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Victoria pírrica de (IN)Maduro

Maduro tras su victoria

María Iglesias

El candidato chavista, Nicolás Maduro, ha ganado por la mínima en las elecciones venezolanas. Con el 50,6% de votos frente al 49,07% del opositor, Henrique Capriles. Por una diferencia de 234.935 votos (7.505.338 frente a 7.270.403). Y Capriles no reconoce su derrota hasta que se recuente el cien por cien de los comprobantes del voto que, en Venezuela, es electrónico.

Vaya por delante que tengo entendido que el sistema electoral venezolano es fiable y que, por ajustados que sean los resultados en cualquier comicio, el perdedor tiene que aceptarlos. No faltaba más.

Ahora bien, como ciudadana demócrata y de izquierdas me indigna y avergüenza el modo en el candidato Maduro ha llevado adelante la campaña electoral. Y, antes, se alzó con el poder provisional relevando al difunto presidente Chavez de forma anticonstitucional -con un nombramiento sancionado por el TC venezolano, pero que contravenía la norma, según la cual la presidencia recaería en el presidente del Parlamento, Diosdado Cabello, hasta los comicios. Ya me parecen mal “los dedazos”, como el de Rajoy a manos de Aznar. ¡Cuánto más si infringen la ley!

En democracia, las formas son fundamentales. Y si hablamos de formas esenciales (permítase el oxímoron), no podemos pasar por alto el infantilismo espiritista del pajarito reencarnación del comandante Chavez,pajarito reencarnación del comandante Chavez ni los chistecicos homófobos sobre la falta de novia conocida de Capriles, ni la exhibición en mítines de la compañera de Maduro, como si fuera un hermoso jarrón del salón, ni menos aún -si es posible una escala de horrores en la casa de idem- la amenaza de mantener el status quo por la fuerza militarstatus quo si el resultado electoral no fuera una victoria, siquiera pírrica como ésta.

Muy probablemente haya lectores que no compartan mi perspectiva. Pero yo soy una mujer de izquierdas de palabra, obra y procuro que poca omisión. Y como me espanta ser ciudadana gobernada por cargos que mezclan su fe privada con la gestión pública -tipo la Ministra de Trabajo, Fátima Báñez, que encomienda la reducción del paro a la Blanca Paloma (¡a vueltas con los pájaros!)-, y como me niego a que en nuestro país se den pasos atrás en la conquista de derechos gays (que son conquistas también para los hetero porque dignifican toda la sociedad) y aborrezco la homofobia ocurra en países lejanos que aplican la pena de muerte, o en la vecina Francia cuna de la Declaración de Derechos del Ciudadano donde agreden a parejas homo por ir agarrados del brazo; y como aún recuerdo con escalofrío el miedo de mis padres el 23-F aunque yo aún no tenía los 6 años que hoy tiene mi hija, y como no le debo a nadie el carné de izquierdista, quiero que conste en acta que no me gusta nada la forma de hacer política que ha representado el chavismo en esta campaña.

Ni la actitud de cierta izquierda española a la que le rechina que otros le hagamos la menor crítica a los chavistas. ¿Por qué no íbamos a hacerlo? Lo que está mal, mal está que lo haga la izquierda o la derecha, Agamenón o su porquero. Con la misma libertad con que cabe criticar errores del socialismo o comunismo patrios, es lícito afear conductas al izquierdismo internacional. Igual que siento más vínculo con cualquier víctima del capitalismo, sea de Caracas o Berlín, que con un responsable de la explotación aunque sea español; estoy más cerca de un demócrata de cualquier nacionalidad que de un totalitarista de país de izquierdas, sea Venezuela, Cuba o China -por no entrar en Corea.

Ni que decir tiene que estoy abierta a cambiar de criterio. Siempre que se me ofrezcan argumentos. Y no tengo por tales -ya lo siento- eso que he leído de que Vargas Llosa es contrario al chavismo porque los chavistas son pobres y feos mientras que los opositores son guapos y adinerados. A mí el simplismo paternalista no me aporta. Y como no lo quiero para mí tampoco lo creo digno de otros ciudadanos, incluidos -obvio- los venezolanos. Que el Gobierno de Chaves ha hecho políticas positivas de igualdad social, magnífico; que medios españoles han pasado años destacando la peor cara del chavismo por sus intereses empresariales, deleznable. Pero dejando eso claro, suscribo las palabras del artículo “Venezolanos... Chávez... ha muerto” que con motivo del deceso publicó Manuel Saco: “sin libertad, hasta la felicidad es sospechosa de fraude”.

A mí, la actuación de Maduro me ha parecido de inmadurez democrática, ideológica y política. Y lo importante es que se lo ha parecido al 49,07% de los votantes. Algo muy llamativo pues, aunque no haya habido fraude, la diferencia de medios en la campaña es abrumadora e innegable.

Visto lo cual, digo yo que el chavismo tendrá que reflexionar. Y, puestos a esperar, no vendría mal que también cavilara sobre qué conexión ha fallado entre el chavismo y tantos ciudadanos, el coro de este lado del Atlántico.

RUEGO A LA DIRECCIÓN DEL DIARIO: Regálese con este artículo un muñequito vudú con cara de la articulista para que los lectores en hondo desacuerdo con ella -llegando a considerarla “socialdemócrata redomada, blanduscona y formalista remilgada”- puedan transmitirle su discrepancia con toda intensidad.

No se descarta que ulteriores artículos logren la comunión Emisor-Receptor. En cuyo caso se podrá mimar al muñeco cual tamagochi de trapo. Lo seguro es que los textos jamás buscarán ni el rechazo, ni el aplauso, sino que trasladarán la opinión con honestidad plena.

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