Es uno de los rostros más reconocibles del cine español. Pocas, como ella, tienen un currículum tan extenso en el que se mezclan películas de los directores más consagrados (como José Luis Garci o Almodóvar) con óperas primas por las que le gusta apostar especialmente. Nos damos un paseo por la trayectoria de Ana Fernández (Sevilla, 1965) y tomamos con ella la temperatura al sector en Andalucía.
Desde la mujer que fue en 'Solas', de Benito Zambrano, hasta la que acaba de interpretar en el corto de terror 'Horizonte', de Aitor Uribarri ¿Cómo se hace para mudar de pieles sin dejar de ser Ana Fernández?
Soy actriz. Intento acercarme a los personajes y eso es fantástico. Por eso elegí este trabajo. Pero también hay cosas de mi propia personalidad porque no dejo de trabajar con mi cuerpo, mi mirada, mi energía... pero lo fascinante es que juego con todo esto intentando ser otra.
¿Crees que has interpretado ya el papel por el que serás recordada por la historia?
Para mí no se trata de eso. Cada personaje tiene algo que te hace aprender, ser mejor actriz y ser mejor persona. Creo que todavía hay muchas mujeres interesantes por ahí en las que puedo meterme y ellas meterse en mi piel. Creo que nuevos trabajos interesantes tienen que aparecer. Espero que aparezcan.
¿Cómo se desintoxica de ciertos personajes?
Con el tiempo. Depende de los rodajes: si he tenido un personaje muy intenso, que he preparado de forma potente, termina el rodaje y me llevo el personaje a casa. A veces, paso un par de semanas pensando en el personaje al terminar un rodaje. Sueño con lo que he hecho, me despierto pensando que he podido equivocarme en alguna escena, la veo a ella siendo ella y al mismo tiempo yo.... es un poco esquizoide. Pero eso se va pasando y, como ya lo sé, pues dejo que pase el tiempo, sin más, y que termine esa sensación de tristeza y melancolía. Pero no son sólo los personajes, cuando acaba un rodaje, todo el equipo con el que has compartido tanto tiempo y de forma tan intensa, de repente, ya no está y es como una pequeña muerte, un pequeño duelo.
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