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A FAVOR de la corrupción

Imagen de Tomás Iglesias

María Iglesias

La victoria, con aumento de votos y escaños, del PP en estas Elecciones 26-J, repetición de las del 20-D, siendo legítima es preocupante porque evidencia que la corrupción no es castigada por los electores en España.

Ya se veía que los casos Gürtel, Púnica, Taula, Brugal, Ritaleaks, Noos, Acuamed, papeles de Panamá, el reparto de sobresueldos y pago en B de la sede de Génova restaban poco apoyo al partido de un Rajoy que envió el SMS de “Luis, sé fuerte”. Pero ahora, tras la publicación de las grabaciones del ministro del Interior conspirando contra políticos independentistas con el director de la Oficina Antifraude de Cataluña, los mismos responsables del PP se han visto sorprendidos por un respaldo social tan mayoritario.

La ciudadanía española está dispuesta a pasar por alto más escándalos y más graves de lo que la cúpula del Partido Popular podía imaginar. ¡Qué caras tendrían ayer, cuando el recuento avanzaba, Rita Barberá, Francisco Granados, Luis Bárcenas, Jorge Fernández Díaz... o Rajoy! A este, en el festejo del balcón de Génova, ni le salían las palabras en un discurso, “el más difícil de su vida”, cuajado de “Eh, eh, oye, oye” y frases como “Me dicen aquí que recuerde que hemos ganado las elecciones. Pues sí, las hemos ganado”.

Los electores no se equivocan, se retratan. Y han elegido poner su destino en manos, no de un partido de derechas, como Ciudadanos, sino de uno acusado de financiarse irregularmente durante décadas gracias a un sistema de mordidas a empresas. Es decir, derivando dinero público a sus arcas y a las cuentas en Suiza de ciertos cabecillas. Un partido, además, que usa el aparato del Estado para desprestigiar a sus adversarios. Si a los votantes nada de esto les parece mal, será que actuarían igual.

La honradez no es un valor en nuestra sociedad. Cotizan más el dinero y el éxito. A cualquier precio. Cambiar eso -si se logra- no será tan rápido como la metamorfosis del 15-M en Unidos Podemos. En dos años “históricos” -como bien dijo Pablo Iglesias- se ha pasado de carecer de representación parlamentaria a 71 diputados. Pero se ha transitado también de un movimiento social horizontal, de los de abajo vs la casta, a un partido jerarquizado con un líder que abraza la socialdemocracia como signo de madurez, renegando de los orígenes de enfant terrible.

Se ha renunciado a hondas señas de identidad por razones estratégicas, para ganar. Sin embargo, no sólo no se ha alcanzado la victoria, sino que se han mantenido exactos los escaños y los votos han bajado. Se perdió la oportunidad de apoyar un ejecutivo del PSOE, siquiera por abstención, y ahora está más lejos un Gobierno del cambio.

El PSOE va a usar, lógicamente, este hecho para desgastar a Unidos Podemos. El bipartidismo ha resistido, incluso se ha reforzado respecto a los últimos comicios. Habrá que analizar las razones y hacer autocrítica si se aspira a una transformación del país que aumente la calidad democrática del sistema y las exigencias ciudadanas.

En Unidos Podemos se ha subestimado al PSOE, partido marcado por los ERE y las inercias de cuatro décadas de turnismo. Andalucía, pese a la victoria también aquí del PP, el 26-J- es muestra paradigmática para entender la relación del socialismo con una parte esencial del tejido progresista:

  • Para empezar, el PSOE ha sabido imbricarse con el territorio de modo que mucha población siente que le debe los avances en educación, sanidad, servicios sociales, ocio y cultura.
  • Además, hay una franja amplia de burguesía izquierdista, que participó en la Transición, que fue posibilista y cedió principios -como el republicanismo- que sigue temiendo, ¡40 años después! que una opción más roja provoque una reacción furibunda de la derecha.

La situación de España, incluso en la actual crisis, no es la de Grecia. La clase media considera que tiene bienestar y propiedades que preservar o perder. Las encuestas han sido una útil herramienta al servicio del amedrentamiento.

Que ciudadanos más jóvenes no compartamos estos miedos políticos o económicos, que los critiquemos y culpemos de la obstrucción al cambio, no sirve para conjurar el temor.

Tampoco ayuda la imagen de las hordas del PP, enardecidas en Génova, cantando “Yo soy Español, español, español” como si la otra mitad del país no lo fuera. Encarnando a esos “buenos” frente a “los malos” de los que ha hablado en campaña Rajoy. A los que ayer mismo se refirió en un susurro a su equipo que amplificó el micro.

“Por suerte en España han ganado los demócratas, la libertad y los derechos de la gente”, acabó diciendo, a boca llena, el presidente en funciones de todos los españoles.

La democracia gana, independientemente del partido que venza, siempre que se vota y obedece el dictado de los electores. Pero el sufragio universal no es el único requisito de un sistema democrático. Y un país en que la defensa de la unidad sirve de tapadera a toda irregularidad, donde el miedo pesa tanto, impide sacar pecho, es más, sonroja a cualquier demócrata.

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