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Un general en las generales

El exJEMAD Julio Rodríguez critica el uso de las instituciones de "forma electoralista"

Javier Aroca

Retirado, por supuesto, sin derechos ni obligaciones militares inherentes a su oficio, como establece la Ley de la carrera militar; pero con todos los derechos como ciudadano, entre otros, el derecho a elegir y ser elegido y con algunas obligaciones, entre otras, también, defender ahora los derechos de todos sus conciudadanos, de acuerdo con su ideología, que eso también está consagrado en la Constitución. La reacción a la opción democrática de participar en unas elecciones por parte del general retirado Julio Rodríguez, no ha podido ser más mezquina; omito las del partido en cuyo gobierno, presidido por Zapatero, prestó un gran servicio, porque se comentan solas, pero no puedo pasar por alto las del gobierno.

El general Rodriguez, en aplicación de los articulo 114 y 115 de la ley citada, había solicitado su pase al retiro. El gobierno, supongo que a instancias del ministro Morenés, no ha tenido a bien esperar el curso de la solicitud. Se ha adelantado de manera mezquina, tratando con deshonor a un militar con una brillante hoja de servicios profesional y otra, no escrita, como demócrata comprometido con las libertades en los tiempos difíciles de asonada constante, arriesgando incluso su propia integridad física. El gobierno no ha actuado constituyéndose en eso, sino en comité electoral del PP y su vicepresidenta, una vez más, en portavoz del PP que no del gobierno de todos.

Alega el gobierno que el general Rodríguez ha faltado a su deber de neutralidad. Seguramente porque piensa que para neutral, su ministro de Defensa. Una idea de lo militar que no me extraña. No me sorprende en un país en donde militares en activo, oficiales del más alto rango, no en situación de pase a retiro, han protagonizado recientemente asonadas dialécticas contra el papel del ejército en una democracia o en donde oficiales sometidos a la disciplina militar celebran aniversarios golpistas, con paella incluida, en un establecimiento militar, y por tanto público. Tampoco me extraña en un país donde rodear al Congreso, véase el caso Molero, te cuesta cinco años de prisión y entrar en el Congreso con una metralleta, secuestrando la voluntad popular, en la mayoría de los casos, no llegó a tres años de cárcel.

Difícil lo tiene Julio Rodríguez, ahora le toca asumir el torrente crítico constante de su sospechosa inclinación bolivariana y sus compañeros, algunos, clamarán su falta de respeto a los valores e intereses endogámicos y estamentales, al falso sentido del patriotismo, basado en símbolos y llamadas a la sangre derramada y por derramar. Y, claro, la crítica a sus contradicciones.

“En el momento en el que vivimos es básico en el seno de la Alianza Atlántica, un reequilibrio entre las componentes americana, canadiense y la componente europea”. “Una organización como la OTAN que quiere ser relevante en el futuro, debe adaptarse a la nueva realidad”. Si esto lo dice el general Rodriguez, es un peligroso paso en favor de dejar la OTAN, pero claro, es que esas palabras no son de Julio sino de Javier Solana, secretario general de la OTAN, entonces. Sí, un socialista al frente de la Alianza Atlántica, de ese partido que dijo aquello que de entrada no a la OTAN. Fortalecer el pilar europeo de defensa, no es solo una opción política, sino una estrategia compartida por países como Alemania o Francia, y, algo más, está en los Tratados de la Unión Europea.

Este país no pita o pita muy poco, estamos en el pensamiento único, apenas hay espacio para la desviación de la ortodoxia establecida por unos pocos. Incluso si eres militar, solo puedes ser atlantista, como si eres político, solo bipartidista y adorador nocturno de la Transición, de su status quo y de una Constitución inamovible.

España, en el fondo, sigue siendo profundamente franquista, las reacciones del gobierno y de una parte de la oposición socialista así lo han puesto de manifiesto con el caso de este general que ha optado por hacer política, no “por otros medios”, como llaman a la guerra algunos teóricos militares del conflicto. Julio ha optado por hacer política por su medio natural, presentándose a unas elecciones. Mucho nos queda, los críticos de Julio deberían recordar, entre otras cosas, que en la cuna de la democracia moderna, Estados Unidos, ser o haber sido militar, es un punto que favorece tu cursus honorum, como lo fue en la República romana. Nadie en su sano juicio democrático criticaría, un poner, a Colin Powell, por ser militar y secretario de Estado.

Recuerdo un sucedido. Un militar de alto rango británico asistió a una recepción en la que estaba Margaret Thatcher, en plena guerra de Las Malvinas. Se presentó ante ella y se cuadró. Le espetó: no estoy de acuerdo con su excelencia por cómo ha llevado ese conflicto con Argentina, no requería una guerra. La premier le contestó: ¿y? El oficial respondió: señora primer ministro, no estoy de acuerdo por lo que ya nunca más la votaré en unas elecciones. Se cuadró y fuese. Nos queda mucho por aprender.

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