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Desdeelsur es un espacio de expresión de opinión sobre y desde Andalucía. Un depósito de ideas para compartir y de reflexiones en las que participar

Antes de decir “te quiero” hay que decir “me quiero”

Uno de los juegos otome

Ana I. Bernal Triviño

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“El día que la mujer pueda amar con su fuerza y no con su debilidad,

no para huir de sí misma sino para encontrarse,

no para renunciar sino para afirmarse...

entonces el amor será una fuente de vida y no un mortal peligro“.

Simone de Beauvoir

Cuando llego a Roma,ver El Coliseo me produce un tremendo alivio. Siempre me han conmovido aquellas ruinas. Que después de terremotos, incendios y saqueos; de ser usado como cementerio, fábrica y refugio; de ser abandonado, de haber arrancado de cuajo sus piedras y ser expoliado para crear otros edificios... siga en pie. Con todas sus cicatrices.

Recuerdo esta sensación mientras veo los escaparates repletos de carteles de San Valentín, representación de ese amor romántico que nos han metido hasta el tuétano a las mujeres. Muchas vivirán esta efeméride con dolor porque nadie les diga un “te quiero”, sólo porque el hecho de no tener pareja las acompleje en una sociedad que estigmatiza lo que no considera aceptable a determinadas edades. Otras, aún peor, asumirán ese “e quiero” para que dentro de tres días las flores pasen a ser espinas, y las frases encantadoras sean humillaciones y reproches. Quizás, lo mejor sería que el día de San Valentín fuese una oportunidad no para festejar el “Te quiero”, sino el “Me quiero” como mandamiento máximo que jamás deberíamos de incumplir.

Durante décadas, a través de la cultura y la educación, nos han adoctrinado a las mujeres en una idea de amor equivocada, donde la entrega absoluta o el sufrimiento son parte del proceso, y donde incluso se puede morir por ello. El amor romántico confunde y distorsiona hasta crear una dependencia emocional que nos puede convertir en marionetas. Y cuando se llega ahí… empieza el riesgo. Porque dejas de quererte. Con todas sus consecuencias.

Somos nosotras a las que nos asesinan, maltratan y humillan sólo por nuestra condición, con el disfraz de un amor falso. Somos nosotras las que nos acostamos y despertamos en una sociedad patriarcal que normaliza la desigualdad, la cosificación o el acoso sexual, y donde las actitudes machistas que se perpetúan llevan a muchas mujeres a vivir con miedo y sufrimiento.

Aunque nos sepamos la teoría, lo complicado es la práctica. Por mucho que pensemos que nunca caeremos en ello, todas estamos en peligro. Porque todas podemos pasar por una mala situación personal, de mayor debilidad... justo cuando cualquier palabra de cariño es recibida como oxígeno puro, sin saber que en un futuro el recuerdo de aquella palabra te asfixiará.Cuando llegue ese momento, hay que asumir cuanto antes que las mentiras, las traiciones, los gritos, las exigencias, la humillación o el chantaje no tienen nada que ver con el amor. Solo si nos queremos a nosotras mismas, conservaremos nuestra dignidad y autoestima, sin opción a que la pisotee ningún hombre ni nos despoje de ella.

El precio a pagar por dejar de quererse, en manos de un agresor, es muy alto. En el caso de las asesinadas por sus compañeros, es más que evidente y doloroso. Pero, a veces, tengo la sensación de vivir en una sociedad que no es consciente de lo que le cuesta a una mujer salir de una situación de maltrato psicológico. Lo que cuesta que una mujer reconstruya lo que era por dentro, pieza a pieza, por haber querido a otra persona más que a ella misma. Ni siquiera una mujer es consciente porque entra en una espiral de miedo e indefensión y porque, paso a paso, se normalizan comportamientos a los que se siente incapaz de hacer frente. Porque para evitar más culpas y reproches, se opta por el silencio.

¿Se ha puesto alguien en la piel del día a día de las mujeres maltratadas? Hay cientos de retos diarios, a cada minuto. ¿Han pensado en la voluntad que supone levantarse, mirarse al espejo, arreglarse, trabajar, hacer las tareas de casa, preparar la comida, atender a las mascotas o las plantas, planificar las horas...?¿Saben del esfuerzo por reconstruir cientos de aspectos sutiles como,por ejemplo, la sonrisa? Sonreír requiere de un esfuerzo enorme, como si las comisuras se bloqueasen e impidiesen expandirse. También dormir sin pesadillas, ni ahogos, ni palpitaciones, ni con el eco de los gritos que parecían puñaladas. O el respirar tranquila, sin ansiedad, sin miedo. Hablo del miedo real, del que paraliza, bloquea, del que se agarra a los huesos y a la garganta, del que no deja capacidad de reacción.

A ello se suman esos pequeños objetos y escenarios que le identifican, a él. Enfrentarse a la ropa con la que él decía que estabas guapa. O a las calles, rincones, o mesas donde escuchaste las primeras palabras bonitas, donde te dijo que siempre te iba a querer, y donde luego empezaron las primeras mentiras... Decir “me quiero” antes de decir “te quiero” no es egoísta, por mucho que él te lo dijera y terminaras por creerlo. Tú... egoísta, justo quien se dejaba la vida en ello. Por eso dice Montse Barderi que “las personas maravillosas no es que amen demasiado. Es que aman de verdad”.

Creo que solo se es conscientede cuánto se destrozó, cuando toca recomponerse, cuando cada pequeño acto del día a día supone un reto inconmensurable. Veo los carteles de San Valentín y me vienen muchas mujeres a la memoria. Y también me brota la imagen del Coliseo, como un reflejo de resistencia ante cualquier adversidad. Aunque acabemos en ruinas, tenemos que resistir, por mucho que nos saqueen y quemen por dentro. Reconstruirnos piedra a piedra. Mostrar nuestras cicatrices. Y seguir en pie. Como la mejor respuesta a quien tanto dolor y humillación provocó.

Siempre hay que decir “me quiero” antes de decir “te quiero”.

Porque no hay que llorar ni morir de amor.

Porque el amor verdadero no hace daño ni deja morir.

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