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La sectarización de la opinión

Suso de Toro

Gasto correo electrónico desde hace décadas y abrí una primera página web hace diecisiete años, aun así sé perfectamente que soy un intruso analógico en este plano digital. Por ello no dejo de ver desde fuera el modo en que la Red nos cambia las vidas y nos cambia.

La semana pasada publiqué aquí una colaboración, “Podemos: adiós, moral; hola, política”, y la recepción que tuvo me hizo pensar sobre el uso que se hace en España de la Red. Creo que, además de sus indudables utilidades y aspectos democratizadores, también incrementa los defectos propios de la cultura nacional española marcada por la faccionalización y el guerra civilismo.

En ese artículo exponía unos puntos de vista sin duda discutibles, tanto como los de cualquier otro de los aproximadamente trescientos artículos que he publicado aquí a lo largo de más de dos años de colaboraciones. Hubo ocasiones en que algún artículo anterior generó debates y división de opiniones pero en esta ocasión de los ciento diez comentarios al pie del texto aproximadamente cien no solo discrepaban del artículo sino que me atribuían aviesas intenciones y cualidades morales. Resumiendo, por estar en desacuerdo con lo que escribí me calificaban de venal, vendido y corrupto por decirlo finamente. No interesa ahora si ello es cierto, no puedo repasar aquí mi vida para confirmar o negar que soy ese tipo de persona y que actúo por esos motivos, interesan las tales acusaciones en tromba.

Sé que no vale de nada apelar a colaboraciones anteriores donde señalé virtudes democráticas de Podemos, aunque hay lectores con memoria quien marca tendencias en la Red son los lectores agónicos y con memoria de pez. Por otro lado, lo compruebo en mi mismo, no se lee igual en pantalla que en papel y sé que esta misma colaboración está siendo leída en este momento en diagonal y a saltos, sin atender a los matices. El lector que marca tendencia en la Red lee entrando a matar, busca confirmar lo que piensa previamente y no atiende a matices ni a contexto. Es lo que hay.

En el caso del citado artículo se dibuja un tipo de seguidor de Podemos, naturalmente hay otros tipos de seguidores, con alto grado de implicación emocional y que no acepta objeciones. Me lo explico por la situación de acoso que vive dicho partido actualmente, Podemos criticó la política dominante y también descalificó de un modo o de otro a los demás partidos, siendo una amenaza para la existencia de alguno, de modo que recibe los ataques previsibles. Eso escribí aquí en junio del año pasado. El encono de esos seguidores también lo explica seguramente la edad, pero la edad explica no justifica y en realidad esa postura se basa en el razonamiento de que todos los partidos están corruptos y son el enemigo a combatir. Como muchas otras personas, aún viendo los efectos regeneradores de Podemos, no comparto esa idea, que me parece equivocada, injusta y peligrosa, como tampoco  otros aspectos de la ideología de ese partido. Porque creo que es mi deber, lo digo.

La cultura cainita y la mala hostia que infestan la Red por estos pagos no nació ayer, viene de lejos, pero se alimenta de la corrupción de los medios de comunicación convencionales.

Inmediatamente a la muerte de Franco hubo un gran momento para las libertades, había prensa  de tendencia claramente franquista y golpista, pero también había prensa libre y diversa. Por eso hubo atentados contra Xavier Vinader, El Papus, El País… Pero tras el 23-F hubo una inflexión y un proceso de conducción de la democracia hasta la situación actual, alguna prensa fue cerrada, como Egunkaria, y la mayor parte comprada. Las empresas de comunicación no supieron quedarse en ejercer el poder de control del Ejecutivo y pasaron a formar parte directa del poder político. Decisiones empresariales equivocadas en unos casos sumadas a la crisis económica y al cambio digital pusieron a las empresas de comunicación en manos del gobierno de turno. No es una casualidad que una semana antes de morir el más poderoso empresario de la comunicación se reuniese con la vicepresidenta del Gobierno.

Las empresas de comunicación españolas forman parte directa e íntima del consenso de poderes sobre la economía, la Monarquía y la estructura del estado que representan los dos grandes partidos estatales.

Ese partidismo abunda en la cultura acrítica y faccional tan asentada previamente en la sociedad española, pero no hay cambio social real que se asiente meramente en entusiasmo o cabreo pasajero. Las convicciones profundas se asientan sobre la elaboración de la experiencia, sobre la crítica. Es más necesaria que nunca la prensa crítica, y tendrá que ser en la Red donde viva. 

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