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¿Suicidio político o jugada maestra?

Rajoy reúne el 8 de enero a la cúpula del PP en pleno debate sobre el aborto

Ángela Cañal

¿Le merece la pena a Mariano Rajoy la profunda convulsión, tanto social como dentro de sus filas, que han provocado las leyes del aborto y de seguridad ciudadana? ¿Qué espera conseguir el Gobierno con un giro hacia la derecha que lo aleja de los votantes de centro, aquellos que lo catapultaron hacia la mayoría absoluta dos años atrás? Los analistas están divididos: unos opinan que buscar refugio en el ala más conservadora es un suicidio político y otros lo consideran un movimiento astuto para conservar el poder. Pero puede haber más posibilidades.

1. Miedo a la pérdida del voto conservador. A consecuencia de la crisis y de los recortes sociales, el PP da ya por hecha la pérdida del espacio de centro que le dio la mayoría absoluta en 2011. Su preocupación ahora es conservar su base social, la situada más a la derecha, y que en estos momentos está muy molesta con el Gobierno por su gestión del conflicto soberanista de Cataluña y la anulación de la doctrina Parot a los presos de ETA. Esta es la hipótesis más extendida entre los analistas políticos. Muchos creen –también dentro del partido- que, con esta estrategia, el PP está dilapidando sus opciones de renovar su mayoría. Recuerdan que en España ningún partido ha gobernado sin ganar las posiciones de centro, y consideran un error de cálculo cortejar a unos votantes que –señalan- siempre han votado disciplinadamente al PP, incluso cuando Aznar hablaba catalán en la intimidad o autorizaba conversaciones con el ‘movimiento de liberación vasco’.

2. Una apuesta rentable. Pero, ¿es de verdad un harakiri político? No todo el mundo lo tiene tan claro. Es verdad que hasta ahora tanto PP como PSOE han logrado sus mayorías en el centro. Sin embargo, algunos expertos en demoscopia detectan una creciente polarización ideológica en la sociedad española como efecto secundario de la crisis. De forma que, señalan, ese gran espacio de centro que hasta ahora era vital para alzarse con la mayoría se ha vuelto más estrecho y, por tanto, menos imprescindible. Además, apuntan, la radicalización del flanco conservador puede provocar a su vez una mayor movilización de la izquierda, de la que se beneficiaría sobre todo IU frente a un PSOE falto de energía y credibilidad. Bajo este prisma, el giro a la derecha sería el movimiento más rentable para los populares en este momento político.

3. Un golpe desde dentro. Tal vez Mariano Rajoy no teme tanto que el PP pierda el respaldo de los españoles de derechas como que los sectores más retro dentro del propio partido –Aznar, Esperanza Aguirre, Mayor Oreja, el propio Gallardón- puedan protagonizar una asonada interna para descabalgarlo del poder. No les faltaría el apoyo de algunos medios de comunicación que se la tienen jurada al presidente del PP desde 2004 y que nunca han dejado de trabajar por su derribo.

4. Escisión del PP por la derecha. Según han informado varios medios (el último el diario Público) ya se están produciendo movimientos por parte de algunos dirigentes del PP desencantados con Rajoy que podrían desembocar en el nacimiento de un nuevo partido político. Una formación que, aunque autodenominada de “centro-derecha”, daría respuesta a las exigencias de los núcleos más ultras del PP: defensa a ultranza de la unidad de España frente al independentismo catalán y política de mano dura en el País Vasco, con la ilegalización de formaciones nacionalistas como Bildu y la recuperación de la doctrina Parot.

5. El adelantamiento inesperado de UPyD. Precisamente, la formación que lidera Rosa Díez ha hecho de la unidad de España y su combate contra el nacionalismo el elemento más reconocible de su ideario político, muy ambiguo y escurridizo sobre otros asuntos de calado político. UPyD podría pescar un número considerable de apoyos en este caladero, tocando la fibra sensible de los núcleos más conservadores.

Contra esta teoría están quienes recuerdan que el ‘fenómeno UPyD’ es más demoscópico que real: es más fácil triunfar en las encuestas que en unas elecciones de verdad, ya que la formación apenas cuenta con más líderes potentes que la propia Díez y carece de una estructura territorial fuerte, excepto en Madrid.

6. Pérdida de apoyo de los círculos de poder que sostienen al PP. La amenaza aquí no se mediría tanto en pérdida de respaldo electoral como en la fuerte influencia que los círculos de poder cercanos a la Iglesia y el Opus Dei ejercen dentro del PP. Aunque sus posiciones ideológicas no sean las mayoritarias en el partido, su capacidad de presión es muy fuerte debido a su posición de liderazgo en círculos económicos y empresariales. Quienes defienden esta hipótesis recuerdan que en política no todo gira alrededor de los cálculos electorales, y menos cuando aún quedan dos años para la cita con las generales. Manda más la necesidad de respaldo –y financiación- de las cúpulas del poder.

7. Ninguna de las anteriores: es una cortina de humo. Según esta última hipótesis, el giro conservador del Gobierno tendría como objetivo principal desviar el debate en un momento de extrema debilidad de Rajoy a causa de las polémicas de Cataluña y los presos etarras. Además, la cacareada recuperación económica todavía no es más que una recreación virtual sustentada en abstractas magnitudes macroeconómicas que los ciudadanos están muy lejos de notar en su día a día. Pasada la tormenta nacionalista, y cuando las cifras de paro empiecen a bajar –pero de verdad- ya habrá tiempo, si es necesario, de suavizar los aspectos más polémicos de la ley del aborto durante su trámite parlamentario.

Es probable que tras el movimiento conservador del PP haya una mezcla de todos estos factores, o incluso habrá –y no le faltarán argumentos- quien directamente niegue la mayor: el PP no ha dado ningún giro a la derecha. Sólo está aplicando, como en la economía, la agenda oculta que siempre tuvo prevista para cuando llegara al poder. Es decir, que está haciendo exactamente lo que pensaba hacer. Según esta hipótesis, y quizá con cualquiera de las siete anteriores, Mariano Rajoy no actuaría por miedo a nada. Más bien al revés: los asustados debemos ser nosotros.

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