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De “misa” con el hermano Spaghettus: bienvenido a la primera iglesia pastafari

El hermano Spaghettus lidera en Alemania la primera parroquia pastafari

Lucía El Asri

En el pueblo alemán de Templin, al norte del país, un cartel señala el camino que lleva hasta la Iglesia del Monstruo de Espagueti Volador ('Kirche des Fliegenden Spaghettimonsters'). Google Maps también lo indica. Se trata del primer y único templo pastafari del mundo, un lugar donde los fieles se congregan para rendir culto a su adorado Monesvol. Sus oficios, algo así como las misas para los cristianos, se celebran los viernes. El equivalente al sacerdote, encargado de guiar la oración, es el 'noodler' (¿tallarinador? ¿Tallarinero?). No hace falta formación específica ni hay jerarquía: podría ser cualquiera.

En la iglesia de Templin representa este papel el hermano ('Bruder') Spaghettus. De aspecto envejecido, larga y canosa su barba, recuerda a los sacerdotes ortodoxos cristianos. Tiene 64 años y fue uno de los primeros alemanes en sumarse, junto con su mujer y su hijo, a esta insólita creencia. Aunque hace solo unos meses que se ha instalado en un punto concreto, Spaghettus fundó su 'club' (como él mismo lo llama) allá por 2006, y lo constituyó como una organización sin ánimo de lucro en 2011.

Desde el primer día ha sido su presidente y el “motor” de su funcionamiento. Hoy su templo cuenta con 170 miembros registrados formalmente, 4.800 seguidores en Facebook y 1.300 participantes en grupos de discusión. Se trata de comunidades 'online' donde encuentran, entre otras cosas, apoyo moral y ayuda financiera para sus proyectos.

Spaguettus describe a HojaDeRouter.com su particular parroquia. Las únicas reglas para entrar son vestir como un pirata y no llevar un colador en la cabeza (hacerlo de otro modo sería una blasfemia). Después, “simplemente dejamos que la fantasía fluya de forma natural”, explica el pastafari.

El resultado es una mezcla interesante entre una iglesia y un 'pub'. Sobre un altar reposa la imagen de la divinidad, un particular ente con apariencia de plato de espaguetis con albóndigas; debajo, la cerveza sagrada que degustarán para santificar su viernes de reunión.

Aunque Spaghettus y los suyos han fundado esta insólita parroquia, un lugar de culto pastafari es todo aquel donde se pueda brindar con cerveza “y degustar la esencia de nuestro Dios Monesvol”, explica el español Antonio Lobo. Los pastafaris se sienten más una comunidad ideológica que religiosa, aunque sus ritos, no sin sarcasmo, son muy similares a los de una religión. De hecho, Spaghettus oficia una especie de “misa” que él mismo denomina de esta forma, aunque Lobo cree que utilizar el término cristiano no es del todo correcto.

Además de la reunión convencional de cada viernes, los pastafaris de Templin celebran cada seis semanas una “misa” multitudinaria que acaba en algún restaurante de Berlín. En fechas señaladas, llevan a cabo oficios aún mayores a los que asisten hasta 400 personas. En esos casos, “conseguimos tener hasta 50 personas en el escenario haciendo su confesión de fe para convertirse al pastafarismo”, explica Spaghettus.

Los principios de fe

Entre las creencias del credo pastafari, aceptadas por todos sus miembros, está el mito de la creación. El Monstruo de Espagueti Volador (Monesvol), invisible e indetectable, creó el universo tras una borrachera. Así se explican las imperfecciones de este mundo, impropias de la obra de un ente todopoderoso. Bobby Henderson es algo así como el segundo de abordo: el creador del pastafarismo, considerado un profeta, goza de plena credibilidad y autoridad suprema en lo que atañe a la fe y a la conducta (a menos que otro pastafari opine lo contrario).

Monesvol guía continua e imperceptiblemente la conducta de todo ser humano (creyente o no) por medio de sus apéndices tallarinescos. Los pastafaris devotos deben vestir completamente con atuendo pirata y gritar “¡Arrrgh!” siempre que les sea posible, pues los corsarios son el pueblo elegido.

Los pastafaris que se porten razonablemente bien irán al cielo, donde hay volcanes de cerveza hasta donde alcanza la vista, así como un lugar con bailarines y bailarinas de 'striptease'. Aquel que Monesvol envíe al infierno también disfrutará de cerveza y bailarines, aunque la bebida estará caliente y los 'strippers' sufrirán enfermedades venéreas.

Por último, pero no por ello menos importante, los dones del creador: pasta con albóndigas y cerveza son los elementos que conformarn el cuerpo de 'Su Tallarinesca', así como un alimento ideal y de fácil preparación. Todo buen pastafari ha de llevar un colador de pasta en la cabeza, a modo de sombrero.

Comenzar el ritual

Al entrar en la iglesia, para comenzar con el oficio, los feligreses deben doblar sus manos sobre el pecho y mover los dedos como si fueran tentáculos, en señal de saludo al Monstruo. Después el ‘noodler’ lee en voz alta la confesión de fe, frase por frase, dejando que los miembros de la congregación la repitan.

Después, el 'noodler' puede ofrecer un sermón. Es algo opcional, “pero tratamos de incorporarlo siempre que sea posible”, explica Spaghettus, único encargado de impartirlo en la iglesia alemana (porque nadie más hasta el momento se ha atrevido a hacerlo).

Por otro lado, durante estas misas es imprescindible entonar algunos versos de ‘Ein bissfest Burg ist unser Gott’ (Castillo al dente es nuestro Dios), una canción compuesta especialmente para las celebraciones pastafaris que guarda sospechoso parecido con el himno protestante 'Ein feste Burg ist unser Gott' (Castillo fuerte es nuestro Dios).

Tras el sermón, que puede durar entre quince y veinte minutos, toda la congregación recita al unísono: “Oh Tallarines que están en los cielos gourmets. Santificada sea tu harina. Vengan a nosotros tus nutrientes. Hágase su voluntad en la Tierra como en los platos. Danos hoy nuestras albóndigas de cada día y perdona nuestras gulas así como nosotros perdonamos a los que no te comen. No nos dejes caer en la tentación (de no alimentarnos de vos), y líbranos del hambre… RAmén”.

Se trata de la Oración del Monstruo, que se lee directamente de una espada de madera, un objeto ceremonial que también usan para abrir la cerveza (un trasunto del vino en la homilía cristiana). No es el único objeto simbólico de la iglesia pastafari: durante el oficio se emplea también un rodillo de amasar con rezos inscritos (que se asemeja a la Torá judía cuando está enrollada).

Algunos de estos elementos simbólicos se consideran reliquias, vinculadas a milagros determinados. La más grande es una botella de ron. Los pastafaris la consideran “una señal proveniente del Monstruo” porque resistió impoluta (y sin que nadie la abriera para degustar su contenido) a tres oficios seguidos. “Quedó intacta entre piratas, ¿puedes creerlo?”, nos pregunta aún estupefacto el hermano Spaghettus.

Una vez finalizada la oración, la cena se reparte entre los asistentes. Spaghettus confiesa que hace tiempo, cuando eran menos asistentes, se reunían en casas de otros fieles, cocinaban y compraban bebidas. Ahora suelen organizarlas en restaurantes y parques cuando el tiempo lo permite.

“Como no somos caníbales despiadados no comemos ni carne ni sangre”, afirma Spaghettus, en clara referencia al pan y el vino que simbolizan el cuerpo y la sangre de Jesús en una misa católica. Ellos, en cambio, sirven espaguetis y cerveza.

Una taza contiene espaguetis aliñados con aceite de oliva, que sirven para bendecir a los asistentes a modo de hostia consagrada. “Fideos de sus apéndices”, deben recitar. Mientras tanto, una copa se llena de cerveza y cada feligrés sorbe un trago diciendo: “cerveza, de su volcán de cerveza”. “Esto es lo que nos espera en el cielo al lado de la zona de los 'strippers'”, sentencia Spaghettus.

Tras la “misa”, el ‘noodler’ recoge las reliquias para custodiarlas hasta el próximo oficio. Entonces deberá entregárselas al siguiente ‘noodler’ una a una, diciendo: “Oh, milagro, te alabamos”. La congregación debe responder a cada paso con un rotundo “RAmén”.

Por supuesto, un movimiento como este ha de tener sus “sagradas y sabrosas escrituras”, obra del profeta Henderson. También celebran bautizos, bodas “y todavía no hemos tenido ningún funeral, pero estaríamos dispuestos a hacerlo”, dice Spaghettus.

Dado que este movimiento surgió y se desarrolló en la Red, resulta extraño que ninguna de estas particulares y curiosas celebraciones pueda verse 'online' en directo. Se cuelgan tiempo después, eso sí, en un canal de YouTube que no tiene desperdicio (aunque solo los que sepan alemán podrán entenderlas).

El español Jesús Castizo explica que la Red es un elemento crucial para conectar a los pastafaris de todo el mundo. “Somos fieles repartidos y desperdigados”, por lo que las redes sociales y listas de correo son fundamentales para coordinarse y actuar de manera conjunta en fechas señaladas.

A pesar de toda la parafernalia, estos supuestos “fieles” no pretenden engañar a nadie. Como en el caso de Castizo, la relación de muchos con la iglesia es muy ocasional. Reconoce que se unió al pastafarismo porque le atraía el “cielo de 'strippers' y volcanes de cerveza”. Su razonamiento era simple: “si debo creer en un cielo o una vida después de esta, prefiero hacerlo en uno que me guste y divierta”.

Spaghettus también tiene clara su misión: se trata de parodiar otras religiones y sus ritos para “ayudar” a los creyentes a entender que “son tan útiles como la nuestra: un completo disparate”. Su compromiso es tan firme que, casi a modo de catequesis, enseña los principios del pastafarismo a los más pequeños: siempre vestidos de pirata.

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Las imágenes utilizadas en este artículo son propiedad de Pastafari.eu

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