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Historias olvidadas del turismo de récord

Los partidos no ven riesgo de 'turismofobia' en Andalucía pero piden mejorar las condiciones laborales en el sector

Julián Moreno y Nacho Molina

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Poner en cuestión el actual modelo de turismo es calificado como ‘turismofobia’. Pero poner en cuestión este modelo es fijarse en nuestra realidad más cercana y conocer sus consecuencias, conocer la historia de miles de personas, de miles de casos reales que sufren estas consecuencias.

Miguel terminó hace tres años el Grado en Relaciones Laborales en la Universidad de Sevilla. Desde entonces ha intentado sobrevivir laboralmente. Ya sabéis, trabajos precarios y con contratos de duración ínfima: dos días, una semana, quizás un mes. Este verano recibió la mejor propuesta de trabajo hasta la fecha: un restaurante de la ciudad lo contrataba desde el 15 de junio hasta el 15 de septiembre. Tres meses.

Atendía una terraza de 22 mesas, desde la una de la tarde hasta medianoche. Once horas. Descansa los lunes. Toda la terraza para él. Sin embargo, el contrato oficial es de cuatro horas. ¿Y si hubieses aparecido la Inspección de Trabajo? Pues tenía órdenes de explicar que se encontraba en ese momento en ese tramo de horas parciales. Su sueldo rondaba los 750€ al mes. Una simple cuenta nos arroja un dato demoledor: ganaba menos de tres euros por cada hora de trabajo.

Rosario es otro caso real. Lleva mucho tiempo trabajando en hoteles y es una orgullosa y combativa “Kelly”. Fue despedida en un ERE de un conocido hotel sevillano, aprovechando las facilidades dadas por las reformas laborales del PP y del PSOE para descolgar las plantillas de los convenios y aligerarlas en “previsión de perdidas”.

Vuelven los turistas y, ahora, ella ha vuelto al mismo hotel, pero contratada por una empresa externa de “servicios”. ‘Outsourcing’ se llama la práctica. El hotel contrata más barato, mucho más, además la empresa externa se lleva su mordida, por lo que al final Rosario curra por menos dinero todavía que Miguel.

También es real el caso de Pepa que, desde que hace 12 años se viniera de Barbate a Sevilla para estudiar, ha vivido siempre en la plaza de San Marcos. Desde hacía tres años pagaba de alquiler 600 euros por un piso compartido con una amiga. Pero este año, tras finalizar el contrato, su casero le ha dicho que no le renueva, ya que va a dedicarlo a alquiler turístico. Pepa no ha encontrado ningún alojamiento en su barrio de siempre, ya que las cifras se han duplicado en los últimos años y su sueldo de 900 euros al mes no le alcanza. Buscó durante meses por barrios aledaños como San Julián, Leon XIII o Miraflores, pero tampoco encontró nada que se pudiera permitir. Y sigue buscando piso, ¿lo encontrará?

¿Turismofobia?

Hablar de turismofobia tiene mucho que ver con intentar preservar a toda costa esa gallina de los huevos de oro que es el actual modelo turístico.

Tienen sus motivos. Sevilla, junto a otras numerosas ciudades del Estado, tiene colgado el cartel de “completo” desde hace varios años. No cabe nadie más. A esa realidad de números extraordinarios del sector turístico, donde los empresarios del sector no paran de acumular beneficios, se unen otras  muy diferentes. No sólo es la baja calidad del empleo, casi en condiciones de semi esclavitud, son los efectos negativos que está provocando en el uso social de la vivienda y en las relaciones vecinales.

Fomentar el alquiler masivo de viviendas turísticas está provocando numerosos problemas: están expulsando del centro de las ciudades al vecindario de toda la vida y acabando así con la vida de barrio. La especulación con los alquileres de viviendas impide el acceso a la misma a muchas familias que no pueden asumir esta escalada constante de precios. A eso, además, se une la invasión de las franquicias de las multinacionales, que desplazan al comercio tradicional del centro de las ciudades.

Por otro lado, las arcas públicas también sufren las consecuencias por el coste de mantener todos los servicios municipales (que deben ser utilizados con una mayor intensidad y frecuencia), todas las infraestructuras y nuestro patrimonio histórico, cultural, artístico y natural.

Para cerrar el argumentario de que sólo el afán de acumulación de capital mueve los intereses del sector, dos datos. Primero, la necesidad de implementar –como en otras muchas ciudades europeas- una tasa turística para aliviar las cuentas municipales del esfuerzo económico que supone atender esa masa de visitantes año tras año. Una propuesta que desde hace dos años Participa Sevilla viene haciendo (y volverá a hacer). Inicialmente, esta propuesta contó con el rechazo de la Junta y del PSOE en la Alcaldía. El alcalde y la propia Junta de Andalucía, sin embargo, pareciera que ahora, muy tímidamente, quieren reabrir el debate. El PP, del lado de siempre, en contra.

El otro dato: Susana Díaz, en la última edición de FITUR, hizo un alegato para “mejorar la fiscalidad del sector”. O sea, bajar el IVA, pero de sus trabajador@s ni mu. Sin comentarios.

No mucho más. O quizás sí, porque el afán de mantener limpio, ordenado, conservado y seguro, ese escenario de turismo masivo ha traído un evidente menoscabo de los barrios periféricos –donde vive la inmensa mayoría de la población. Se limpian menos, se invierte menos en ellos y se cuidan menos. No son turísticamente rentables, deben pensar. Pero los barrios también son Sevilla. Sevilla son sus barrios, como decían en campaña.

Es el modelo turístico lo que nos tiene en esta situación. Un modelo especulativo, alejado de los intereses colectivos, centrado en la acumulación de riqueza. Pero para unos cuantos. Por eso tenemos que transitar, antes de que esta burbuja, otra más, nos estalle de nuevo en la cara, a un modelo sostenible, con participación de la ciudadanía y cuyos beneficios sean también sociales y se extiendan por toda la ciudad.

Sevilla siempre va a ser un referente turístico mundial. Tengamos visión de futuro, alejémonos del cortoplacismo y hagamos que esa parte importantísima de nuestra economía local se convierta, de verdad, en una propuesta para la ciudad que nos permita conjugar la economía con los intereses de nuestra ciudadanía. No sólo con el capital. Que nunca más tengamos que volver a hablar de los casos reales de Miguel, Rosario y Pepa. Sevilla no debe rechazar a ninguna persona, todas son bienvenidas.

Julián Moreno, concejal de Participa Sevilla

Nacho Molina, secretario de Organización de Podemos Andalucía

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