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Cada cual con su estrategia

Antonio Maíllo será cabeza de lista de IU por Sevilla en las andaluzas de marzo

Ángela Cañal

Desde que comenzaron a oírse los tambores de adelanto electoral en Andalucía, se han escrito ríos de tinta para analizar desde todos los ángulos posibles las razones de la decisión de Susana Díaz: las razones sin más, las verdaderas razones, las razones ocultas y hasta las razones inconfesables. Hay quien está de acuerdo con sus argumentos -que la inestabilidad del pacto con IU era insostenible-, y otros apuntan a factores distintos, y no necesariamente excluyentes: que sus encuestas le dan bien si convoca ahora, que así se anticipa a la consolidación de Podemos en la comunidad, que coge a Moreno Bonilla en babia, que frena un alayazo contra los ex presidentes andaluces por los ERE, que es el primer paso de su marcha a Madrid, e incluso que ha puesto la fecha a gusto de la cigüeña. En definitiva, que el movimiento de Díaz ha sido medido, premeditado y estratégico.

Todas estas interpretaciones, ajustadas o no, son perfectamente legítimas. Pero si damos por bueno que en la convocatoria de las autonómicas han influido otros cálculos políticos, habrá que admitir también que otros partidos tuvieran igualmente trazada su propia hoja de ruta sobre el calendario, la que más les conviniera, lógicamente.

A Moreno Bonilla (PP), aunque a menudo se líe y pida cada día una cosa distinta, las elecciones le interesaban cuanto más tarde mejor. Para dar tiempo a que se recuperara la economía y, sobre todo, para que los andaluces empezaran a reconocerle por la calle y a llamarle Juanma. Y si acaso, como ha admitido en una entrevista, que fueran junto a las municipales, que son las que históricamente mejor se le dan aquí al PP.

A los andaluces de Podemos les venía bien un poquito más de tiempo para organizarse en la región, pero no demasiado, porque el fuerte de su estrategia política son las campañas relámpago -como en las europeas- y porque podrían acusar el desgaste que empieza a afectar a Pablo Iglesias y su equipo.

Y de la misma manera tendría su estrategia Izquierda Unida, la que considerara más conveniente para sus intereses electorales y la más acertada para su delicada situación interna. Y es absolutamente comprensible que así fuera. Quizá se entiende menos que se vea el tacticismo sólo en el ojo ajeno.

En Andalucía, IU ha dado la impresión paradójica de estar atrapada en su propia pinza: por un lado, los que quienes como Alberto Garzón o Julio Anguita llevan meses presionando -y recibiendo presiones de Podemos- para romper un acuerdo con el PSOE que consideraban perjudicial para su imagen. Por otro, la resistencia de otros dirigentes del partido a abandonar un gobierno que les daba una visibilidad y rendimiento político -la ley antidesahucios es un ejemplo- del que nunca habían disfrutado.

La solución salomónica a la que parece que llegó Antonio Maíllo, que a diferencia de Diego Valderas nunca se sintió cómodo compartiendo mesa con Susana Díaz, fue diseñar una ruptura del pacto por capítulos. Primero, distanciarse progresivamente de los socialistas, como se evidenció en su asamblea de diciembre, en la que se hizo un balance muy negativo del acuerdo y se anunció un referéndum en junio para estudiar su disolución. Con este movimiento, se conseguía amansar temporalmente a los líderes antipacto y al mismo tiempo tensionar a los militantes con el objetivo de sacar un buen resultado en las municipales. Una cita en la que Podemos plantea una amenaza algo menor, ya que acuden sin demasiado interés ni músculo, salvo en algunas grandes ciudades.

El último paso, ya en junio, sería convocar la consulta entre sus afiliados y dar por finiquitado el matrimonio, forzando una convocatoria anticipada de las elecciones. IU tenía así su propia estrategia, sólo que como se ha visto después era una estrategia de riesgo: primero porque era demasiado transparente, y segundo porque se apoyaba en la presunción de que Díaz les iba a dejar marcar el paso. La coalición se ha pasado de frenada y ha puesto sobre la mesa el argumentario para un divorcio que ha acabado siendo exprés. Pero que no necesariamente les perjudica: tal y como evolucionan las encuestas, un anticipo puede ser incluso beneficioso, al movilizar a sus bases contra el PSOE y darle menos tiempo a Podemos para crecer en Andalucía y devorar sus opciones electorales. IU ha querido cocinar una ruptura a fuego lento, sin pensar que había otros intereses sobre la mesa, y dando por hecho que tenía la sartén por el mango.

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