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Más crisis, más vulnerables y más fragmentados

Xavier Martínez-Celorrio

Durante 2012 el mercado laboral español perdió 850.000 empleos y generó otros 374.000 expedientados por regulación de empleo. La tasa española de paro se eleva al 26%, el desempleo juvenil es del 55% y unos 150.000 jóvenes entre 25-29 años emigraron al exterior, iniciando la diáspora española de capital humano cualificado que no se detendrá ni con brotes verdes.

En clave interna, estamos acostumbrados a leer la escalada del paro cada trimestre pero apenas sabemos qué nos ha pasado como conjunto, como estructura social, entre los tiempos de bonanza (hasta 2007) y la hecatombe del primer impacto de la crisis en 2009 hasta hoy mismo. Estamos acostumbrados a leer la realidad a partir de fotos-fijas, acumulando un frenesí de malas noticias que apenas dan tiempo para examinar el resultado conjunto y su dinámica.

El debate público y mediático apenas cuenta con la perspectiva longitudinal que nos amplía el foco de visión y conocimiento. Por ejemplo, la economista Elena Bárcena descubrió que un 44% de los hogares españoles fue pobre en algún momento entre 1994-2001, cuando la tasa estática o foto-fija de la pobreza medida en un sólo año era del 20%. La pobreza dinámica era el doble que la pobreza estática. Una realidad que no destacaron en su momento los medios de comunicación ni fue objeto de debate alguno.

Entre 2003-2009, entre esos siete años de éxtasis, depresión y ruptura del España va bien ¿qué trayectorias de clase, de renta, de ascenso o de descenso social han vivido los ciudadanos? Nuestro reciente libro Crisi, trajectóries socials i educació, elaborado con Antoni Marín, aporta resultados que nos permiten conocer mejor la dinámica de la estructura social en dicho período. Hemos estudiado una muestra longitudinal de 1.300 adultos de 25 a 64 años a partir de la única encuesta-panel existente en España, el PaD de la Fundación Jaume Bofill. El PaD encuesta cada año a 2.000 hogares catalanes desde 2002 hasta hoy, acumulando una enorme información que permite el análisis longitudinal de trayectorias vitales, familiares y laborales. Retrata la sociedad fluida.

Los datos llegan hasta 2009, pero nos permiten capturar el mayor impacto de la crisis. El gráfico visualiza la evolución histórica de creación y destrucción de empleo en Cataluña entre 1978-2012. Nunca antes, ni en la dura crisis fordista de finales de los años 70-mediados 80, ni en la poscrisis 92-94, se había destruido en un sólo año hasta el 8,7% de todo el stock ocupado. Fue en 2009, el año que marca el primer abismo, cuando Zapatero negaba su trascendencia como gran recesión hasta que en mayo de 2010 dio un giro político radical, forzado desde arriba, y aún inexplicado.

Gráfico 1. Variación interanual de los ocupados (en %) en Cataluña (1978-2012)

Los cinco años de crisis que estamos sufriendo (2008-2012) suponen el shock más traumático de los últimos treinta años. Hasta 2012, la crisis lleva destruido el 18,8% del total de empleo previo a la crisis, casi anulando todo el empleo creado por la burbuja del ladrillo y retrotrayendo a Cataluña a los niveles del 2003, justo cuando empezó la burbuja. La dinámica de España es muy paralela, habiendo destruido el 17,3% del empleo existente en 2007 y regresando también al horizonte de empleo de 2003. Década perdida y crisis en forma de W con doble recesión y recortes en el sector público que continuarán en este 2013, prolongando la devaluación del bienestar.

En cierto modo, este retroceso pone en evidencia los pies de barro del modelo de crecimiento basado en el ladrillo y el compadreo. Nuestros resultados, en el contexto catalán pero trasladable al conjunto español, capturan el impacto negativo de dicho modelo productivo e institucional en la estructura social y en las condiciones de vida:

Desclasamiento: hasta 2009, el 19% se ha desclasado hacia posiciones de clase más bajas a las ocupadas en 2003 (incluido el paro), el 67% consigue mantener su posición y un 14% conoce el ascenso de clase, siendo sobre todo jóvenes menores de 35 años. Hemos identificado hasta 10 trayectorias desiguales de enclasamiento y 7 trayectorias de desclasamiento, sobre todo protagonizadas por la clase de cuadros y técnicos (42% de descenso de clase), obreros de la construcción (36%), obreros industriales (29%) y pequeña burguesía propietaria (28%). El desclasamiento es obrero y es clase media.

Empobrecimiento y descenso de renta: hasta 2009, el 38% se ha empobrecido descendiendo del quintil de renta respecto al 2003. No significa que todos ellos sean pobres sino que han perdido entre el 27% y el 46% de la media de renta que el hogar tenía en 2003, descendiendo a quintiles más bajos. Por ejemplo, el 47% del quintil medio central (media de 31.000 € netos) se ha empobrecido descendiendo, sobre todo, al quintil medio bajo (con una media de 21.000 € netos). Mientras, el 33% del quintil medio bajo ha descendido al quintil inferior (media de 11.000 € netos). Los saltos descendentes entre quintiles de renta de los hogares alcanza al 38% de encuestados.

Descenso vulnerable más femenino que masculino: el indicador de vulnerabilidad social que hemos construido captura la pérdida regresiva de nivel de renta, empleo y posición de clase. El descenso vulnerable alcanza al 40% de las mujeres y al 31% de los hombres. Ser mujer duplica el riesgo de caer en la vulnerabilidad, tener más de 49 años incrementa el riesgo un 46% y no tener completado un nivel de educación terciaria, aumenta el riesgo vulnerable un mínimo del 29%. Es destacable que el origen familiar de clase no interviene en el riesgo vulnerable, siendo éste más sexista, edista y credencialista que no clasista.

Educación terciaria como nuevo umbral de garantía: los niveles de la educación secundaria (ESO, FP media y Bachillerato) no son suficientes como umbrales que garanticen protección ante el riesgo vulnerable. La crisis eleva hasta los niveles terciarios (FP superior y grados universitarios) un nuevo umbral segregador sobre el resto. Contar con FP superior reduce un 29% el riesgo vulnerable mientras los grados universitarios en ciencias e ingenierías, lo reducen un 75%. El 53% de los nacidos entre 1975-84 ya contaba con niveles terciarios, siendo ya el nivel más masivo y decisivo.

Educación permanente sólo para los más formados: el 60% de toda la formación permanente (ocupacional, de empresa y otras no-regladas) realizada entre 2005-2009 está acaparada por personas con niveles terciarios. El sistema lifelong learning no funciona con equidad ni como segunda oportunidad para los menos formados. Todo un desafío para decisores públicos, empresarios y sindicatos que sigue sin resolverse.

Aumentan las desigualdades sociales: entre 2005-2010 la desigualdad 80/20 en España aumenta un 25% y en Cataluña, un 23%. En España el 20% poblacional con más renta acumula casi 7 veces más ingresos que el quintil más pobre. En 2005 era 5,5 veces más. Con la crisis, Cataluña abandona la media europea de desigualdad 80/20 (4,75), sigue la inercia de aumento española y pasa a ser más desigualitaria que Italia o Gran Bretaña, hecho inédito para Cataluña antes de la crisis.

Gráfico 2. Evolución de la desigualdad de renta 80/20 (2005-20010)

No obstante, Cataluña es un 38% menos clasista que Italia y un 12% menos que Gran Bretaña: es decir, los orígenes familiares de clase intervienen menos en los destinos y posiciones de clase de los hijos en Cataluña que en esos dos países. Dicho de otra manera, la pauta estructural de la desigualdad es más abierta, fluida y circulatoria. Los orígenes marcan o limitan menos en Cataluña pero un 14% aún menos lo hacen en Holanda. Es un hallazgo relevante para medir el grado de clasismo/cierre o fluidez/apertura de la estructura de clases. Este modelo de fluidez social catalana es el que peligra por un bucle formado por la asfixia del modelo de financiación autonómica, la deuda acumulada y los recortes de servicios públicos. De ahí, el auge del soberanismo catalán que ha pillado desprevenida a la sociedad española.

¿Un 43% vulnerable en 2012?: entre 2010-12, el paro en Cataluña ha crecido 7 puntos respecto al 2009. Una primera estimación sumando ese diferencial haría llegar la tasa de vulnerabilidad social hasta el 43% de la sociedad catalana. Ya no podemos hablar de grupos vulnerables fragmentados o de una exclusión social divisible del resto sino que toda la sociedad es vulnerable, afectando al cuerpo central y no sólo a los típicos colectivos extremos. Bienestar devaluado con mayor riesgo vulnerable para casi todos.

Son dinámicas alarmantes y empeorables que no compadecen a Ángela Merkel, que nos recuerda desde Davos cómo aún faltan hasta cuatro años para que la austeridad dé sus frutos. La salida de la crisis se aventura lejana y el escenario pos-crisis nos puede situar en el 2017 con el nivel del PIB del 2007 y con el nivel de empleo del 2003. Una gran recesión traducida en más de una década perdida y una dualización social sellada con el mayor incremento de las desigualdades sociales de la historia reciente. Entre tanto, cunde la indignación y las protestas pero no se sustancia aún una alianza y una alternativa transformadora por parte la izquierda social, el cognitariado y los sectores críticos y creativos del país. Más crisis, más vulnerables y más desorganizados.

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