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Un debate a dos más uno

Moreno y Díaz intercambian reproches por el paro, Maíllo lo ve "pim pam pum"

Lucrecia Hevia / Olga Granado

El marco, encorsetado en tiempos y en réplica. El debate, a tres, o dos más uno. Susana Díaz (PSOE), solvente y con un contrincante claro: Mariano Rajoy y el Gobierno de España. Juan Manuel Moreno, con un formato muy americano apoyándose en cuadros y gráficos, interpelando a su enemigo a batir, Susana Díaz, e ignorando al líder de IU. Antonio Maíllo (IU), convincente, buscando el hueco con alusiones a los dos partidos mayoritarios, y con un discurso en ocasiones solitario.

Cada uno ha apuntalado sus mensajes. Díaz, el del “otro modelo es posible” “pese a los recortes de Rajoy”. Moreno, su “cambio tranquilo” y, de nuevo, apelando al “voto útil”. Y Maíllo, el de los “cambios estructurales” y la “evaluación” de las políticas.

Cada uno en su relato: Díaz, la hija de fontaneros y resultado de la escuela pública; Moreno, hijo de emigrantes, lo nuevo. Maíllo, el hombre cercano a lo que pasa en la calle y, no sin cierta sorna, se identificó como “becario”. Como es lógico, el blanco de la mayoría de los ataques ha sido principalmente la presidenta -el que gobierna suele ser el más criticable- y el ataque le correspondía a Moreno y a Maíllo una vez fuera del Gobierno. El papel de Maíllo ha sido algo más complejo porque ha tenido que defender su gestión de Gobierno y su espacio en el propio debate.

Desde el primer momento, la candidata socialista a la Junta de Andalucía ha dejado claro quién es su enemigo. De hecho, ha tardado en mencionar a Juan Manuel Moreno como representante del PP en Andalucía, refiriéndose a  “la derecha” en general y a las políticas de Mariano Rajoy como “el otro modelo”. Una estrategia, la de obviar a Moreno, que lleva manteniendo a lo largo de la precampaña y de la recién empezada campaña electoral. “Hay dos modelos, el de Rajoy y el de Andalucía”, aseguraba la ahora presidenta. Y, en contraposición a lo que ella llama el modelo Rajoy ha hablado de “recuperación con justicia”. A los ataques de Moreno sobre la elevada tasa de paro en la región (un 35%), Díaz ha renococido el “paro estructural” y ha hecho memoria para recordar los datos en los que se movía la comunidad autónoma hace 30 años (77 km de autovía o la bajísima alfabetización, entre otros). Y a las acusaciones de recortes o ineficacia, la socialista ha contestado llevando de nuevo el problema a la categoría de problema nacional, como en el caso de la emigración joven.

De la corrupción se ha defendido con “listas electorales sin imputados” (“¿lleva usted imputados en sus listas señor Moreno?”), y desde el terreno personal, un territorio en el que se mueve con soltura. Ha defendido la transparencia de las cuentas y las medidas adoptadas para conseguirla por los socialistas y ha personalizado dicha transparencia en su declaración de la renta de los dos últimos años y la de su marido, y ha repetido la frase que tantas veces se le ha escuchado en otras ocasiones: “me repugna la corrupción”.En este apartado ha reprochado a Maíllo que dijese “que estaba en un Gobierno de personas honestas” hasta ahora, y que “ahora no lo defienda”.

Díaz también ha utilizado su relato personal para introducir el tercer bloque dedicado a políticas sociales, donde se la ha visto más cómoda que en los dos anteriores y donde ha

Juan Manuel Moreno ha querido convertir a Antonio Maíllo en convidado de piedra del debate sin dirigirse a él en ingún momento como, por otro lado, ha intentado durante toda la legislatura común de PSOE e IU. En el primer bloque, el tema del empleo ha servido de terreno de ataque para Moreno. Moreno ha querido ligar la gestión de Susana Díaz a la trayectoria de sus antecesores (Griñán y Chaves). De hecho, ha mencionado hasta cuatro “padrinos políticos” de Díaz sumando a Viera y Zapatero en la lista a lo largo del debate.Y los ha ligado al tema de la corrupción asegurando que ha sido Andalucía “donde más problemas de corrupción hemos tenido”. Sin embargo, el debate de ha enredado en este asunto. Posiblemente ha sido la parte del debate más encendida. Las tramas de corrupción que salpican al partido popular han puesto difícil al líder del PP andaluz el rifirafe, que ha asegurado que no lleva imputados en sus listas. De hecho, ha sido Maíllo el que ha cortado de algún modo la cuestión repartiendo críticas a ambos con un “Señor Moreno, sus listas son un rally de imputados” y recordando a Díaz el asunto de la imputación de Chaves y Griñán en el Congreso, y “la doble vara de medir” a la hora de “pedir responsabilidades”.

Moreno no ha querido dejar pasar la oportunidad de reprochar a Díaz que “esté con la cabeza en otro sitio”, refieriéndose a la política nacional. “Hace falta saber gestionar, tener las cuentas ordenadas”, ha dicho el líder popular, aspectos con los que el Partido Popular quiere que se les identifique. En el terreno de políticas sociales, el líder popular ha utilizado como armas un libro de texto desvencijado y una fotografía de las urgencias. Mientras Susana Díaz, una vez más, esgrimía diferencias de atención con comunidades autónomas gobernadas por el PP como Murcia y Castilla La Mancha, y Andalucía.

Antonio Maíllo se ha mostrado didáctico, como maestro que es: “hay que sacar conclusiones de los aprendizajes de la década pasada”. Es más, la palabra “lecciones” la ha utilizado varias veces. Ha sacado pecho de la presencia de IU en el gobierno (“nosotros hicimos los deberes”) y ha intentado romper, sin mucho éxito, el debate a dos interpelando a PP y PSOE de forma conjunta (“ustedes no son tan diferentes”). Los cambios estructurales o la Banca Pública como instrumento vertebrador de los cambios han sostenido sus palabras. En el terreno de la corrupción ha preferido no ir tanto a los casos concretos si no hablar del “origen de la corrupción”, que él describe como “la complicidad entre el poder económico y político” que favorece las situaciones de corrupción.

Sin embargo, la nula respuesta por parte de Moreno a sus interpelaciones, la escasa de Díaz, que se ha dirigido al líder de IU en contadas ocasiones durante la hora y media, y la rigidez del formato han puesto en una situación complicada a Antonio Maíllo. Sus palabras han parecido discurrir por otros derroteros, sobre todo al principio del debate, mejorando su posición al avanzar la noche. De hecho, ha intentando poner sobre la mesa temas como el Tratado de Libre Comercio de la Unión Europea que no han encontrado ningún eco en sus contrincantes. Ha tenido un discurso convicente pero más aparatoso y por eso, en ocasiones, poco eficaz por la falta de algunos mensajes directos.

No ha faltado el aderezo de las descalificaciones personales, aunque no muchas (Moreno aludiendo en varias ocasiones a la “soberbia” de Susana Díaz), ni de la ironía (Maíllo a Moreno: “No entiendo como es de derechas siendo hijo de emigrantes”; el comentario de Díaz ante unas cifras de Moreno: “¿El cálculo lo ha hecho mental o con calculadora?” o “Yo cuando el señor Moreno habla de corrupción le escucho atentamente porque de esto sabe mucho”).

Ni han faltado las promesas electorales. El profesorado de refuerzo, el código ético de altos cargos públicos, la comisión permanente en el parlamento para velar sobre la ética o las  subvenciones a empresas que tengan fijación en el territorio de IU; el Plan de Infraestructuras sanitarias, el Plan renove para autónomos, el fin del impuesto de donaciones, la bajada de impuestos o el medio millón de empleos del PP; o la rebaja de impuestos, la inversión en investigación y reindustrialización, el blindaje de los servicios públicos o los planes de empleo del PSOE.

Ahora se abre el debate sobre quién habrá ganado el debate. Es seguro que algo han ganado los candidatos del PP e IU con la televisión pública como escaparate: visibilidad. La otra victoria, la de las urnas, tiene una sola respuesta el 22 de marzo

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