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“En la democracia española la partitura es excelente, otra cosa es que fallen en un determinado momento los intérpretes”

Fusi, en La Térmica de Málaga | La Térmica - José Baez

Néstor Cenizo

Cuando se habla de Juan Pablo Fusi (San Sebastián, 1945) se suele poner el acento en su extraordinario currículum (catedrático emérito de la Universidad Complutense, formación en Oxford bajo la tutela de Raymond Carr, director de la Biblioteca Nacional, autor de libros de éxito tanto académico como general), como en su aspecto de viejo profesor anglosajón, erudito y riguroso en la exposición.

Visita Málaga para presentar su última obra, Espacios de Libertad (Galaxia Gutenberg), donde analiza la cultura española bajo el franquismo, a partir de un recorrido por los intelectuales, revistas, publicaciones o ateneos que crearon esos espacios a partir de mediados de los 50. Fusi es también un especialista en nacionalismo, al que ha diseccionado con rigor de académico en varios de sus libros.

Usted le atribuye a la cultura posterior a los años 60 una labor “formativa en la reinvención de la Democracia”. ¿Podría explicarme esta idea?

Durante mucho tiempo, pongamos desde 1868 en adelante, lo mismo en 1868 que en 1931, en España se identifica democracia con República, y lo que ocurre a partir de los 60 es que a cualquier consideración sobre la forma del Estado se antepone la recuperación de la democracia y se piensa muchísimo más a fondo que antes en qué es la democracia, los sistemas de partidos, los sistemas constitucionales, la organización territorial del Estado… Hay una maduración muy grande del pensamiento español, a partir de finales de los 50 y en los 60, sobre por qué fracasó la democracia en España en ocasiones anteriores y cómo se puede hacer una democracia con ambición de estabilidad y permanencia.

¿En esa labor de reinvención democrática prima la ruptura o la evolución desde el franquismo?

Prima la idea de reconciliación entre las distintas Españas, la idea de reconocimiento de las diferencias regionales y lo que luego se llama en la Constitución nacionalidades y regiones, la idea de un estado autonómico, no definido pero sí el principio de autonomía, y la idea de que lo que importa es la calidad del orden constitucional, y no la alternativa Monarquía o República. Eso conduce más a una idea de reforma que de ruptura con el régimen anterior. Lo que ocurre, y es importante que se diga, es que la reforma que se hace es una ruptura. El resultado es una ruptura con el régimen de Franco.

En los últimos años se ha cuestionado la llamada Cultura de la Transición que acompañó los primeros años de la democracia.

Eso no es ni aceptable intelectualmente. Políticamente que hagan lo que quieran, pero desde el punto de vista intelectual poner en duda la importancia histórica de la Transición, la calidad y la cantidad de la democracia española es una ineptitud, lo diga quien lo diga.

Ha habido un canon en la Cultura de la Transición que ha sobreprotegido a los políticamente correctos, preferentemente de izquierdas y con presencia en los medios. El canon lo ha creado el grupo PRISA y eso es complicado desmontarlo. ¿Qué opina? [Esta pregunta se formula por alguien del público en el coloquio posterior, y la reproducimos aquí porque aclara y complementa la anterior]

Lo que ha dicho usted ahora es verdad. Ese grupo ha dictado el canon español, pero eso no hace malos a los autores. Yo soy partidario del mercado, pero la entrada masiva del mercado en el mundo cultura es demoledora. Yo tengo una propuesta para continuar este libro, con el título La libertad recuperada. Creo que debería llevar los siguientes epígrafes: la recuperación desde La Transición de la Guerra Civil y la represión (todo eso de que la guerra se ha olvidado y no se ha estudiado es una falsedad); examen de conciencia (hay muchos libros de Laín, Muñoz Molina, El Desencanto); libertad creativa (aparecen narradores en los que el gusto ya no es político social, por poner un ejemplo, Mendoza); hay muchos libros sobre España como Estado Autonómico (uno de los grandes temas es qué es España); muchos libros de ética, entre otros Ética para Amador, que responde a la idea de democracia como moral; y mucho escrito y literatura sobre ETA antes de Patria. Ese es el esquema que yo había planteado.

Volviendo a la Transición y las críticas que hoy se le hacen, creo que no se pone en duda su importancia histórica, sino si algunos de sus pactos son inamovibles.

La Transición es una respuesta muy muy consciente a todo lo que hemos llamado el problema español en el siglo XX, que es un estado fallido prácticamente y una democracia fracasada y destruida al mismo tiempo. No solo es que sea fallida como tal sino que hay un levantamiento militar. Y no se ha hecho otra cosa desde los 60, por lo menos por la gente que está en el pensamiento liberal y democrático, que pensar una y otra vez qué ha pasado en España en el XIX y en el XX. Fracaso de la Revolución Industrial, fracaso de la Revolución Liberal, crisis el 98, España como problema, España como preocupación… Todo ese tipo de reflexión identitaria y esencialista que ha sido tan importante, y eso es lo que está detrás de la respuesta que se da a partir del 75-78.

Yo haría la siguiente metáfora: la partitura es excelente, otra cosa es que fallen en un determinado momento los intérpretes. Si usted va mañana a una interpretación y oye un desastre con la Novena Sinfonía, la culpa no la tiene Beethoven y la partitura. La tendrá el director, el coro, el primer violín, el viento, la percusión… La partitura es muy buena, pero hay quien no le interesa la música, no le gusta el auditorio, no le gusta Beethoven y quiere romper la partitura.

¿Cree que hay un componente generacional en estas críticas?

Yo le devolvería la pregunta. ¿Por qué no es así en Estados Unidos? Si aparece Trump o un señor mata a 55 personas en Las Vegas nadie dice que la culpa la tiene la Constitución o el sistema político norteamericano. Gran Bretaña estableció el control directo de la autonomía de Irlanda del Norte desde el 70 hasta el 99; la Cámara de los Lores es hereditaria; no han introducido la elección directa de los alcaldes de Londres y Birmingham hasta 1999; no han dado autonomía a Escocia y Gales hasta 1999; no hay representación proporcional, es cero, son 600 distritos y se los lleva el que gana por un voto. En ese magnífico país tan estable podríamos tener que un partido con 600 votos más que otro se lleve todos los escaños. ¿Y alguien pone en duda que haya un déficit democrático en Gran Bretaña? ¿Por qué en España tenemos que decir si hay ETA que hay un problema con la Constitución o con la democracia española? No lo entiendo.

Cambios generacionales hay en todos sitios, y no veo que en muchos otros sitios están siempre impugnando el ordenamiento último. Que cambien las generaciones y haya otras sensibilidades… Pues gobierne usted con otra sensibilidad, haga unas políticas si gana radicalmente distintas, pero deje en paz la democracia que está bastante consolidada y ha sido durísimo para España, desde 1812, tener un sistema democrático. Me desanima profundamente, porque en el fondo esas críticas son otra vez lo mismo: hacer todo este esencialismo sobre España, en el que parece que siempre estamos al borde del abismo, todo hay que rehacerlo…

¿Se debe mejorar la organización territorial?

No se debe alterar lo que está bien hecho, y aquí por una vez se ha acertado muchísimo. Incluida la Ley Electoral, que es muy buena, la Constitución y su artículo 8, que es premioso y complejo. La distinción que hace entre nacionalidades y regiones es bastante mejor que un Estado federal. Y si no ya lo veremos cuando pongamos un Estado federal, que no va a solucionar ninguno de los problemas, porque las comunidades autónomas podrán tener las mismas competencias pero no son iguales. Hay un elemento diferenciador en Cataluña, País Vasco y Galicia y eso lo tiene que reconocer la realidad constitucional, como lo reconoce la nuestra al hacer esa diferenciación.

¿Cree entonces que la autonómica es la mejor organización territorial posible para España?

No hay opción óptima de organización territorial, salvo que el país fuera muy homogéneo como Portugal. Todos los demás tienen algún problema. Lo que sí le puedo decir es que otras fórmulas exigen lo mismo que exige éste: lo que llamamos en términos federales la lealtad federal. Si no hay lealtad federal no hay posibilidad de organizar nada. En Estados Unidos hay federalismo porque no hay nacionalismos, y no al revés. No hay federalismo que aguante un desafío tremendo de tres o cuatro estados nacionalistas.

Creo que nuestra fórmula va un paso más adelante por la diferenciación que hace. En País Vasco tenemos un concierto económico y un pasado foral, que nada tiene que ver con el mundo federal, y por tanto un nacionalismo como el vasco va a exigir siempre algún tipo de diferenciación por su propio pasado y por lo que llaman derechos históricos.

¿El café para todos fue un error?

 [Duda] No me atrevo a decir que fue un error. Diría, si se quiere, que pudo ser un cierto espejismo, más que error. El argumento de ese momento era que no vamos a satisfacer a Cataluña, País Vasco y Galicia, porque hay una realidad más compleja en la organización territorial del Estado, que hay que abordar en su totalidad. Y no es una invención del 78. En el siglo XIX, por no hablar de la II República, ya se planteó en dos o tres momentos la idea de hacer regiones, además de hacer las provincias en 1833 (que han funcionado muy bien en la organización territorial). Estaba implícito incluso en el decreto de 1833 la idea de región y sobre eso se vuelve varias veces, porque siempre se consideró que entre estado y provincias tendría que haber un organismo intermedio.

Así que volviendo a su pregunta, no es invención y la diferenciación catalana, vasca y gallega, que en parte es cultural, me parecía necesaria. En el año 78 hay una cierta ilusión de que hay que ir más lejos que simplemente autonomía selectiva, que había que ir a la generalización. La idea es más solidaria y generosa que la del 31. Por cierto, que Azaña siempre dijo aquello de “las autonomías de estufa, esas no las queremos”. Se refería a las improvisadas, que no han tenido entidad histórica, que no han tenido unidad administrativa nunca. Azaña tenía la idea de primero Cataluña, luego País Vasco, luego Galicia y luego ya se verá. Esa es una frase muy significativa de lo que piensa el hombre que encarna la Segunda República, que fue una autonomía selectiva. Con el modelo de la República siempre presente, en la Transición vamos a una generalización de las autonomías porque la selección es injusta para el resto de las regiones.

¿Se utiliza la historia como arma arrojadiza?

Reconozco que se utiliza y siempre se ha utilizado. Evidentemente, tengo la humilde pretensión de que los historiadores queremos hacer una visión crítica del pasado. Nosotros pensamos que lo que hacemos se aproxima más a la verdad que la pasión política inmediata. La política de hoy es la historia de mañana. Lo que ustedes están escribiendo en los periódicos, los editoriales, los comentarios, los historiadores de mañana lo utilizarán como fuente. Evidentemente hay un divorcio entre la pretendida objetividad del historiador, o por lo menos aspiración, a quien se supone políticamente desinteresado…

¿Se supone? ¿Hay una historia aséptica?

No debería preguntarme eso, porque usted sabe que hay una historia aséptica del imperio romano. Otra cosa es que no sea completa porque no tenemos todas las fuentes del día a día. La historiografía desde finales del XVIII ha conseguido en casi todos los países ha conseguido unas cotas de verdad y objetividad comparativamente notables. No digo que absolutas porque la verdad es siempre provisional. De eso no tenga la menor duda. Lo ha sido en ciencia salvo algunas verdades incontrovertibles, pero se han dicho cosas porque durante un determinado tiempo la evidencia ha apuntado en una dimensión, y luego nueva evidencia ha hecho revisar aquello que se creía incontestable. También ocurre eso en historia: las verdades son en general provisionales: nueva evidencia, nuevas preguntas que se pueda hacer alguien no invalida necesariamente lo que podríamos estar nosotros diciendo ahora de un determinado país, simplemente pone el énfasis en otras cosas.  

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