El día más corto de la guerra más larga

A las dos serán las tres, avisaba la víspera el telediario. Paradojas del calendario, el anunciado anuncio de Susana Díaz de que será candidata al liderazgo del PSOE se ha producido en el día más corto del año -sólo 23 horas- y en medio de una de las guerras por el poder más largas que se recuerdan en el partido. A las dos serán las tres, y donde había dos candidatos oficiales, ahora ya son tres. O no, porque con la entrada oficial de Díaz parece confirmarse, si cabía alguna duda, que en esta carrera Patxi López está cada día más arrinconado, prácticamente fuera de la pista. 

El multitudinario mitin de la andaluza en Madrid, toda una demostración de músculo político, establece un nuevo punto de arranque, el último, en estas interminables primarias que se decidirán en mayo. Algunos dirán que el pistoletazo de salida se dio cuando Pedro Sánchez anunció su candidatura en Dos Hermanas. Otros, en el sangriento comité federal del 1 de octubre en el que fue defenestrado. Algunos más pensarán, y no les faltará razón, que la batalla se inició mucho antes, quizá en el momento mismo en que Sánchez fue elegido secretario general en 2014, con el imprescindible apoyo de su ahora enemiga. Y habrá incluso quien diga que todo comenzó, si nos fijamos bien, cuando Griñán la nombró su sucesora en Andalucía, aquel día de julio hace casi cuatro años. Einstein ya nos enseñó que el tiempo es relativo, y en política todavía más.

Para todos el reloj está en marcha, pero con diferentes velocidades. Para Susana Díaz corre muy rápido, estos dos meses se le van a hacer muy cortos porque a estas alturas esperaba encontrarse un rival deprimido y sin fuelle, pero se lo encuentra en el pico de su popularidad. Para el ex secretario general es al revés, no está claro si el tirón de su mensaje ha tocado techo o cuánto puede ser su potencial de crecimiento de aquí a mayo. Con la entrada tardía de la andaluza, el saque y la iniciativa -y con ellos la atención mediática- van a estar al menos durante un buen tiempo de su parte. Si Sánchez pudiera, iría a las urnas cuanto antes.

Hasta ahora, la batalla del relato ha estado de parte del madrileño. El discurso redondo del “no es no” frente a Rajoy, de las bases contra el aparato, de izquierda frente a derecha, del futuro frente al pasado ha calado de manera profunda entre muchos militantes desencantados y enfadados. De momento, las encuestas le favorecen, y aunque seguramente hay pocos sondeos menos fiables que los que se están haciendo (ni siquiera se pregunta a los militantes, sino a votantes), no deja de ser significativa su aparente unanimidad. Los argumentos de su campaña los repitió ayer en Valencia: “Solo hay dos opciones, el PSOE del siglo XX o el del siglo XXI; el de la abstención a Rajoy o el que quiere la militancia y los votantes; un partido de izquierdas, creíble y autónomo”.

Díaz es consciente de la fuerza de este relato y por eso en Madrid llamó a los militantes a votar “sin rencor ni resentimiento”. Frente a la munición enemiga, la presidenta andaluza opone poderío orgánico y apoyo de la mayoría de líderes territoriales, se proclama heredera de los avances sociales y las victorias de González y Zapatero y promete un PSOE que “vuelva a ser lo que era”. Pero la pieza clave de su arsenal, también redonda y difícil de esquivar por un rival humillado repetidamente por los votantes, es otra: su demostrada capacidad para ganar elecciones. “Quiero que este partido vuelva a ganar, quiero gobernar desde la victoria”. Si uno habla mirando sobre todo a Ferraz, la otra lo hace con la vista puesta ya en La Moncloa.

En sus mítines paralelos de ayer -tú a Madrid, yo a Valencia- ambos prometieron lo que van a tener muy complicado cumplir: devolver la unidad, la fraternidad y la ilusión a un partido roto, crispado y desmoralizado. Mientras, el tiempo corre, sin que esté claro si el tic-tac de este reloj al que ayer robamos una hora es el del despertador que desperezará al socialismo como alternativa de Gobierno, o la cuenta atrás hacia su definitiva decadencia.