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Sobre este blog

El 4 de diciembre fue tan contundente como sorpresa causó en quienes creían que Andalucía no le ponía color ni bandera a su identidad y a su deseo de libertad y democracia; un grito a su identidad y a su deseo de libertad y democracia. Aquel 4 D de 1977 cientos de miles de hombres y mujeres sacaron de sus casas todo aquello que fuera blanco y verde, banderas, aunque aún no habían florecido como a partir de aquel día, y telas y hasta trozos de colchón rayados como alguna foto inolvidable nos recuerda.

Pero fue un clamor tan alto y claro como orgulloso: Andalucía había recuperado una autoestima que la historia reciente había intentado anular con políticas de desprecio, ignorancia, ninguneo y silencio.

Los perfiles que aquí aparecen son algunos de aquellos nombres que tejieron con su obra, su voz, su actitud esa recuperación del orgullo de una tierra que siendo culta había pasado por ignorante, siendo rica había sufrido la pobreza, siendo valiente había quedado amordazada por el miedo.

No son todos pero son algunos de los imprescindibles a los que debemos agradecimiento y que los sentimos como nuestros, nuestros mejores, aquellos que además de una lección popular de inteligencia y serenidad, acompañaron a Andalucía en su camino a recordar lo mejor de sí misma y a prometerse que nunca nadie jamás volvería a humillarla.

Porque nos sobraban, nos sobran, los motivos para sentir orgullo.

Mercedes de Pablos (Directora de la Fundación Centro de Estudios Andaluces, colaborador intelectual de este site)

Antonio Gala: Viva Andalucía Viva

Amalia Bulnes

Asegura su secretario personal que “hablar de Andalucía es lo que más le puede gustar a don Antonio”. Es una conversación tan breve como ceremoniosa, cargada de bellos formalismos y gestos de cortesía que sorprenden en este tiempo de postverdad donde la corrección política no se corresponde, paradójicamente, con las normas de educación que ordenan y dan sentido al entorno del escritor. “El señor Gala está prácticamente retirado de la vida pública”, prosigue, amable, el asistente del autor andaluz más leído de las últimas décadas, para explicar su silencio ante los requerimientos que nunca cesan en torno a su compleja personalidad: una figura sin duda poliédrica de la que hoy destacamos uno de sus planos quizás menos transitados, su andalucismo militante.

Porque, si bien ahora Gala ha recuperado ese espíritu silente del que fuera Cartujo durante un breve periodo de su vida, no siempre fue así. Su compromiso cívico, su voz crítica y su conciencia social, apegada a la tierra, convierten a este cordobés nacido en Brazatortas (Ciudad Real) en uno de los autores más completos e inabarcables de su generación. Poeta, dramaturgo, novelista, ensayista, articulista, guionista de cine y televisión, y, además, personaje público que con la pluma como afilado estilete se ha convertido también en un agitador social y un fustigador de conciencias desde todas las tribunas mediáticas a las que se ha asomado durante los últimos sesenta años.

De Antonio Gala no sólo debe conocerse su obra literaria: la popularidad de sus novelas, la carga erótica de su poesía amorosa y el éxito de sus piezas teatrales; sino que ahora que se acerca el 40º aniversario de aquel trascendental 4 de Diciembre andaluz, es un acto de justicia arrojar luz sobre el Antonio Gala más combativo, el de la responsabilidad social y el activismo político. “A veces olvidamos su perfil cívico, su firme compromiso ciudadano a favor de las libertades, de los derechos civiles de Andalucía, de cuya bandera autonómica formó parte desde mucho antes de que existiera la autonomía, cuando a nuestra comunidad se le negaba incluso el derecho a ser por sí, por España y por la humanidad”, escribía hace un año el periodista Juan José Téllez como director del Centro Andaluz de las Letras, institución que eligió al cordobés como Autor Andaluz del Año en 2016.

En esto coincide José Infante, gran conocedor del intelectual y del hombre, faceta esta última que Gala se ha reservado para el disfrute de solo unos pocos elegidos. Desde su irrupción en el panorama literario del país en 1959, cuando se le concede el Premio Adonáis, España descubre “a un escritor que habría de convertirse en una de las personalidades literarias más destacadas de la segunda mitad del siglo pasado, un decidido renovador del teatro y un hombre público que con su controvertida personalidad ha trascendido el terreno natural y minoritario de los literatos hasta llegar a convertirse en un fenómeno sociológico. Porque en el caso de Antonio Gala, ese fenómeno le ha acompañado en gran parte de su carrera literaria y le ha supuesto un grado de popularidad infrecuente en un escritor en nuestro país”.

Viva Andalucía viva

Viva Andalucía vivaDentro de este gusto reivindicativo “que ha criticado siempre a unos y a otros”, y que ha creado opinión con una extraordinaria lucidez, es clave y fundamental su defensa de los ideales andaluces y andalucistas. Su “testamento andaluz” -nombre además de un poemario musicado en 1994 por Manolo Sanlúcar- podría resumirse en un discurso que, casi cuarenta años después, es historia viva de Andalucía, y que es un prodigio de clarividencia, justicia histórica y belleza formal.

Hablamos de su célebre conferencia de inauguración del Congreso de Cultura Andaluza que se celebró en la Mezquita de Córdoba el 2 de abril de 1978, tan vigente en muchos de sus párrafos y que terminó con ese mítico ‘Viva Andalucía viva’ que pronto se convirtió en el clamor con el que la comunidad se reivindicó a España y al mundo.

Al pasear por los paisajes sentimentales de este discurso y sus zonas de reivindicación y denuncia, uno descubre que Antonio Gala “eligió Andalucía como patria profunda y, al mismo tiempo, se situó en el mismo plano que cuatro siglos antes escogiese Miguel de Cervantes, el del ras de suelo, el de abajo, el de aquel que escribe en la complicidad de quienes nunca tuvieron voz en las tribunas del poder absoluto”, asegura en un emotivo artículo el director del CAL.

Pongamos como ejemplo algunos de los pasajes más brillantes:

Andalucía se halla largamente cansada de no recibir respuesta a sus entregas de ahorro, de mano de obra, de consumo, de infinita paciencia; cansada de enriquecer, con su emigración y su turismo, al común del país, sin que tomen en serio sus problemas; cansada de que, como ella es tan fulera y tan dada a las vanas palabras, se le quiera curar el cáncer con aspirina y con mercurocromo. Andalucía está cansada de premeditados desaciertos. Cansada de ser desde hace siglos tierra de conquista que se reparten los conquistadores o colonia que explotan los de fuera dándoles un pirulí condesciéndete a los hijos de los colonizados. Andalucía es, sí, la “Bella Durmiente”. Pero una “Bella Durmiente” se muere o se despierta. Son demasiados años los que lleva dormida; demasiados, los que lleva aguardando ese beso de amor, justamente lo contrario de lo que ha recibido. Y el despertar sin vueltas ha de suceder ¡ya! ¡Ya ha sucedido! Yo he apoyado mi oído en el corazón de nuestras gentes y sé que late con alarmante irritación. Yo conozco a mi pueblo, porque le pertenezco y él me asume, y se que está muy harto, que le duele la cal de los huesos de ver a la que ama mal vestida y hambrienta, con lo tibia, lo hermosa y bien dotada que lo hizo Dios un día.

O bien:

Andalucía hoy, esta misma tarde, se está poniendo en pie para que sus reivindicaciones no sean más postergadas, ni sea desatendida su agonía. Para que cuanto dio a España, no ya en su historia, lo que es inconmensurable, sino ayer mismo, se tase con justicia. Para demostrar que su destino no es suplicar que la desarrollen, sino conseguir que la dejen desarrollarse sola. Andalucía hoy se está poniendo en pie no para reclamar atrasos de cuentas impagadas ni esperar que le abonen intereses de préstamos, sino para comparecer con voz y voto en la reestructuración compleja de la patria, en la mudanza de posiciones desiguales entre regiones que tantos siglos, juntas, han conformado este cajón de sastre que se llama España. Porque a pesar de todo, Andalucía no es partidaria de los separatismos, sino de las recíprocamente respetadas y respetables autonomías. Andalucía hoy, se está poniendo en pie para que sus reivindicaciones no sean más postergadas, ni sea desatendida su agonía.

Gala, periodista

Gala, periodista

A este texto -que debería ser lectura obligatoria en nuestro sistema educativo-, por cuanto supone de resumen de lo que fueron los andaluces y lo que aspiran a ser, así como de retrato de un momento histórico absolutamente clave en la construcción del ideario andaluz sobre el que se ha levantado la comunidad autónoma, se suma también la intensa actividad periodística de Antonio Gala. Aquí encontramos al Gala que no ha dejado de defender los intereses de Andalucía, siempre desde la búsqueda de la belleza a través de la palabra, pero también en su vertiente más lenguaraz, la que le hace hablar sin ambages ni eufemismos. El autor sabe que su fuerza le viene del contacto con la tierra y con sus gentes.

“Gala ha escrito mucho sobre Andalucía. Su auténtica pasión por esta tierra le lleva a observar, vivir, meditar, recordar… ese suelo que siempre, directa o indirectamente, aparece en su producción teatral, poética, novelística o periodística, porque no puede evitar la herencia cordobesa y andaluza. Sabe captar la realidad, aprehender el ensueño, rememorar el pasado y sentir el presente. Y es que le gustan su tierra y sus gentes, su forma de entender la vida, su peculiar humor, su manera de hablar, su soledad; ahora bien, es precisamente esta pasión la que le conduce a una actitud crítica, de lucha, de denuncia. De ahí que en sus artículos encontremos junto a un tono gozoso y esperanzador, otro amargo, duro y crítico. Siempre le ha preocupado su pueblo y para él traslada todo un mundo con distintos acentos en los que la poesía es el hilo conductor”, explica Ana Padilla Mangas, doctora en Filología Hispánica, quien ha realizado una selección de textos de Antonio Gala sobre su ciudad de acogida en ‘Córdoba de Gala’ (editorial Almuzara, 2017).

Lo resume en apenas unas líneas el intelectual y el hombre, el niño de la guerra y el hombre atemporal: "Es en la vieja insistencia del olivar y en la vieja insistencia de las olas donde mejor me encuentro… Siempre que voy a Andalucía voy con temblor, porque en ningún otro lugar he sido tantas veces feliz y desdichado" (Antonio Gala, ‘Itinerario andaluz’).

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El 4 de diciembre fue tan contundente como sorpresa causó en quienes creían que Andalucía no le ponía color ni bandera a su identidad y a su deseo de libertad y democracia; un grito a su identidad y a su deseo de libertad y democracia. Aquel 4 D de 1977 cientos de miles de hombres y mujeres sacaron de sus casas todo aquello que fuera blanco y verde, banderas, aunque aún no habían florecido como a partir de aquel día, y telas y hasta trozos de colchón rayados como alguna foto inolvidable nos recuerda.

Pero fue un clamor tan alto y claro como orgulloso: Andalucía había recuperado una autoestima que la historia reciente había intentado anular con políticas de desprecio, ignorancia, ninguneo y silencio.

Los perfiles que aquí aparecen son algunos de aquellos nombres que tejieron con su obra, su voz, su actitud esa recuperación del orgullo de una tierra que siendo culta había pasado por ignorante, siendo rica había sufrido la pobreza, siendo valiente había quedado amordazada por el miedo.

No son todos pero son algunos de los imprescindibles a los que debemos agradecimiento y que los sentimos como nuestros, nuestros mejores, aquellos que además de una lección popular de inteligencia y serenidad, acompañaron a Andalucía en su camino a recordar lo mejor de sí misma y a prometerse que nunca nadie jamás volvería a humillarla.

Porque nos sobraban, nos sobran, los motivos para sentir orgullo.

Mercedes de Pablos (Directora de la Fundación Centro de Estudios Andaluces, colaborador intelectual de este site)

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