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Coaching ante el final de la vida: “Se puede aprender a bien morir”

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Carmen Reina

“Ha llegado el momento de que la humanidad se enfrente al final de la vida con la misma consciencia, dignidad y amor con que se recibe el nacimiento”. Esta cita de Elisabeth Kubler-Ross –psiquiatra y experta mundial sobre la muerte- sirve para sintetizar el objetivo que mueve la acción de un grupo de personas en Córdoba, constituidas en asociación, y que trabaja para desmitificar el tabú que envuelve a la muerte y aprender a restarle tragedia.

Conforman la Asociación Tanatológica ‘La Muerte Dulce’, nacida precisamente de la inquietud ante todo lo que socialmente rodea a la muerte y creada para eliminar prejuicios, supersticiones y, sobre todo, el miedo a morir. Y así, en este particular coaching ante el hecho de la muerte, se trabaja tanto el aspecto más teórico como el práctico. “Los seres humanos somos pura levedad pero tenemos facultades increíbles. Una de ellas es que podemos aprender a bien morir”, aseguran. Y para ello, trabajan en la “consciencia de la transitoriedad de la vida, del cambio permanente y de la muerte como expresión de esto, lo que puede ayudarnos a vivir una vida más plena y libre de miedos, llegando a ese momento final de una manera más consciente y serena”.

Así, de un lado, la asociación funciona como “un espacio de reflexión, de debate, con actividades de sensibilización” entre la población en general, según explica a eldiario.es/andalucia su coordinadora de comunicación, Manuela López. “Sólo teniendo a la muerte presente, enfrentándonos a los miedos, teniéndola como certeza y como algo cotidiano, se puede normalizar en la vida”, indica. Y, en ese sentido, conferencias, charlas y mesas redondas donde participan psicólogos de la asociación intentan irradiar su mensaje ‘normalizador’ frente a la muerte.

“Para aprender a bien morir es necesario empezar a construir una narrativa apropiada desde jóvenes, donde integremos que vida y muerte son conceptos hermanos que se necesitan mutuamente (…): la muerte es parte de la vida, la vida es parte de la muerte”, defienden desde esta asociación que trabaja sin ánimo de lucro y de un carácter laico.

Esa actividad teórica la complementan con acciones en la práctica: han tejido una red de acompañamiento “tanto para los procesos de tránsito (hacia la muerte) como el duelo”, tanto con quienes viven sus últimos días como también con quienes acaban de perder a un ser querido, donde no olvidan el especial trato de los niños que se enfrentan a una pérdida.

“Acompañamos en su tránsito a personas enfermas, sin suplantar a ninguna figura ni familiar ni del sacerdote”, explica Manuela sobre su experiencia. “Con alegría, con mucho amor, se establece un espacio de contacto para que la persona no se enfrente sola a la muerte. Cogerle la mano, mirarle a los ojos, que sienta que le importa a alguien en esos momentos cuando se vaya…”.

Agradecimiento, liberación del miedo a lo desconocido, tranquilidad…. Son algunas de las sensaciones que les transmiten las personas en tránsito hacia la muerte a estos particulares preparadores ante el momento más trascendental. Y también quienes sufren la pérdida por la muerte de un familiar. “La misma soledad puede invadirles porque eran su único vínculo con la vida”, señala Manuela sobre el caso de muchas personas mayores que pierden a su pareja y sufren su propio proceso de duelo.

Y ahí, la comprensión, la empatía y la visión de la muerte como un paso más en el camino de las personas, centran este mensaje para sobrellevar de la mejor manera posible una etapa que, antes o después, cada cual ha de pasar.

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