Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Fanny Rubio: “Desnudar a una adolescente en público es tan grave como tapar a las mujeres islámicas”

Fanny Rubio durante la entrevista.

Concha Araújo

Jaén —

Fanny Rubio (Linares, Jaén, 1949) no quiere hablar de estadísticas de violencia machista: “Eso es el final. Eso es un fracaso. Su óptica -en el curso que ha codirigido sobre acciones preventivas en violencia de género- es la de la cultura. Cree que la intervención social desde el pensamiento es indispensable. Escritoria, catedrática de Literatura en la Universidad Complutense y ex directora del Instituto Cervantes en Roma reclama una vuelta a la pedagogía, la discusión y al pensamiento para frenar la violencia hacia las mujeres.

En ese camino, ¿qué papel juega la literatura?

Hasta el siglo XX, la literatura era un género que intentaba contar por dentro lo que pasaba en el exterior. Intentaba reconstruir a los sujetos más o menos fragmentados. La literatura ayudó mucho -Machado, Sender, León Felipe, Miguel Hernández, Cernuda…- a recomponer al sujeto víctima de una serie de heridas colectivas que tenían que ver con las posguerras. Por ejemplo, La lozana andaluza para resolver con mucho humor la emigración de españoles en el siglo XVI. O El Quijote para reconstruir en el Barroco -que era un mundo de hombres tristes desesperados por la peste, las guerras y la ruina económica- el diálogo perdido. La literatura ha servido para recomponer lo roto, lo perdido, lo traumático…

¿Y en el caso de las mujeres? Pensando en Ana Ozores (La Regenta), Fortunata, Jacinta… que no terminan de encajar en su mundo.La Regenta

Yo creo que en el siglo XIX los novelistas se propusieron tomar como ejemplo a mujeres que tenían un cierto nivel de educación y mujeres que venían del pueblo para explicar los cambios sociales de la segunda mitad del siglo. Fortunata y Jacinta le sirve a Galdós para pasar de la revolución del 68 a la España de la Restauración. Ana Ozores le sirve a Clarín para observar y estudiar la pugna entre la iglesia y el poder civil. O las pugnas entre las clases medias. En el siglo XIX el novelista es un antropólogo social, un estudioso de costumbres y no tiene ningún tabú: habla del alcohol, la droga y todo lo que la sociedad tiene alrededor y se trabaja en relación con el cuerpo social. Por eso ha servido para poner en orden los colectivos humanos y para sacar a las mujeres de los brazos de una iglesia retrógrada, como hace La Regenta, o para pedir la necesidad de la educación de las mujeres, en Tristana, o para resolver los temas pendientes de la historia, como en los Episodios nacionales.

España ha sido clave en toda esta producción...

La cultura ha sido siempre nuestro fuerte, pero llevamos 20 años que también hemos tenido nuestra burbuja, hemos estado con una política de best-seller, con la búsqueda de un tipo de texto cosmopolita o no, y pasando de una literatura de encargo de corte psicológico, abandonado lo antropológico, centrándonos en la primera persona, personajes narcisistas con poco compromiso político hasta llegar a un tipo de novela que sólo entretuviera. Ha habido escritores que nos han hecho pensar pero no ha sido la generalidad. Eso significa que los grandes núcleos de población han ido a lo que se les ha ofrecido. Todo esto ha ido llevando a un punto en el que nuestro país tiene que entretener al norte de Europa, a través de políticas culturales, de construcciones inmobiliarias o de tolerancia extrema con sistemas de cordial imperialismo, para convertir nuestro país en un lugar agradable, de vacaciones eróticas baratas, para eso la cultura tiene que cumplir un papel.

¿Nos hemos dejado llevar, sin más?

No. Hay una minoría de escritores y pensadores que están ahí, pero no son la opción cultural del país ni de las instituciones. Se ha producido un divorcio entre los sectores de pensamiento y creatividad y los de consumo fácil. Yo no creo que la gente decida ver un programa o consumir textos facilones. Hay una inducción, desde hace 20 años, con la instalación de modas pasajeras que van sosteniendo levemente cierta demanda cultural elemental. Ahí, los sectores más frágiles son los que acaban siendo desprotegidos. No entiendo cómo se está desnudando otra vez a las adolescentes y nadie diga que desnudar a una adolescente en público -con esos modelitos que llevan, esas insinuaciones más propias de pedófilos que de moda- es tan grave como tapar a las mujeres en el mundo islámico. Es igual de grave tapar a una mujer que desnudarla. Esto abunda en la idea del país divertido, vacaciones eróticas baratas, casinos encantadores y un lugar de decadencia y abanico de no sé se sabe que figuras ni de qué países ni de qué condición social.

¿Y qué se puede hacer? ¿Cómo actuar en el sistema educativo que controlan los poderes públicos?

Yo creo que el sistema educativo está abandonado desde hace tiempo. Primero porque los profesores han sido arrinconados, han hecho un esfuerzo por vencer los obstáculos que encuentran en los centros, están contrarrestando todo lo que destruye a los adolescentes pero nadie hace una política, por ejemplo, contra el alcohol en la adolescencia. Los docentes espera que las cosas cambien un poco, pero estamos ante un país muy desamparado.

¿Y ya está?

Los políticos están viviendo de la política y ellos tendrán que decidir qué hacer. Yo creo que la política es un oficio muy difícil que requiere mucha discusión y mucho diálogo social, de mucho esfuerzo por parte de todos y también requiere de especialistas. La sociedad civil sola puede decir lo que necesita o lo que piensa, pero no puede generar, ella sola, una opción política. La ciudadanía tiene la voz, tiene la fuerza, tiene la opinión y tiene la experiencia pero no tiene un aparato de estado para crear un sistema alternativo.

Y además está dirigida…

Exacto. Tiene que haber coordinación. Por ejemplo, en el tema del maltrato a las mujeres yo no creo que la solución sea llenar un pueblo de hombres con pulseras; yo creo que tiene que haber un trabajo previo y simultáneo: a medida que se penaliza, tiene que haber un trabajo en los centro de investigación, de formación, en la educación pública: desde las guarderías públicas hasta universidad.

¿El trabajo, ahora, se limita a las estadísticas?

Hay grupos que están trabajando sin presupuesto, haciendo lo que pueden, pero la situación es de tal alarma que no basta con decir que tenemos 29 mujeres muertas. Hay muchísimas más, porque en la estadística no entran los suicidios de mujeres ni el matrato consecuencia de la droga ni el maltrato consecuencia del alcohol ni la depresión.

¿Se pueden cambiar las cosas desde la literatura? Hay más lectores que nunca pero también parece que más violencia.

Se practica mucho la información, pero no es lo mismo que leer. Se busca literatura más superficial que sirva para el momento, una literatura efímera. Hace unos años había muchos libros de autoayuda. La sociedad ha dejado de leer libros que hacían pensar para leer casos particulares de personas que han vivido experiencias difíciles, que es una forma de hablar desde un presente de felicidad, mirar hacia el pasado y compadecer a quienes vivieron en otras épocas. Por ejemplo no tenemos en las librerías novelas de la guerra civil, pero sí de novelistas actuales que hablan de la guerra civil. Es un mecanismo de compensación que alivia al lector contemporáneo que necesita sentirse feliz. Me parece una falsificación de la guerra.

¿Y, con la que está cayendo, una falsificación de la realidad?

Existe alguna producción que está hablando de lo que está ocurriendo ahora, pero es tan fuerte el crack que estamos viviendo que requiere de cierta metabolización. Aún no se puede reflexionar, estamos demasiado en la llama.

¿Los modelos femeninos que hay en la literatura actual son producto de una reflexión sobre un pasado reciente o un mero reflejo de la realidad?

Ha habido un momento en los 90 en el que ha habido personas que han escrito sobre determinados traumas femeninos como la anorexia o la droga, pero la verdad es que el cosmopolitismo nos ha salvado bastante. Las traducciones nos están salvando mucho. Hemos tenido novelistas muy importantes pero en España estamos muy mediatizados por la burbuja literaria, la sucesión de modas un tanto superficiales, la identificación del trauma colectivo no con los novelistas de la guerra sino con la versión de una ficción poco documentada y a la altura de los tiempos posmodernos que no nos ha venido bien.

¿Ha contribuido la mala literatura al clima de violencia?

Se ha utilizado la truculencia como entretenimiento. Me ha recordado al papel de los aviones en las primeras vanguardias: la gente aplaudía cada vez que aparecía un avión hasta que aparecieron los bombarderos de la I Guerra Mundial y siguieron aplaudiendo, no sabían que caían bombas y destruían ciudades. Estamos en un momento muy parecido. Determinadas zonas de población española me recuerdan mucho a Lorca: en el poema La ciudad sin sueño dice ¡alerta, alerta, alerta! Y tenernos que estar alerta porque no basta con mirar la pantalla del móvil. Hay cosas fuera del móvil y del entorno inmediato que te hacen pensar, pero si no piensas, entonces sigues mirando la pantalla del móvil.

Etiquetas
stats