Salir de la crisis, con los pies por delante

Pues a lo mejor es cierto que ha llegado el fin del ciclo económico y que estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades, como predican desde sus púlpitos mediáticos y políticos las fuerzas vivas (y vivales) de nuestra sociedad. Y que ahora toca refundar el capitalismo, a favor del capitalismo, por supuesto, que es el único sistema que puede sacarnos de la gran recesión en la que nos hemos metido por el ansia viva de tener una casa y vacaciones.

Así, conscientes de sus gravísimos pecados, las gentes ya están resignadas a que las despidan para sanear las empresas; a que les bajen el sueldo para que el patrono tenga liquidez para afrontar la difícil situación; a que les aumenten las horas de tajo, para ser más competitivos y, en fin, a que sus convenios colectivos queden al nivel del sector algodonero de Alabama, para mayor gloria de las clases emprendedoras, y por ende, de la propia España.

Además, para mejor apuntalar la recuperación, casi nos tienen convencidos de que hay que vender al mejor postor escuelas y hospitales, suprimir la dependencia, reducir las becas y ayudas sociales y recortar las pensiones, que somos cansinos hasta para morirnos.

Dado que mi bien trabajada ignorancia abarca también (y sobre todo) el campo de la economía -sin llegar a los extremos de Montoro- no diré que no lleven razón y asumiré que estamos llegando al acabose, aunque metidos en esta tesitura, deberían los mercados y las autoridades competentes (inquietante conjunción de palabras) desistir de apretarnos tanto las tuercas, no vaya a ser que, ya puesto, el pueblo soberano decida que hasta aquí hemos llegado y volvamos a la casilla uno, a aquel esperanzador año de 1978, en el que todo fue posible, aunque al final fuese y no hubo nada, como bien se ha podido demostrar. Y que si hay que revisar, a lo mejor conviene repasarlo todo, desde la ley electoral a la hipotecaria, la financiación de los partidos o la mismísima Monarquía, pasando por la financiación de la Iglesia Católica. Y la libre empresa.

Porque cuando la gente empiece a salir a la calle, como en días recientes en Granada o Sevilla con las huelgas de la basura, a lo mejor los que acaban quemados no son sólo los contenedores de mierda, sino los partidos y las instituciones, y perdonen la redundancia.

Que conste que en Andalucía tenemos la ventaja de que a la coalición de Gobierno PSOE-IU todavía le suena quién era Keynes, que no es un equipo de fútbol inglés, como al PP pudiera parecer, sino un señor economista que fiaba muy poco de los mercados y apostaba por la intervención pública para generar prosperidad. Otra ventaja añadida es que trasladado Arenas Bocanegra a más altos desempeños en Madrid, el PP tampoco tendría que ser un problema, que el bueno de Zoido bastante tiene con que le quede lustrosa la próxima Feria de Abril.

Todo ello dicho con respeto, aunque dando la razón a Beatriz Talegón, la joven socialista que en la reunión de la Internacional Socialista celebrada en Cascais, sacó los colores a sus mayores, recordándoles de donde vienen, a quién representan, a dónde tienen que ir y, sobre todo, que es muy feo que vivan en hoteles de cinco estrellas mientras hay miles de pobres criaturas a los que los bancos y los jueces están echando de sus casas, cuando los encuentran vivos. Es verdad que así saldremos de la crisis, aunque también lo es que muchos lo harán con los pies por delante.