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Genesis P-Orridge, la vida es el mensaje

Genesis P-Orridge

Pedro Bravo

Da igual desde qué esquina de la normalidad uno se asome a las curvas que forman los paréntesis de la contracultura. Casi siempre se acaba encontrando con Genesis Breyer P-Orridge. Arte, música, ocultismo, modificación corporal, chamanismo, trans… Como si fuese el animal de poder de un viaje de ayahuasca, la vida, los milagros y las palabras de P-Orridge pueden hacernos de guía con respuesta para casi todo en nuestro buceo por lo que se oculta bajo la superficie.

Seguro que muchos de los asistentes que vayan el jueves a verla en la sala Arena al frente de Psychic TV lo hacen más por el yo estuve allí que por ninguna causa relacionada con la música. Seguro que bastantes quieren ver a ese hombre que, loco de amor por su mujer, Lady Jaye Breyer, empezó un proceso de transformación llamado pandrogenia para ser como ella, para fusionar los dos cuerpos en uno, y que sigue, tras la muerte de Jaye, tan convencido de la experiencia que habla en primera persona del plural. Seguro que a Genesis le parece estupendo. No hay separación en su caso entre arte y vida. Su existencia es contenido, exhibición, performance, mensaje, exceso, provocación, innovación. Arte, supongo.

En música, Genesis formó parte de Throbbing Gristle, el cuarteto que, de 1975 a 1981, se dedicó a romper en cachitos todo lo establecido hasta ese momento a base de gritos, programación, sampleos antes de los samplers y ruido en general. Previamente había sido el germen y motor de COUM Transmissions, un combo artístico, teatral y musical que estuvo desde el 69 abofeteando la escena artística británica con performances insólitas y sirviendo de canal para influencias como la generación beat, lo psicodélico, la liberación sexual —la de verdad, la extrema— y el ocultismo.

Con Throbbing Gristle empezó lo que ahora se conoce como música industrial. Así lo explicaba Genesis hace un par de años en una entrevista en The Guardian: “Fue un proceso de reducción. Decidimos que no tendríamos un batería porque eso nos anclaría para siempre en la historia del rock. Empezamos golpeando cuerdas de bajo con un guante de cuero para llevar el ritmo. Luego, Chris Carter empezó a construir cajas de ritmo y aparatos raros. Sleazy Christopherson experimentaba cortando y pegando cintas de audio inspirado por William Burroughs. Cosey Fanni Tutti quería tocar la guitarra, lo cual era muy raro por entonces para una mujer. Pillamos una barata pero le pareció muy pesada, así que con una sierra eléctrica le sacamos el exceso de madera”.

Throbbing Gristle también fue un grupo pionero en mezclar con tino provocación y coña marinera. La lió parda en su primer concierto por actuar con un reloj lleno de tampones usados que llegó a ser tema de debate en la Cámara de los Comunes. Su disco de 1979, 20 Jazz Funk Greats (una maravilla menos extrema que lo anterior pero igual de intensa), confundió a unos cuantos incautos por su título y su portada, que parecía normal a primera vista. Sus mensajes eran balazos llenos de sexo impublicable y la lógica de lo extraño. Mucho más peligrosos que los Sex Pistols, casi tan políticos (a su manera) como CRASS.

“El sistema binario va a acabar con nosotros”

Cuando Genesis y Cosey acabaron lo suyo, acabó Throbbing Grisle y empezó, por un lado, Chris y Cosey y, por otro, Psychic TV. Genesis se quedó con Christopherson y reclutó a Alex Fergusson para un proyecto en que el vídeo comenzó siendo casi tan importante como la música y que acabó llevándole, en plena vorágine del acid house, a lo más cercano al éxito que ha estado jamás. Psychic TV fue la continuación lógica de las obsesiones de Genesis, desde su constante posición antisistema (el nombre era una crítica a la voraz televisión) al ocultismo (al tiempo formó una red de ocultistas llamada Thee Temple Ov Psychick Youth), pasando por el sexo pero también por lo espiritual que se traía de sus primeros viajes a Tíbet. La música era diversa, menos bruta que con Throbbing Gristle y tendente al techno que ya se empezaba a escribir con hache. La actitud de los corrientes seguía siendo de asombro y asco: tuvo problemas serios cuando Channel 4 le acusó de abusos satánicos a menores y, aunque se demostró que todo fue una patraña periodística, emigró a Estados Unidos y aún hoy se leen comentarios insidiosos en la red.

Es el miedo a lo distinto que nos impide comprender la realidad. Y la realidad es que Genesis, tan distinto por definición y decisión personal, viene predestinado para dar un mensaje de amor. Ojo a lo que contesta en una reciente entrevista publicada en Clubbing Spain con motivo de su visita: “La humanidad debe reinterpretarse a sí misma. En eso estábamos Lady Jaye y yo cuando ella murió. Debe pensar en una unidad y dejar de pensar en términos de dualidad, de masculino y femenino. En nosotros más que en el otro. El sistema binario va a acabar con nosotros. He aprendido con el tiempo que los humanos formamos un mismo organismo. Somos nosotros. No son ellos. Como un organismo vivo que somos tenemos la posibilidad de ser autónomos, de curar nuestras propias heridas...”.

Se ha dicho al principio del texto: puede que mucha gente haya descubierto a Genesis P-Orridge por su fusión pandregénica con Lady Jaye, retratada en el documental The Ballad of Genesis and Lady Jaye, de Marie Losier, o por sus críticas a Caitlyn Jenner por autoproclamarse portavoz transgénero. Ojalá parte de esa gente sepa ir más allá. Quizá visiten también sus músicas, sus opiniones y sus existencias y descubran en ella y en ellas un mensaje más revelador que el de intelectuales presuntos como Savater o, cuidado que viene una provocación, Zizek. Un mensaje encerrado en una forma de vida que no es otra cosa que un ejercicio de innovación constante.

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