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Destituyentes y deconstituyentes

Errejón advierte de que "hay 705 políticos investigados que hay que conocer antes del 24M"

Javier Aroca

En una conversación corta con Íñigo Errejón -intercambiábamos opiniones sobre la encrucijada andaluza-, se nos coló la idea de los procesos destituyentes. Íñigo es un tipo afable, amable, da gusto conversar con él; a esas virtudes añade la de una solidez intelectual y política muy poco al uso. Es de agradecer su frescura. No sólo me ha hecho pensar en la destitución política sino en la idea de hegemonía que tanto le debe atraer. Me tuve que remontar a la sobremesa de unos espaguetis con almejas en San Remo, tras una Festa de l'Unità, hace muchos años, para recordar un entonces acalorado debate sobre destitución y hegemonía. Errejón te revierte joven recordando viejas ideas. La de destitución es muy querida en el movimiento político al que pertenece. Tomada con fuerza en Latinoamérica, viene a decir, en resumen, que puesta la ilegalidad e ilegitimidad del poder, alienado de sus propias obligaciones, incluso constitucionales, aliado con intereses ajenos al pueblo, con el poder financiero y económico principalmente, procede su destitución, como principal objetivo de todo demócrata de abajo, dirían. Con Franco lo veíamos claro, hablábamos de ruptura, de impugnación del poder: perdimos. Aquel poder dictatorial había que destituirlo pero simultáneamente era urgente constituir otro poder, democrático, alternativo. En parte se hizo.

Podemos es una formación potente en ideas políticas, al menos en su dirigencia; otra cosa es cómo llegan a sus bases. La idea destituyente me sugirió el atasco de Andalucía. Podemos quiere acabar con el poder allí establecido, “el régimen”, que dirían los que no consiguen democráticamente cambiar la correlación de fuerzas, la derecha no amable que alborozada celebra cada fracaso en la investidura, considerados un escarmiento a la soberbia de Díaz, ignorando que la mayor cura para la soberbia política es perder unas elecciones. Pero si, como dicen los teóricos, todo poder constituyente implica uno previo destituyente, supongo que se ve claro también que todo proceso destituyente debe conllevar otro constituyente. Si destituyes, ¿qué constituyes? Si no permites que haya un gobierno, ¿qué gobierno alternativo quieres? . O permites un gobierno o formas otro gobierno, salvo que pienses que se está mejor sin gobierno o gobernar desde el Parlamento. Lo segundo es una aberración de la separación de poderes; lo primero, una experiencia pasajera, con ejemplos en Italia o Países Bajos, divertida pero que no deja de ser una anécdota o patología que no el principio de ninguna revolución. Ni Togliatti lo hubiera defendido.

De todas maneras, Podemos no tiene fuerza en Andalucía para destituir. Son quince diputados y nada de hegemonía en la sociedad civil (de hegemonía me gustaría hablar también con Íñigo). Eso implica un peligro, confundir un proceso destituyente con el filibusterismo parlamentario, es decir, el obstruccionismo. Además, corres el riesgo de que te surjan extraños compañeros. En el caso de Andalucía, otras fuerzas no destituyentes sino deconstituyentes. Hablo de Ciudadanos o del PP, empeñados, en su neoliberalismo extremo, en la deconstrucción del estado constitucional, con sus conquistas y sus principios, muchos aún sin cumplir. Pero hay algo más: se destituye un poder ilegítimo. Sin embargo, en Andalucía se han celebrado unas elecciones, el pueblo ha hablado. Que no haya gobierno es renunciar, por otra parte, a una de las herramientas parlamentarias más poderosas para la destitución, a saber, la moción de censura, la gran fortaleza de los minoritarios para domeñar al poder que no se quiera mover o incumpla en esta legislatura sin estrenar.

En esa tesitura veo a Podemos, sin cuyo concurso y discurso los partidos tradicionales no se hubieran movido. Entiendo que hay que cambiar, pero no estamos en la zona cero de la democracia. Se han hecho cosas y muchas. Yo hablaría de proceso reconstituyente. De dar vino duro y yema de huevo a nuestra convivencia frágil, acosada por la mayor de las corrupciones, la de las ideas y las instituciones.

Podemos tiene grandes pensadores. Son jóvenes pero transversales. Otra cosa es si tienen o no grandes intérpretes tras el casting apresurado para formar equipos que ganen el poder. Íñigo me recuerda al joven Mozart, un gran compositor, aunque me da la impresión que en su periferia se desafina con estruendo.

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