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¿Qué pasó 'Después de la Desbandá'?

Fotografía de Norman Bethune

Néstor Cenizo

A la masacre que cometieron las tropas franquistas, alemanas e italianas en la carretera que une Málaga y Almería le faltaba un nombre para gritar la historia a los cuatro vientos, para recordar que entre el mar y las rocas murieron despedazados niños, mujeres, hombres, abuelos, no sé sabe cuántos, pero miles, suficientes para que corriesen regueros de sangre tibia en la carretera de tierra. La Desbandá (Rocabolsillo, 2005) le puso un sustantivo simbólico y gráfico a aquella historia de terror. Años después su autor, Luis Melero, ha escrito una continuación de aquella novela, que fue un gran éxito por lo que vendió y por lo que significó. En la continuación, Después de la Desbandá (Ed. del Genal, 2015), Melero cuenta el miedo, el que se sentía aunque las bombas hubieran dejaron de oírse, o quizá por eso.

Dice el autor que esta nueva obra sí es una “novela pensada novela”, y no una investigación, que es el origen de La Desbandá. En los setenta, Melero trabajaba en el extranjero como publicista. Estando en Nueva York entró a una hemeroteca a leer lo que habían publicado los medios estadounidenses sobre Málaga. Allí encontró crónicas que hablaban del “mayor éxodo civil” de Europa, del que él siendo un niño oyó hablar, y luego olvidó, porque aquello “no podía ser cierto” y “había que olvidarlo”. “Entonces me di cuenta de que lo que contaban era cierto y sentí la necesidad de casar mis recuerdos con esa realidad”.

En 1980 volvió de América, investigó en las hemerotecas españolas y no encontró casi nada: sólo una crónica de ABC que festejaba la bienvenida dispensada a los italianos que tomaron Málaga. Perseveró y volvió a buscar fuera lo que no encontraba aquí: “The Guardian o The Times tenían crónicas terribles. ¿Por qué ese silencio en España?”. La respuesta estaba en la carretera, así que alquiló un Dodge Dart y recorrió los bares y ventas, desde La Araña hasta Los Caracolillos. Entrevistó a unos 270 supervivientes, que le contaron que sí, que era cierto lo que escribieron Norman Bethune o André Malraux, lo que Arthur Koestler le contó a Picasso en París. Que aquello fue el horror y que los muertos fueron miles. Que ellos también vieron a aquella niña amamantada por una madre muerta.

Con su cartapacio de testimonios, decidió escribir un ensayo. “Pero yo no soy un ensayista y para hacerlo hay que ser un investigador, muy riguroso. Lo escribí cinco veces y me di cuenta de que eso no iba a gustar a nadie”. En esas estaba, con 1.400 folios escritos en una Olivetti, cuando Manuel Alcántara le dijo que resumiese, porque no era Pérez-Galdós. Del resumen salió una novela, La Desbandá, que puso nombre popular a un episodio enterrado, del que hasta entonces sólo se hablaba en voz baja. Hasta un cómic se publicó el año pasado (Paseo de los Canadienses, de Carlos Guijarro; Edicions de Ponent, 2015).

“Mucha gente no sabe ni por qué se llama La Desbandá”, recuerda Melero. “En una de las casas de La Araña encontré a un pescador, ya viejo y arrugado, y me dijo que esa noche salió su padre a fumar un cigarrillo y le dijo, mira la Desbandá que viene de Málaga”. Ese niño y sus padres se unieron a la larga columna que venía de la ciudad: “Él tenía siete años, iba con su padre y su madre agarrado de la mano, y en un momento determinado sintió que no podía seguir”. Sus padres habían muerto de su mano, tiroteados en una ráfaga de un avión de la Luftwaffe. “Es el caso que mejor recuerdo, porque me ha hecho llorar muchas veces”.

La Desbandá cuenta también la historia de un niño en Málaga, Mani, y Después de la Desbandá explica qué pasó con ese niño cuando dejó de serlo. Muchos, como un tío del propio Melero, se perdieron en el camino y nunca más volvieron.

Melero sigue preguntándose por qué el silencio y cree que la respuesta está en los archivos de la República. Se da por cierto que en noviembre de 1936 Cayetano Bolívar, entonces diputado por Málaga, fue a pedir refuerzos para Málaga, y que Largo Caballero respondió “ni un fúsil ni una bala más para Málaga”. Las tropas franquistas, comandadas por Quipo de Llano, entraron sin resistencia en Málaga la Roja. “Del frente de Monda bajaban sin armas, decían que contraatacaban con piedras”, comenta Melero. Al mismo tiempo, se libraba la batalla del Jarama y con la caída de Málaga el frente se acortó en 200 kilómetros.

Quizá el silencio de la historiografía republicana se explique por la vergüenza. Más fácil es explicar por qué el franquismo calló la matanza de entre 3.000 y 5.000 personas, según los historiadores. También callaban los protagonistas. Cuando Melero le preguntó a Josefina, ésta le respondió que se olvidase de la historia pasada y se comprase un coche. Era 1981, y la democracia estaba de estreno. La resistencia al olvido se venció cuando varios trabajos académicos y las asociaciones por la memoria histórica hablaron a viva voz de lo que hasta entonces se hablaba en voz baja, y una novela le puso nombre al terror: La Desbandá.

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