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Los 'indepes' andaluces

Bandera de Andalucía izada en el Parlamento de Andalucía.

Lourdes Lucio

Cada vez que el PSOE andaluz se ha encontrado en dificultades y ha visto amenazada su hegemonía política ha recurrido a la misma técnica: atarse al palo mayor del 28 de febrero, volver a la casilla de salida del referéndum de 1980 que permitió a Andalucía acceder a su autogobierno por la vía reservada exclusivamente para las consideradas nacionalidades históricas (Cataluña, País Vasco y Galicia).

En Andalucía, encontrar a un nacionalista es complicado, y más aún a un independentista. Alguno habrá, pero si esa opción política nunca ha encontrado eco se debe en parte a la habilidad, astucia y olfato del PSOE, con Rafael Escuredo como gran maestro, de ocupar ese espacio. Lo más parecido a un partido “indepe” andaluz es el PSOE.

Treinta y siete años después, Susana Díaz, la más españolista y con menos vocación autonómica de los cinco presidentes que ha tenido Andalucía, retoma ese camino.

Es el campo de juego que ha elegido para reinventarse, no pisar el terreno de su secretario general, Pedro Sánchez, y desmontar el hecho objetivo de que durante dos años ha estado más dedicada a escalar la cumbre del PSOE federal, por todas las rutas posibles, que al que le encomendaron los andaluces en las elecciones autonómicas de marzo de 2015.

Díaz dispone de menos de dos años para llevar al PSOE andaluz a un nuevo triunfo electoral y evitar pasar a la historia como la dirigente que lo dejó en la oposición. En los dos primeros años de la legislatura, la gestión de la Junta de Andalucía, la mayor empresa de la comunidad, ha funcionado por inercia y los problemas en la Sanidad y la Educación, pilares del Estado de bienestar, se han acrecentado generando una contestación social inédita hasta ahora.

En estas circunstancias, el Gobierno andaluz busca la solución mirando al exterior. Señala como culpable de todos sus males al Gobierno central del Partido Popular por las restricciones impuestas en materia del cumplimiento del déficit que, según cálculos de la Junta, significará una merma de 900 millones de euros en 2018 y 2019. También denuncia el modelo de financiación autonómica, caducado en 2013, por una supuesta merma de ingresos de 4.672 millones de euros. Y el “hachazo”, en palabras de la presidenta de la Junta, a las inversiones estatales.

Con estos datos en la coctelera, el pasado lunes, el secretario de Organización del PSOE andaluz, Juan Cornejo, advirtió: “Se avecina, salvando las distancias, otro 28 de febrero. Andalucía se va a ver obligada a defender sus intereses y que los andaluces tengan los mismos derechos y oportunidades que el resto de españoles”. Ese fue el primer mensaje.

El segundo llegó el martes por boca de la propia Díaz. En un desayuno organizado por la cadena SER, la presidenta de la Junta aseguró que ante el debate territorial no permitirá una España de dos velocidades, que estará vigilante siempre de “la conquista” del 28-F y que pondrá todo el esfuerzo colectivo en la defensa de Andalucía para garantizar los servicios públicos. Nada nuevo que no hayan dicho sus antecesores en otros momentos, aunque puso énfasis en la defensa de los ciudadanos, de las personas, en definitiva, de la igualdad, más que en los territorios.

La tercera voz la puso este miércoles el portavoz parlamentario socialista, Mario Jiménez, en el acto de homenaje a Blas Infante, al que el Parlamento andaluz considera “padre de la patria andaluza”. Dijo Jiménez: “Ni un paso atrás del 28-F”.

En el PSOE han leído el mensaje. Un dirigente lo traduce así: “Si tiene pico, plumas, es palmípedo y dice cuá es un pato. Es decir, vamos a sacar el banderón grande, la blanca y verde”. Muchos dudan del recorrido de esta operación, de que envolverse  una vez más en la bandera andaluza tenga el éxito indudable que tuvo en tiempos pretéritos, entre otros motivos, porque el Gobierno andaluz tenía un instrumento muy poderoso del que ahora carece, para sortear las épocas de asfixia financiera: las cajas de ahorros, presididas por socialistas, le facilitaban la financiación necesaria.

Las cajas han desaparecido y la Junta tiene que pedir dinero y permiso al Estado para hacer frente a sus necesidades. Tampoco existe la épica del 28-F y antes de esa fecha, la del 4 de diciembre de 1977, hace la friolera de 40 años, que sacó a millones de personas a la calle exigiendo pan, trabajo y libertad, sinónimo de la autonomía. Hoy los niños se manifiestan en clase para reclamar aire acondicionado y los adultos, en las calles, para exigir una sanidad pública de calidad. No hay tela en el banderón que envuelva esos boquetes.

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