentar la resolución en Naciones Unidas ayudan o no al “campo moderado” en Israel no deben ser siquiera un criterio a tener en cuenta, por cuanto la experiencia de casi medio siglo de ocupación señala que ha sido simplemente la falta de actuación de la comunidad internacional la que ha permitido la expansión de las colonias a través de la cultura de impunidad israelí. Jugar la carta de las elecciones en Israel sin asumir su propia responsabilidad es simplemente una nueva muestra de cobardía por parte de quienes inventaron el Derecho internacional, pero que con sus prácticas siguen demostrando su doble estándar: Palestina sigue siendo la excepción a la regla.

Como todos los años celebraré la navidad en la plaza de la Natividad. Probablemente subiré al techo del ayuntamiento, al lado opuesto de la iglesia de la Natividad, desde donde hay una vista hermosa de la plaza, y otra no tan hermosa de gran parte de las colonias que rodean Belén por todos lados. Podré también ver Jerusalén, donde los palestinos de Cisjordania -incluyendo los cristianos de Belén- no podemos entrar sin permisos israelíes. Y en ese momento recordaré todas las palabras dadas por líderes internacionales, incluyendo al papa Francisco, sobre la necesidad de mantener la presencia cristiana en Tierra Santa. En ese momento, como cada año, y a la vista de la “movilización” de ciertos países en contra de la resolución de Palestina en el Consejo de Seguridad, diré que esas palabras para los “cristianos de Tierra Santa” valen lo mismo que las palabras de buena voluntad por la solución de los dos Estados: nada.

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