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Susana Díaz mide sus fuerzas y pone a prueba su capacidad de maniobra en Ferraz

Susana Díaz: "Antes de sentarnos a negociar, Pablo Iglesias tiene que renunciar a su referéndum vinculante en Cataluña"

Olga Granado

“Nosotros lo que queremos es ganar elecciones”, ha dicho este lunes la secretaria general de PSOE-A, Susana Díaz, cuando entraba en la reunión del comité federal que ha marcado las líneas rojas de la formación de cara a la investidura del presidente del Gobierno de la Nación y ha evidenciado la división del partido. En realidad, la también presidenta de Andalucía ha encajado en su discurso esta frase que en distintas reuniones del partido ha salido de boca de otros dirigentes que ven en ella la única posibilidad de que puedan ganar en España, e incluso se lo han trasladado, en un contexto en el que se han reeditado los cortejos para que opte a la secretaría general del PSOE que ya vivió en mayo de 2014 con el relevo de Alfredo Pérez Rubalcaba tras su fracaso en las elecciones europeas.

Susana Díaz tenía entonces el respaldo de los máximos responsables del partido en Madrid, Aragón, Canarias, Valencia, Castilla la Mancha, Cantabria, Navarra y La Rioja -varios han cambiado- que la reclamaron para que optara a la secretaría general. Entre ellos estaba el secretario general en La Rioja y ahora número 2 de Pedro Sánchez, César Luena, con esta manifestación hace año y medio: “Me gustaría que Susana Díaz diera un paso al frente”. Cosa que no explicita en estos momentos, igual que también han cambiado de posicionamientos otros, continuando como más fieles los barones de Castilla la Mancha y Valencia.

Lo que no midió hace año y medio tan bien Susana Díaz -o sí- fue que Pedro Sánchez no quería ser un secretario general de transición en espera de un mejor momento para la baronesa o uno de lo suyos. Ese mejor momento pasaba por ganar unos comicios como candidata -y lo consiguió con el adelanto de las elecciones autonómicas el 22 de marzo- y encima pudo sumar otros tres triunfos en las urnas desde que es secretaria general del PSOE-A. Porque su partido ha cambiado un ciclo de tres derrotas electorales a manos del PP por cuatro victorias consecutivas en las europeas, autonómicas, municipales y generales. De lo que no puede presumir ningún otro referente de su partido y además preside la comunidad autónoma más poblada y lidera la federación del PSOE con más militantes cuando el partido no levanta cabeza a nivel nacional mientras soporta bocados importantes de Podemos que ella ha podido esquivar mejor en Andalucía y, cuando no, ha demonizado a los de Pablo Iglesias.

Le une a esto el haber podido llevar un Gobierno en minoría que no tiene los problemas que soportan otros, incluidos compañeros de partido, toda vez que su alianza con C's se ha mostrado tan eficaz como parecer su socio sin serlo y le ha permitido pasar su última prueba de fuego con la aprobación de los presupuestos de la Junta de Andalucía para 2016, siendo la primera y única comunidad autónoma que lo ha logrado. Y como tercer logro: haber cosido las heridas del PSOE-A que presume de cohesión tras haber pasado por etapas de divisiones muy costosas.

Por eso, año y medio después, sin dejar de cuidar su presencia como voz autorizada en los grandes debates del país y donde tampoco ha renunciado a marcar distancias con Pedro Sánchez cuando le ha venido bien, Díaz mira hacia Ferraz y ya no se la oye decir tanto eso de que “mi compromiso está en Andalucía”. Es más, este lunes, entendiéndose también que se está hablando de conformar el Gobierno de la Nación, ya se expresaba con otros horizontes: “Lo que me importa es mi país”. Lo que no quiere decir que esté dispuesta a pelear ya por la secretaria general del PSOE, pero sí a prepararse el terreno más favorable, para lo que es clave que Pedro Sánchez no sea presidente.

En este sentido, lo que en realidad ha hecho Susana Díaz desde que se conocieron los resultados de las elecciones generales del 20 de diciembre, y los que la animan en esta carrera, es tejer el discurso de cómo va a pactar el PSOE con quien busca romper la unidad de España, en referencia a Podemos. No ha sido la primera en decirlo y Pedro Sánchez nunca ha dicho que lo fuera a hacer. Desde el 20D, noi apostó por que Pedro Sánchez fuera presidente, tal y como quedó de manifiesto cuando en la primera reunión de la ejecutiva del PSOE-A el 21 de diciembre dijo que su sitio era “la oposición” y marcó sus dos directrices en la política de pactos: ni con el PP ni con Podemos, en lo que se entiende como un primer posicionamiento para la negociación.

Tres días claves de declaraciones y lo que pasó desapercibido

Tras su primera reunión postelectoral, en concreto con Mariano Rajoy el 22 de diciembre, Sánchez diho que el PP tenía el “no” del PSOE pero más allá iba a “explorar todas las opciones”. El líder del PSOE ya declaró días antes de las elecciones generales -lo había hecho en otras ocasiones- que rechazaba “totalmente” un referéndum sobre la independencia de Cataluña: “No queremos que los catalanes voten para la ruptura, sino para el pacto”. Lo manifestó el 19 de diciembre en foro Barcelona Tribuna, organizado, entre otros, por La Vanguardia.

Después de la ejecutiva ejecutiva federal del 21 de diciembre para valorar los resultados del 20D, sí se pudo oír a Antonio Hernando, portavoz parlamentario del partido, recordándole a Pablo Iglesias, líder de Podemos, que no podía “imponer su santa voluntad” con esas líneas rojas y le recordaba que “una y mil veces” el PSOE ha proclamado que defiende la unidad de España y una reforma constitucional para un mejor encaje de Cataluña y del resto de las comunidades autónomas.

Y el 23 de diciembre era el propio Pedro Sánchez en el que abundaba en hasta qué punto estaba dispuesto a “explorar todas las opciones”, dejando claro que no era a toda costa. De hecho, reiteraba su rechazo a la propuesta de Podemos de que haya un referéndum en Cataluña al asegurar que “el derecho a decidir es el de todos los españoles”. Y advertía: “El PSOE no va a aceptar que se trocee la soberanía nacional”, haciendo hincapié en que la solución a Cataluña pasa por la reforma constitucional.

Sin embargo, lo que ha trascendido es que esta línea roja se la ha puesto un grupo de barones liderados por Susana Díaz en una arriesgada operación contra el mando. Cabe recordar que el 22 de diciembre, en la reunión con sus diputados en el Parlamento de Andalucía, a la vez que Pedro Sánchez se veía con Mariano Rajoy, Susana Díaz le cerró todas las posibilidades pidiéndole que se quedara en la oposición votando que no a la investidura de Mariano Rajoy o quien fuera del PP y sin pactar con Podemos. Lo que venía a ser lo mismo que decir que la única opción es repetir los comicios o esperar combinaciones tan improbables como que Podemos permita la investidura del PP con C's -que “por responsabilidad” no lo ha rechazado de plano pero solo no puede- o que este último partido lo haga con los nacionalistas de Cataluña.

Pero no fue ese día cuando trascendió que su negativa a pactar con Podemos no dependía de una venganza por lo que le habían hecho sufrir para su investidura, sino que la justificaba por lo del referéndum. Esta posición no se conoció hasta que la cadena Ser emitió el 24 de diciembre un adelanto de una entrevista que emitiría íntegramente el Día de Navidad, en la que Susana Díaz declaró sobre Podemos: “Ha puesto sobre la mesa la unidad de España, una cuestión que para nosotros es intocable”.

No es la primera vez, pero sí la más trascendente, en la que Susana Díaz contrapone su opinión con la política de Pedro Sánchez en materia de pactos. Ya lo hizo tras las elecciones municipales del pasado 24 de mayo cuando el líder abogó por pactar con todos menos con Bildu y el PP, y ella dijo que en Andalucía se vería cada caso. Y esto ha formado parte de una serie de encontronazos desde que Pedro Sánchez es secretario general, con Susana Díaz midiendo su capacidad de influencia en Ferraz y con un Pedro Sánchez dispuesto a competir para renovarse en el cargo.

En este contexto hay tres escenarios que manejan en el PSOE-A. El primero, contra el que lucharán a toda costa, que Pedro Sánchez fuera investido presidente, lo que cada vez parece menos probable, pese a que Pablo Iglesias ha dejado en segundo lugar su exigencia del referéndum centrándose estos días en otras “prioridades”. El segundo, que Mariano Rajoy sea investido presidente por muy complicadas que sean las combinaciones posibles y por tanto que Pedro Sánchez tuviera que liderar la oposición, lo que permitiría a sus críticos prepararse para un relevo en una previsible legislatura corta. El tercero, que se ve más problable, es que no haya ningún tipo de acuerdo y sea necesario repetir las elecciones generales, lo que para el PSOE-A pasa necesariamente por precipitar su congreso y también buscar otro candidato.

Por eso es tan importante el rechazo a que Pedro Sánchez posponga el congreso del partido a la primavera, cosa a la que Susana Díaz se niega, porque él podría ganar tiempo a su favor. “El congreso será cuanto toque, como marcan los estatutos”, insiste la presidenta de Andalucía. Lo que más le interesa, y en lo que la respalda su equipo, es que si irremediablemente hay que repetir los comicios, lo mejor es el congreso cuanto antes. Otra cosa es que Susana Díaz vaya a optar a la secretaría general del PSOE, especialmente si tiene que pasar por el trago de unas primarias con militantes, cosa que intentaría evitar a toda costa, porque en realidad no está recogido en los estatutos.

Por todo ello, está por ver si esta vez el PSOE tendrá de nuevo un líder nacido en Andalucía, lo que no ocurre desde Felipe González, quien precisamente en los últimos meses ha eliminado sus asperezas hacia Susana Díaz, incluso para el cierre de campaña del 20D. “Somos la federación más importante. Y hemos ganado sin paliativos”, insiste un histórico del PSOE-A quien agrega que “quizá es el momento”. Desde el histórico Ramón Lamoneda, desde 1936 a 1944, y Felipe González, entre los 70 y los 90, el PSOE no ha vuelto a tener un secretario general nacido en Andalucía. Igual que en una única ocasión ha ocupado el considerado número 2: la secretaría de Organización que ostentó en el mismo periodo Alfonso Guerra, que también fue hasta 1997 vicesecretario general, cargo que luego eliminó el partido. En cambio, desde 1999, el  PSOE-A ha tenido la presidencia: primero con Manuel Chaves (hasta 2012), relevado luego por su sucesor en Andalucía, José Antonio Griñán, y desde 2014 por la que presidenta hasta entonces del PSOE-A Micaela Navarro. Pero éste es un cargo honorífico, que ni siquiera Susana Díaz ha aceptado pese a que se había convertido en tradición que el presidente de Andalucía lo ostentara.

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