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Situación desesperada en un banco, pero con final feliz

Protesta en una sucursal de BBVA en Jerez de la Frontera.

Francisco J. Jiménez

La presión ha tenido premio. Una familia ha tenido que presentarse en la oficina de BBVA donde contrataron su seguro de hogar para conseguir que el banco dé el visto bueno a hacerse cargo de los desperfectos sufridos el pasado 9 de diciembre en su vivienda, que salió ardiendo y que ahora necesita una importante reforma.

Han sido casi dos meses de reclamaciones constantes y la entidad bancaria no ha dado su brazo a torcer hasta este viernes, después de que Antonia Jiménez y su hijo, Ramón Pizarro, acudieran con otros familiares y amigos a la sucursal de la avenida de La Serrana en Jerez de la Frontera (Cádiz) diciendo que o les arreglaban el asunto o se quedaban allí el tiempo que fuera necesario.

Exigían que se cumpliesen las cláusulas de la póliza y que el seguro se hiciera cargo del alquiler de otra vivienda mientras se llevaban a cabo las obras de reparación. Hasta el momento se habían encontrado una burocracia que se había eterna mientras que tenían que vivir de la caridad. “Lo estamos pasando muy mal. Estamos viviendo gracias a los familiares, dormimos en casa de mi madre con colchones en el suelo y con ropa que nos dan. Es muy duro estar así cuando llevamos muchos años pagando una hipoteca y un seguro de la vivienda”, contaba ella visiblemente emocionada.

Los clientes del banco se solidarizaban con la familia y eran muchas las muestras de apoyo durante toda la jornada. También encontraban la comprensión de los trabajadores de la sucursal, que hacían que la situación fuera lo más llevadera posible dentro de un orden. “Hemos entregado tres informes manifestando la indignación que sentimos y sólo pedimos que nos arreglen la vivienda de alquiler. Sólo nos han ingresado mil euros y estamos viviendo de mala manera por culpa del seguro. Si no metemos presión se pasan la bola unos a otros y nos quedamos igual”, expresaba su hijo.

Desde BBVA no se quería hacer ninguna declaración y todo hacía pensar en que la familia pasaría un largo y tortuoso fin de semana en el pequeño habitáculo del cajero automático de la sucursal a consecuencia de un cortocircuito que nunca olvidarán, pero cuando menos lo esperaban, llegó la solución. Pasadas las dos de la tarde, y después de que la situación se hubiera empezado a conocer a nivel social, desde BBVA se les comunicó que aceptaban las peticiones. Se harán cargo de la indemnización para hacer frente a la reforma de la vivienda, que asciende a unos 40.000 euros según se ha presupuestado entre el continente y el contenido (ropa, camas...). También se le abonará el alquiler de otra cosa y asumen la cata que deberá realizarse en la vivienda incendiada para comprobar su estado.

“Estamos muy felices ahora, pero realmente es una pena tener que llegar a esto para que una aseguradora haga lo que tiene que hacer. Estábamos dispuestos a llegar a donde hiciera falta para defender nuestros derechos y animamos a las personas a que también lo hagan para frenar los abusos”, manifestaba Ramón Pizarro. Un final feliz a una pesadilla.

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