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La ideología de la generación perdida

Albert Falco-Gimeno / Pablo Simón

En política las etiquetas son importantes. La ideología no sólo ayuda a los votantes a ordenar su escala de valores y prioridades, también les sirve como un “atajo informativo”, es decir, les ayuda a distinguir sin demasiado coste entre aquello que le conviene o no en una realidad política y social cada vez más compleja. En el post precedente, tirando del hilo de la dualidad en el mercado de trabajo, nos centramos en sistematizar diferencias importantes dentro del colectivo de los jóvenes. Como mostramos en un análisis general, dentro de la llamada generación perdida existe una gran diversidad de situaciones profesionales y educativas, luego esperábamos que la crisis les estuviera afectando de manera diferente. Hoy nos queremos centrar en comprobar la distribución ideológica de estos jóvenes de acuerdo con sus perfiles educativo/laboral y, particularmente, compararla con la de los adultos.

Sin ánimo de ser exhaustivos, hay fundamentalmente dos mecanismos distintos que pueden explicar una diferencia en la posición ideológica por razón de edad. El primero es el conocido como efecto ciclo vital. Según este mecanismo, los individuos tienen una determinada posición ideológica cuando son jóvenes pero a medida crecen y tienen más experiencias vitales, ésta se va modificando (recuerden la idea popular pero equivocada de que se es de izquierdas de joven y de derechas de mayor). El segundo es el conocido como efecto cohorte. Según este argumento, la posición ideológica cambia en función de la generación en la que naces porque lo haces inserto en unas instituciones y socialización diferentes. Por ejemplo, la diferencia entre los que nacieron bajo el franquismo y los que lo han hecho en democracia.

En esta entrada no vamos a poder discernir entre los dos efectos para explicar la diferencia joven-adulto pero vamos a hacer un esfuerzo para señalar las diferencias existentes y, particularmente, en qué categorías de joven se radican. Una vez más, hemos tomado el barómetro del CIS del pasado julio para hacer una radiografía general de la cuestión. En el gráfico siguiente se muestran las etiquetas ideológicas en las que se ubican los jóvenes y los mayores.

Como se puede observar, los adultos están claramente sobre-representados en las etiquetas socialista y conservadora. Por el contrario, los jóvenes prefieren más las etiquetas de liberal y progresista, así como otras minoritarias. Esto esboza un puzzle interesante. Una primera hipótesis es que estén cambiando las etiquetas. Tiene sentido que los adultos prefieran las categorías más vinculadas a una connotación tradicional porque se han socializado políticamente cuando éstas eran vigentes. Para la gente que vivió políticamente los 80, tenía sentido denominarse socialista o conservador. Sin embargo, es posible que esas etiquetas se hayan ido volviendo borrosas a lo largo de las últimas décadas y otras hayan ido tomando fuerza para reemplazarlas. Incluso en la propia retórica de los líderes políticos, la izquierda suele referirse a sí misma como progresista mientras que ser liberal ha sido una bandera mucho más apadrinada por la derecha.

Sin embargo, una segunda hipótesis es que lo que estén cambiando sean las genuinas ubicaciones ideológicas de los jóvenes. Esto se cumpliría si el votante empieza a asignar un significado auténtico e independiente a cada categoría. Por ejemplo, en el caso del ecologismo se ve claro que es una dimensión diferente de las demás y que ha crecido entre las nuevas generaciones. Del mismo modo, si para el joven la categoría liberal o progresista quiere decir algo diferente de las de conservador o socialista, entonces estaríamos ante un cambio real en las posiciones. Esta segunda hipótesis, además, también podría conllevar un electorado nuevo con preferencias diferentes, lo que podría traducirse en el voto a nuevos partidos que recojan esas etiquetas.

Es posible que ambos argumentos se den a la vez, y que cambien tanto el significado de la etiqueta como los que se relacionan con ella. Para intentar hilar más fino en la relación entre jóvenes e ideología política, hemos recurrido a la clásica escala ideológica de 0 a 10, donde 0 es extrema izquierda y 10 extrema derecha. Además, no solo hemos distinguido por edad sino también por categoría laboral (PARados; PROtegidos con contrato indefinido; PREcarios con contrato temporal) y nivel educativo (SIN y CON estudios de secundaria terminados). En el gráfico siguiente mostramos la ubicación ideológica de esas categorías.

En su conjunto, el electorado español se mueve más o menos en posiciones de centro-izquierda. En general no hay diferencias muy fuertes entre categorías educativo-laborales, aunque los precarios están algo más a la izquierda y los protegidos más a la derecha. Ahora bien, existen diferencias muy interesantes cuando comparamos jóvenes y mayores según su posición en el mercado laboral. La categoría que se ubica más a la derecha es la de los jóvenes protegidos y sin estudios. Los jóvenes sin estudios obligatorios y con contrato indefinido no solo son el colectivo más conservador de la muestra, sino que también son significativamente más conservadores que los adultos en su misma situación. Sin embargo, lo que ocurre con el grupo de los precarios sin estudios es justamente lo opuesto. Aquellos jóvenes con contratos temporales que no tienen estudios secundarios se ubican como el grupo más a la izquierda y, de nuevo, mucho más que sus homólogos mayores/adultos.

Lo que parece indicar esta foto fija es una polarización ideológica notable dentro del colectivo de jóvenes, mucho más intensa que entre los adultos. Aparentemente la crisis económica está incrementando la distancia ideológica entre los jóvenes en función de su situación y potencial educativo en el mercado laboral. Los jóvenes precarios, ya tengan estudios o no, están muy lejos de los que tienen empleo fijo. Mientras que los precarios se inclinan a la izquierda mayoritariamente, los protegidos sin estudios lo hacen considerablemente más a la derecha. Por lo tanto, no es solo que los jóvenes sean un colectivo heterogéneo ideológicamente, es que además parece que está cada vez más tensionado que los adultos.

En esta entrada nos hemos centrado en mirar la ideología de los jóvenes en España considerando también su situación laboral y educativa. En general se confirma que los jóvenes son ideológicamente distintos que los adultos. Además, hemos mostrado como los jóvenes están notablemente más polarizados ideológicamente que sus mayores, en especial comparando los colectivos con contratación más estable y más inestable. La incógnita ahora es saber si esto se traduce en comportamientos políticos diferentes y diferentes repertorios de participación. En todo caso, se refuerza la idea de que los jóvenes en España están cada vez más polarizados con el impacto de la crisis y eso, necesariamente, tiene implicaciones políticas.

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