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Sólo mujeres

Barbijaputa

Jeremy Corbyn, candidato del Partido Laborista de Reino Unido, propuso la semana pasada en una circular crear vagones ferroviarios de uso exclusivo para mujeres como medida para detener los abusos sexuales que se producen en el transporte público de Inglaterra, Escocia y Gales, añadiendo que la propuesta estaba sujeta a la opinión de las mujeres.

Es de agradecer que haya políticos que no miren para otro lado y se involucren en temas relacionados con la discriminación o la desigualdad de género, pero mucho más que se interesen por la opinión de las afectadas y se les deje a ellas debatir las propuestas.

Reino Unido ya tuvo vagones sólo de mujeres que eliminaron a finales de los años 70, y en países como Malasia, México y Japón siguen vigentes. En algunos casos las agresiones han disminuido, pero la medida no deja de ser un parche minúsculo a un barco que hace aguas por todos lados.

Puede que las denuncias por acoso hayan descendido en trayectos dentro del transporte público, pero el hecho de que las mujeres tengan que ir en vagones separados manda un mensaje social claro que va más allá del metro: son las víctimas las que tienen que ser segregadas de la sociedad por su propia seguridad, alejándolas de la convivencia social. Una especie de culpabilización de la mujer mezclada con paternalismo que se antoja, como mínimo, triste y frustrante.

Este mensaje que se lanza a la sociedad con medidas de segregación, no sólo ni recae ni castiga la actitud del sector de la población que provoca el problema, sino que además perpetúa la visión colectiva de la mujer como un objeto al que controlar y poseer, ya que por sí mismas no se valen para vivir libremente. Esta visión se extrapolará a muchos otros ámbitos más allá de esos vagones. Es un mensaje que nos infantiliza y nos dibuja más vulnerables, haciéndonos creer, incluso a nosotras mismas, que necesitamos sitios especiales donde estar a salvo, es decir, eterniza la concepción de que el mundo nos viene grande, el mundo es un sitio donde los hombres no necesitan medidas especiales porque las agresiones que puedan sufrir vendrán, en todo caso y mayoritariamente, de otros hombres.

Ni que decir tiene que al normalizarse el hecho de que en una sociedad es necesario espacios sólo para nosotras, se podría terminar poniendo en cuestión a las mujeres que se nieguen a usar estos servicios, desembocando en la idea de que la que opte por seguir usando espacios mixtos está preparada para el acoso.

La solución al problema de las agresiones sexuales, ya sea en el metro o en un portal, es a largo plazo y pasa por la reeducación y concienciación de la sociedad, cosas que no están en el orden del día de la clase política, al menos de nuestra clase política, por lo que a pesar de lo estigmatizante que pueda resultar la segregación, muchas se rendirán y aceptarán el parche de los vagones femeninos, porque en el fondo ya no esperan mucho más que eso: parches y medidas insuficientes. Porque ya saben que nadie propondrá nunca hacer vagones sólo para quienes ya han acosado, nadie segregará a los acosadores del resto de la sociedad: hacer eso, al parecer, resulta estigmatizante, demasiado duro y nada reinsertivo para ellos. Pero nosotras, al tener ya experiencia en el tema, lo llevaremos mejor.

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