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Con el maltrato “hacer la guerra en solitario no sirve de nada”

Tres componentes de la asociación, junto a la hija de una de ellas.

Francisco J. Jiménez

El miedo de ver cómo le hacen daño a un hijo, el terror por encontrarte al maltratador a pocos metros, una sensación de angustia que no termina de marcharse. Un grupo de mujeres de Cádiz que han sido víctimas de la violencia machista le han plantado cara a su calvario y se han unido en una asociación que lleva por nombre Las Desamparadas.

El objetivo es hacerse notar ante las instituciones públicas, pero sobre todo la idea es ayudar a otras mujeres que han pasado por lo mismo. Que tengan el asesoramiento necesario y también el calor que sólo le puede dar quien sabe realmente lo mal que se pasa en esta situación. 

Este colectivo buscará la colaboración desinteresada de abogados, psicólogos y trabajadores sociales para poner los medios y que no se repita lo vivido por ellas. El objetivo final es poder vivir dignamente y sin miedo.

Rosa es la presidenta de Las Desamparadas y explica que es fundamental acoger a las víctimas de la violencia machista porque “muchas al principio no se atreven a ir solas a Servicios Sociales, a un psicólogo o a un abogado. Hacer la guerra en individual no sirve para nada. Hemos ido mil veces al Instituto de la Mujer, a la Fundación de la Mujer, a Servicios Sociales y nada. Cuando fuimos unidas al Pleno del Ayuntamiento logramos que a las víctimas de la violencia de género nos subieran al 90% para las ayudas del alquiler”.

Ella está divorciada y todavía tiene una ordenación de alejamiento en vigor de 500 metros y su ex se encuentra en busca y captura. Tiene dos hijos y reconoce que una situación así “no se les pude ocultar porque por desgracia lo han vivido y han estado en manos de psicólogos”.

Su hija Beatriz va a cumplir 20 años y ahora vuelve a sonreír, pero recuerda con pavor su experiencia: “Es terrible ver que te pegan a ti, a tu madre y a tu hermano. He estado con tratamientos y lo he pasado muy mal, pero se sale adelante gracias al apoyo de la gente que te quiere”.

Rosa se gana la vida vendiendo en un mercadillo y saca fuerzas de flaqueza para liderar un proyecto que se encuentra con muchas trabas y que le ha llevado a estar muy decepcionada con el alcalde de la ciudad, José María González, Kichi (PCSSP). “Aquí todo el mundo se quita el marrón de encima. Del Ayuntamiento nos mandan al Instituto Nacional de la Mujer y allí nos dicen lo contrario. Entre unos y otros, no encontramos salida ninguna. El alcalde desde el primer momento nos decía que teníamos su apoyo, pero no ha sido verdad. Cuando lo necesitamos, no está. Nosotras no queremos vivir de la caridad, sabemos la situación que hay en Cádiz y siempre se amparan en que no hay dinero, pero sí lo hay para otras cosas”.

El pasado mes de julio se anunció desde el Ayuntamiento de Cádiz que las mujeres maltratadas contarían con una ayuda municipal para el acceso a una vivienda. Hasta la aprobación de esta medida, su situación puntuaba junto con otras igual que para el resto de usuarios de asuntos sociales en la baremación para las ayudas municipales al pago de alquiler, llegándose al máximo del 90% dependiendo del caso. La idea era romper la dependencia económica hacia el maltratador.

“Cuando me dan los bajones pienso que todos quieren hacerme daño”

María del Mar, otra de las componentes de la asociación, consiguió dejar a su ex después de comprobar que no sólo le pegaba a ella, sino también a su hija mayor. “Eso ya no lo podía consentir”, dice. “No llegué a denunciarlo, lo eché de la casa porque no podía más y al final él hizo su vida y yo la mía. Lo veo todos los domingos en el baratillo y vive muy cerca de mi casa, pero nos llevamos bien ahora. Yo ahora estoy casada y aunque a él al principio le molestó, me respetó”.

Está parada, igual que su marido, y necesita ayuda para sacar adelante a sus tres hijos. “Si no fuera por el tema económico yo ahora sería feliz, pero eso se lleva dentro. Una situación así no se termina de superar, cuando me dan los bajones pienso que todos quieren hacerme daño”.

En Cádiz, como en otras ciudades, el riesgo de exclusión social es grande entre las mujeres que han sufrido maltrato porque carecen de medios para empezar de cero. Es el caso de Milagros, que tuvo que dejar su casa por un desahucio el pasado 4 de febrero. “Estuve cuatro días en casa de mi hermano, pero ahora estoy durmiendo en la calle con dos hijos y un nieto de 16 meses. Lo mismo duermo en un cajero que en una casapuerta. En el Ayuntamiento me dijeron que me buscara yo la casa y que después me ayudarían con el alquiler, pero voy a las inmobiliarias y cuando digo que voy por Asuntos Sociales me dicen que no porque no pagan”.

A sus 38 años ha vivido dos maltratos y ya tiene claro que denunciar es fundamental para poner freno al abuso. “Yo lo denuncié, pero al día siguiente la retiré por miedo a las represalias de que le pudiera pasar algo a mis hijos y a mi nieto. Es un sinvivir, vivo a base de pastillas. Voy por la calle con temor a encontrármelo y ahora siento mucho haber retirado esa denuncia.  Le digo a las mujeres que pasen por esto que no duden en denunciar porque si no, se acabarán arrepintiendo como yo lo he hecho”.

A pesar de los dramas personales, desde esta asociación se quiere mandar un mensaje de esperanza. Muchas personas que han pasado por esta situación se están poniendo en contacto con ellas para saber qué pasos deben dar. No quieren que las administraciones las vean como un colectivo rebelde que fuerza el sistema. Sólo piden la ayuda necesaria para iniciar una nueva vida.

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