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Las grandes farmacéuticas se desmarcan ahora de la vacuna del zika

Lo niños con microcefalia no consiguen un desarrollo normal.

Raúl Rejón

Aunque el virus del zika saltó a Suramérica, a Brasil concretamente, hace más de un año, su explosión a finales de 2015 y comienzo de 2016 puso al virus en primera línea, especialmente por su relación con malformaciones congénitas en recién nacidos. Las imágenes de bebés microcefálicos otorgaron relevancia al zika. La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la Emergencia Sanitaria Internacional en febrero. Entonces, varios grandes laboratorios anunciaron que se ponían manos a la obra para hallar una vacuna contra el microbio. Ese entusiasmo farmacéutico ha decaído. Mientras, los centros de investigación públicos implicados avanzan en un posible suero.

Entre los gigantes farmacéuticos que se apuntaron a la carrera por la vacuna del zika estaban GlaxoSmithKline, Merck, Johnson & Johnson o Sanofi. A día de hoy, solo este último laboratorio francés parece ir hacia delante. Los otros tres no figuran en la lista de productores que han reportado trabajos a la OMS sobre el zika después de anunciar que iban a estudiar si sus tecnologías podrían servir para desarrollar este producto.

De hecho, un directivo de Glaxo contaba a la agencia Bloomberg que la posibilidad de que las poblaciones desarrollasen inmunidad al virus en los próximos cinco o diez años hacía difícil ponderar cuál sería “el mercado para la vacuna”. Esto ha ralentizado los esfuerzos.

La inmunidad natural a la que se refería el directivo de Glaxo es la que se obtiene por contacto con el virus, como subraya el doctor Amós García Rojas, presidente de la Sociedad Española de Vacunología. García Rojas advierte de que un suero contra el zika “está todavía muy verde, más teniendo en cuenta que las vacunas contra enfermedades que se transmiten por vectores [como ésta que inoculan ciertos mosquitos] son más difíciles. No hay más que fijarse en la malaria”.

Diez estados con transmisión persona a persona

A pesar de que el brote en América no llama tanto la atención como hace cuatro meses, la enfermedad ha seguido expandiéndose. El último informe de la OMS recuenta 60 países con casos de los que 52 presentan contagio autóctono. Diez de ellos han informado de transmisión persona a persona, “probablemente por vía sexual”. En Europa, hasta el 17 de junio se habían contabilizado 838 casos importados, aunque el Centro Europeo de Control de Enfermedades subraya que el recuento “no es exhaustivo” porque no responde a un “sistema de vigilancia sistemático”.

Solo las dudas de algunos deportistas, como las expresadas inicialmente por el baloncestista Pau Gasol sobre su participación en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro (Brasil) en agosto, han devuelto cierto protagonismo al brote. El 14 de junio pasado, en la tercera reunión del comité de emergencia de la OMS, se aseguró que “el riesgo de expansión es muy bajo” debido a que, al celebrarse los juegos en invierno, la actividad de los mosquitos “será mínima”, aseguraron.

Pero fue en esa misma sesión cuando la organización decretó que esta enfermedad supone una amenaza a la salud pública ya que es, científicamente, causa de microcefalia y de la enfermedad neurológica de Guillem Barré. “Ese aspecto es un problema muy serio”, concede el vacunólogo García Rojas. En Brasil, hasta el 11 de junio, se han contado 7.936 casos de microcefalia y otros desórdenes neurológicos sospechosos de estar conectados con el virus. 226 de ellos han sido confirmados por pruebas de laboratorio.

La financiación no aparece

Otro argumento detrás de la pérdida de interés en hallar una inmunización es el recorte a la financiación en la lucha contra la enfermedad. La OMS se quejó al acabar el mes de mayo de que, de los 15 millones de euros que había pedido a los estados, solo había recibido 1,8 millones.

Al mismo tiempo, de los 1.700 millones que la Presidencia de Estados Unidos calculó necesarios para atacar la enfermedad, el Congreso terminó por autorizar un plan de 562 millones que el presidente Barack Obama ha amenazado con vetar por “inadecuado”.

La cuestión es que este producto, de momento, no representa un nicho de negocio a medio plazo. Sin embargo, las iniciativas públicas que se lanzaron a comienzos de año han seguido su curso.

La investigación financiada por el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de EEUU (Niaid) ha informado el 28 de junio de que su investigación con ratones “sugiere que la vacuna humana es posible”. Los científicos aseguran que una dosis de los dos sueros experimentales con los que trabajan proporcionó a los roedores “protección total contra el virus del zika entre cuatro y ocho semanas después de la inoculación”.

Al mismo tiempo, en la misma fecha, el Instituto Butanan de Brasil anunció una colaboración con el Departamento de Salud de EEUU para incrementar la capacidad de investigación de los laboratorios de este ente público.

El acuerdo prevé que el Butanan reciba 2,7 millones de euros para la investigación de una vacuna para el zika con virus inactivos. “La inversión reconoce la excelencia del instituto y nos permitirá continuar con la producción de una vacuna”, ha dicho el director de la institución, Jorge Kalil. La Autoridad para la Investigación y el Desarrollo Biomédicos de EEUU entiende que este esfuerzo ayudará a prevenir las infecciones en Brasil y su transmisión hacia otros países: “La respuesta regional es vital en el mundo interconectado de hoy”, ha justificado su director ejecutivo, Richard Hatchett.

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