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¿Nos estamos olvidando de los niños?

Las denuncias por violencia de género se incrementan en el primer semestre de 2017

Lucrecia Hevia

“Los niños pueden ser brutos y las niñas educadas”. “Se meten con mi amigo porque lleva una camiseta rosa”. “Niño, deja ese carrito que eso es de niñas”. “Todo el mundo sabe que las niñas no juegan al fútbol igual que los niños”. “Mi amigo quería venir con falda y al final le ha dado vergüenza”. Parecen lugares comunes, pero son frases reales. Escuchadas en diferentes escenarios con protagonistas infantiles. En España. Siglo XXI. Certifican que tenemos que seguir trabajando en igualdad, sin duda. Porque avanzamos pero no al ritmo al que a muchas y muchos nos gustaría. Prueba de ello es la respuesta virulenta del nuevo machismo. Se rearman, luego avanzamos. Certifican que, al tiempo que peleamos día a día, y con dificultades, en empoderar a las niñas, quizás, y sólo quizás, estamos olvidando un poco a los niños en este capítulo.

Porque esos niños son los que tendrán que crecer y trabajar por la igualdad, que corresponsabilizarse de la vida con sus parejas, que respetar y respetarse. Serán los que expresen sus sentimientos con esfuerzo y libertad, sin la losa del “los chicos son los fuertes”. Serán los que se permitan ser débiles. Ellos serán los que hablen con igual respeto y conocimiento de Velázquez o de Sofonisba Anguisola, de Gandhi o de María Zambrano. Los que se escandalicen cuando alguien mande a fregar a una mujer por ser mujer. Los que hayan aprendido a cuidar. Serán algunos de los que tengan que afear al que se permite tocarle el culo a una chica en el autobús, en el metro o en una bulla porque sí. Que se pregunten por qué hay hombres que se sienten con derecho de abusar de menores. Serán los que no entiendan cómo cinco jóvenes se sienten con autoridad y derecho a acorralar a una chica en un portal y violarla entre todos, así, porque pueden.

Serán esos niños que no crezcan con la superioridad y el privilegio en sangre, ese privilegio que, como dice la economista Lina Gálvez, “resulta tan difícil de abandonar”. Porque la superioridad es una dolencia que, lejos de ser catalogada entre las raras, es tan generalizada como la gripe. ¿Estacional? Puede ser. Aunque parece que puede instalarse en los cuerpos receptivos en cualquier época del año. Los expertos afirman que tiene pinta de quiste, aún así debe ser poco visible porque es difícil ver dónde se ubica. Los que son visibles son los síntomas. “Yo soy mejor y eso me da derecho a todo”. Es el quiste raza superior.

El concepto como tal se acuñó en el siglo XIX, pero como muchas otras dolencias y enfermedades ha existido siempre. La Europa colonial sobre los pueblos colonizados, lo nazis sobre los judíos y todos los demás, los supremacistas blancos sobre los negros, … el patriarcado sobre las mujeres. Así que nos toca enseñar a nuestros niños a inmunizarse de ese quiste de la superioridad. No olvidarlos. Para que no quede ni uno solo que justifique el control a su pareja, que no haya menores como autores de violencia de género. Que no la justifiquen nunca. Enseñarles que pueden ser otros hombres, que hay otros hombres. Enseñarles que pueden ser hombres mejores. Hombres feministas. Hombres que luchen codo a codo con las mujeres. Que caminen convencidos de que cada día queda un poco menos.

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