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Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar

Inverosímil “Firmaba sin leer”

José Antonio Viera

María Iglesias

Empecemos por eso que a muchos disgusta pero es clave del Estado Democrático: todo el mundo tiene derecho a la defensa e incluso a mentir en ella. Acto seguido, añadamos que, sean los argumentos veraces o falsos, la clave para convencer a ciudadanos y tribunales es ser creíble. Los hechos y razones que los explican han de ser verosímiles.

El “yo no sabía nada, firmaba sin leer, por confianza” cuela mal lo diga la infanta respecto a su marido, el exconsejero de Empleo José Antonio Viera sobre sus subordinados, su tocayo homólogo en Hacienda y luego expresidente de la Junta Griñán de los colegas de Gobierno -en particular Viera- o Rajoy y adláteres de Bárcenas.

Ni el más persuasivo actor, un Bardem, un Fassbender, podría hacer creer al más ingenuo espectador semejante monólogo. Más aún, a ningún guionista le permitiría un director, un productor, tales líneas. ¿Cómo se les consienten a asesores y a abogados?

No es casualidad que sólo Griñán haya salido mínimamente bien parado de su último testimonio público, la declaración por el fraude de los ERE como imputado ante el Supremo. Dos o tres frases sonaron auténticas: “fue una barbaridad”, “todas esas ayudas concedidas de forma aleatoria y sin control merecen una responsabilidad política e incluso penal”, “hubo un gran fraude”. Lástima que no remate. Porque cuando señala que no había “un gran plan para defraudar” da a entender que todo fue fruto del azar de que dos altos cargos actuaran mal, como garbanzos negros que se cuelan en el puchero.

A la ficción -literaria, cinematográfica, televisiva- le pedimos, ¡le exigimos! ser creíble. No nos conformemos con menos en la realidad. Los protagonistas de series de éxito desde Los Soprano -The Wire, Mad men, True detective, House of cards...-, son controvertidos ética, moralmente, algunos depravados, muchos delincuentes y, aún así, el telespectador no es que empatice ni les justifique, pero puede llegar a comprender qué les lleva a actuar. No “Es la economía, estúpido”, que diría Clinton. “Es la complejidad”.

Quienes ocupan los puestos altos de las instituciones parecen empeñados en considerarnos eternos menores de edad, capaces de tragarnos el más burdo engaño. Están equivocados, van a tener que ser más sofisticados. Ojalá alguno, no necesariamente ante nuestra Ana Oprah Quintana, mejor ante un tribunal, se siente y a lo Lance Armstrong articule una contrición creíble.

Pongamos que la infanta explicara que su marido, guapo, campeón olímpico, era en el fondo un frustrado -además de grosero y homófobo como hoy es palmario-, con complejo de iletrado, que asumía mal la preponderancia intelectual, económica y social de su mujer, que pese a aparentar seguridad llevaba fatal la prematura jubilación -¡algunos ex-deportistas se drogan, otros se suicidan!-, que le entraron aires de grandeza, él se auto-engañó creyéndose un crack de empresario, ambos se sintieron, ¡en su Pedralbes! príncipes herederos paralelos. Que ella leía los papeles de Aizoon y sabía lo que firmaba, ¡sólo faltaba, empleada de La Caixa! Que reconoce el fallo, con la tipificación de delito o falta, y afrontará las consecuencias. Pero que había un contexto de Gürtel, Púnica, ERE, Pujol... y en las vacas gordas el dinero parecía llover. ¡Si hasta en su boda en Barcelona los ciudadanos esquilmaron las flores de los parterres también pagadas por el Erario!

Pongamos que Viera reconociera que los 40 años de gobierno del PSOE en Andalucía han alimentado inercias, malos hábitos, confusión entre administración y partido, empresarios que se brindan cuyos proyectos luego son mirados “con cariño” por quienes dan los contratos y ciudadanos, paisanos, que cuando uno vuelve al pueblo fines de semana y veranos ¡hecho todo un cargazo! presionan para que les eches una mano: “Anda, Jose Antonio, Pepe, Manolo, Gaspar, Mar, ¡si no os cuesta ná, en un ERE tan gordo, uno o dos nombres más!” Y sabes que luego son ellos los que tiran del carro para que ¡tras tantos años, pese a presagios anti-bipartidistas el PSOE arrase! Un error, peor, delito, fraude masivo y gran daño a la democracia, pero hubo auto-engaño, consideración de que todo se merecía por haber transformado Andalucía.

Seguramente también al PP le parecía que sus sobresueldos B o no pagar impuestos por las obras de Génova eran poco al lado de los servicios patrios prestados.

Ojalá Griñán hubiera añadido que cuando supo lo que había pasado, ya su entonces amigo Manolo le había enmarronado. Que él no podía pensar, cuando veían juntos La guerra de Charlie Wilson en el cine de Plaza de Armas que su compañero de butaca en sus casi 20 años de mandato hubiera alentado o permitido tal estafa o infame laissez faire. Que cuando Chaves se fue de vicepresidente con ZP y le propuso a él presidir la Junta aceptó con la mejor intención y, quizá, algo de vanidad, debilidad extendida y perversa como escribía la hoy cinco veces centenaria Santa Teresa. Y que, aunque él ha afrontado su responsabilidad in vigilando dimitiendo, se arrepiente de tres cosas: de no haberlo dicho en su día expresamente, de perpetuar el dedazo al nombrar a Susana Díaz y de aceptar jubilarse en el Senado-cementerio-de-elefantes.

Chaves, Zarrías, Moreno aún tienen su oportunidad: Que sí, señores, que sí, que las pinzas se van, que cuatro décadas de poder omnímodo te pierden, que te acabas creyendo un genio -¡O el Rasputín de Jaén!- que tu nombre sale en las quinielas para primera presidenta andaluza antes de que la actual fuera ni concejala y es mucha la presión política... que se lo cuenten a Juan Fernando López Aguilar.

No tienen que ser estas hipótesis, se admiten sorpresas. Pero que suenen auténticas. Se harían acreedores de más dignidad, la que implica el respeto. Respetarnos a nosotros y respetarse ellos.

Ah, y una clave en lo que a verosimilitud respecta, desde en literatura a gags de stand-up: para que algo suene auténtico, que contenga buena dosis de verdad.

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