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La libertad es algo que un día te llega

Rosa María Artal

Lo dice una voz sugerente y candorosa, tipo sombra de Grey, en un anuncio de Loterías y Apuestas del Estado. Y vuela la imaginación paladeando esa grandiosa palabra, libertad, que da sentido al ser humano. Pero enseguida un hombre, con tono prepotente, casi fanfarrón, aclara: “No tenemos sueños baratos”. Y ahí sí lo entendemos todo: la libertad y los sueños –para el PP, que gestiona esa empresa, aún con mayoría pública– son el dinero.

Forma parte de un concepto de la vida basado en la riqueza material que prende en numerosas capas de una sociedad sin valores. El dios calvinista ya situó, recién nacido, al dinero entre las virtudes que llevan al cielo, parece que ahora, en la práctica, también el católico. El que abraza ese poder híbrido, ultraliberal, intervenciionista y extremadamente conservador, que nos atenaza. El que lleva todo el día la libertad en la boca y fulmina a quienes la utilizan.

Es cierto que hay pocas cosas más terribles que carecer de los medios para acceder a las necesidades básicas.  Y que, con estas políticas, cada vez más personas caen en esa bolsa de impotencia. El dinero ayuda al bienestar pero es preciso algo más que dinero para lograrlo. Lo más grave es situarlo como eje y razón de la existencia. 

Los sueños “no baratos” de la lotería española pueden llevarte a desayunar en Miami y cenar en las islas Seychelles ¿Y?... Hay una coincidencia plena en que ese placer es efímero, siempre pide más creando insatisfacción y continuas búsquedas.  No resuelve todo lo esperado. Más allá del manido “los ricos también lloran”… Como cada hijo de vecino. Y de que sosiegue más, probablemente, llorar en un hotel de 5 estrellas frente al mar que apeado a palos de tu casa por un desahucio. Algo, esto último, que un Estado social como decía la Constitución es España debería evitar.

La gran falacia es que el dinero da la libertad. Porque exige atesorarlo, mantenerlo y aumentarlo. Y en progresión sin fin. Y ata lo indecible si se prioriza extirpando cualquier escrúpulo. Y cercena. Y traiciona. Y envilece hasta la náusea. Hasta masacrar cualquier último atisbo de decencia, solidaridad o valor humano. Hasta pisotear pueblos enteros y quitarles la comida por poder ir tres veces al día a las Seychelles si tomamos ese ejemplo. O estirarse más la ajada piel del rostro y ejercer un poder sucio y omnímodo.  Hasta llegar a vender por un plato de lentejas –que puede derramarse en el próximo ERE– la vida de millones de personas. Algunos se venden muy barato, eso es cierto.

La ejecución de Grecia como paradigma. Todas las caretas han caído. El triunvirato neoliberal –UE, BCE y FMI– impone su ideología a países soberanos. No es economía, es política. La libertad solo es de mercado, de lucro. Cobrar impuestos a los que nunca los pagaron y a las grandes fortunas, no. Hay que seguir exprimiendo a los ciudadanos. Quitándoles hasta el derecho a la negociación laboral –dato nada  anecdótico– para escenificar que han convertido a los ciudadanos en rehenes del rescate a los bancos. Bochornosa actitud de un Draghi que aprisiona en Grecia a quienes cargaron con el muerto de la quiebra que su anterior empresa ayudó a crear al falsear sus cifras. O de la Angela Merkel inflexible, cuando a su propio país se le condonó buena parte de la deuda, tras haber desencadenado y perdido una cruenta guerra mundial. La de Lagarde, que preside un organismo creado para el fin contrario del que ejecuta. O la de un club, la UE, que asume tanta trampa. La de editoriales, portadas, titulares y contenidos que produce intensa vergüenza ajena leer.

Y todo por qué el Gobierno de Syriza ha enarbolado precisamente la libertad que queda cuando duros poderes te acorralan. Si convocar un referéndum para que las víctimas decidan sobre los nuevos recortes, organiza tal cisma es que algo muy grave falla en la Unión Europea y en la propia civilización occidental. “La libertad es algo que un día te llega”… Cuando es más lo que tienes que perder. Cuando la dignidad emerge del barro en el que te aprisionan.

La libertad es no tener miedo. Superarlo con valentía. Y muchos ejecutores temen hasta a su sombra. A sus traiciones y traicionados. Su sueño es un mal saldo. En cambio, hemos visto perder seguridades por dignidad, múltiples y en todas partes. Desde esa Grecia que se enfrenta en su pequeñez y por supervivencia al monstruo que nos ha crecido en las entrañas, a los héroes cotidianos. En este diario hay más de uno de esos, publicando. Viñetas, por ejemplo. Esos sueños, como la verdad, la justicia o la equidad, no son caros tampoco, andan en otra dimensión que abaratadas mentes no alcanzan ni a entender. Y no es imposible lograrlos.

Una nueva tendencia se abre paso y con gran predicamento mediático: la felicidad es conformarse con lo que se tiene, tragar, aguantar. Aunque implique aceptar chantajes. Sin aspirar a objetivos caros. A lo sumo, a soñar con que “La libertad es algo que un día te llega”… Si compras lotería y sale tu número entre  unos cuantos miles más. “La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”, definía la OMS. Nuestra sociedad refleja numerosos síntomas patológicos.

Parece haber una felicidad íntima e intransferible que depende sobre todo de la propia actitud ante la vida. De la coherencia con uno mismo. Y otra externa a la que influye el entorno.  Filósofos, sociólogos, psiquiatras y psicólogos concluyen que se tiende a ser más feliz en los países con mayor calidad de vida –aunque no sea regla fija–. Y que son esenciales la democracia, la equidad, la libertad y la capacidad efectiva de elegir. La libertad siempre como elemento básico.

La libertad. Como factor de felicidad. De dignidad. No hay dinero para comprarla, no llegan a ella los sueños caros de la lotería, de lo que compra el dinero, de los que precisan humillar a los otros, de la miserable vacuidad. “La libertad, dice el anuncio, es algo que un día te llega”. Y, despistados en el sueño irrisorio, otro te la quitan, la auténtica. No hay que irse muy lejos. Un gobierno similar, en ideología y corrupción, a los que hundieron Grecia se dispone a tapar bocas. En horas entran en vigor en España las ominosas #leyesmordaza del PP, sus códigos para acallar las protestas ante intolerables conductas y acciones políticas.

Que se apañe cada uno con lo que ha contribuido a forjar o no ha sabido ni querido defender. Con lo que merece y condena a los demás. La libertad da alas hasta entre barrotes y permite irse a volar por encima de la basura irrespirable. Adonde no anidan los sueños mezquinos.

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