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Sincretismo irreverente en pleno centro de Sevilla

Rorro Berjano

Alejandro Ávila

El New York Times tuvo la ocurrencia de llamarlo el Soho sevillano. Entre residencias de ancianos, pubs de toda la vida y una palpitante vida nocturna, florecen tiendas de moda, cervecerías artesanales y galerías de arte. Es la céntrica calle Pérez Galdós. Allí, en un edificio modernista del arquitecto José Espiaude con un siglo de historia, se abre paso la galería de aires urbanos Delimbo.

Este ha sido el espacio elegido por el artista extremeño Rorro Berjano para dar rienda suelta a su imaginación con su exposición Santos, difuntos, diex et fetiches, donde “funde la cosmología afrocubana con el graffiti, la decadencia de la sociedad de consumo o el imaginario de los ídolos caídos”. Y es que si hay algo que caracterice la obra expuesta en Delimbo es la transgresión y la ironía, donde se entremezcla la crítica irónica a lo valores tradicionales con la veneración totémica a ciertos objetos.

Desde la pintura sobre lienzo o metal reutilizado hasta la cerámica, pasando por esculturas (como, por ejemplo, una guadaña que gira), la obra de Berjano sorprende con su profusión de colores y mensajes eclécticos. “Sufro de horror vacui intravenoso. Utilizo objetos que me regalan o que encuentro en el mercadillo del Jueves como punto de partida para mis obras”.

Berjano habla del poder totémico de los objetos frente a un enorme mural en el que se mezclan pinturas y esculturas suyas de todo tipo. Hay desde iconos de su infancia, como las gorras de los Chicago Bulls o la de los Raiders, hasta botes de pintura industrial o huesos. Todo de barro y entremezclado con pinturas facturadas sobre todo tipo de superficies, guantes de boxeo incluidos.

El folklore caribeño está muy presente en cada rincón de la galería. Exvotos llenos de humor cuelgan de la pared, ya que a Berjano lo mismo le vale una chapa metálica que el mencionado guante de boxeo con el fiero rostro de Mike Tyson. “Siento fobia por los objetos geométricos perfecto, me gusta lo imperfecto. Por eso me gusta trabajar sobre chapas de hierro imperfectas y jugar con la idea de los exvotos que uno puede encontrar en cualquier iglesia de México”, explica.

“Mezclo el folklore caribeño con toques pop”, abunda mientras señala un divertido exvoto de un skater que le agradece a la “virgensita (sic) de Guadalupe” que “cuando el skate salió despedido sin control y yo precipitándome al vacío, milagrosamente antes de caer al piso (suelo) de cabeza me encontré un colchón en mi espalda que le salió andando calle abajo a un repartidor de colchones”.

La religión, ya sea con fines satíricos o como reflejo de la cultura popular, está muy presente en la obra expuesta por Rorro Berjarano. En animismo y el cristianismo se funden por obra del sincretismo, mientras el artista aprovecha para lanzar una mirada ácida a la nueva religión: el mercado de consumo, inundando con decenas de marcas una cruz de grandes dimensiones con un cristo crucificado.

“Trato de mezclar lo personal con lo social. En esta obra reflejo el culto al petróleo y el ladrillo con una mirada satírica. Me gusta contar verdades, pero no hacerlo de una manera tétrica, sino irónica. Creo en el humor, pero no me gusta que el arte se convierta en un chiste. El arte nunca lo es”, asegura mientras le desgrana a este periodista obras pretendidamente irreverentes que desde hace años (por no decir décadas) abundan en las ferias internacionales de arte contemporáneo.

Berjano concluye la visita a su exposición ante un enorme cuadro inspirado en el barroco mexicano. El enorme óleo sobre un lienzo de formas imperfectas es una mezcla imposible de elementos de la cultura pop como el Darth Vader de la Guerra de las Galaxias o las gorras de los Yankees con esqueletos de ecos centenarios y mensajes imperecederos propios de la época medieval: Nemine Parco (a nadie perdono).

La exposición Santos, difuntos, diex et fetiches permanecerá abierta hasta el 10 de septiembre en la Galería Delimbo (Calle Pérez Galdós, 1).

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