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La campaña del arroz, entre amenazas como la PAC, las importaciones y el dragado

Campos de arroz anegados para la siembra.

Juan Miguel Baquero

El cultivo de arroz representa un motor económico con presencia en diez comunidades autónomas y más de 105.000 hectáreas puestas en cultivo. Ahora ha empezado la campaña de siega del arroz y se enfrenta a amenazas que le auguran un complicado futuro. De este modo, un cereal en el que España en la segunda potencia productora de la Unión Europea, sólo superada por Italia, tiene por delante cuestiones sin resolver que van desde el uso de las cuencas fluviales y humedales a las plagas, pasando por las crecientes exportaciones de países extracomunitarios o la propia reforma de la Política Agraria Común (PAC) que aún está en negociación. Incluso, ya en Andalucía, la propuesta de dragado del río Guadalquivir.

De las aproximadas 180 millones de hectáreas cultivadas en el mundo, más de un 90% se sitúan en Asia. Europa, pese a sus 475.000 hectáreas y 3,2 millones de toneladas, es deficitaria. Con dos únicas salvedades: Italia, con más del 50% de la superficie total comunitaria, y España, con más del 20%, son excedentarias. En cuanto a la producción, Italia se queda en ese mismo porcentaje mientras que España sube hasta más del 30%, debido al mayor rendimiento agronómico.

En España se concentra en cinco comunidades autónomas: Andalucía (cerca de 39.500 hectáreas), Cataluña (unas 21.000), Extremadura (más de 20.000), Comunidad Valenciana (no llega a 14.500) y Aragón (algo más de 12.000). También se cultiva, aunque de manera casi testimonial, en Navarra (1.580 hectáreas), Murcia (400), Castilla-La Mancha (370), La Rioja (75) e Islas Baleares (50).

La amenaza del dragado

En Andalucía, los arrozales tienen presencia en tres provincias: Sevilla, que se presenta como cabecera nacional con sus 36.500 hectáreas; Cádiz, que suma casi 3.000; y Huelva, que aporta unas decenas más. La importancia del río Guadalquivir es crucial, y es el uso y control del agua una de las principales amenazas al sector, con el foco de las cuestiones pendientes puesto de manera enfática en el dragado en profundidad propuesto por el Puerto de Sevilla, y al que se oponen arroceros, asociaciones ecologistas y Consejo de Participación de Doñana.

Mientras, las administraciones implicadas navegan en el río revuelto del teórico beneficio económico y laboral que traería la obra a la capital hispalense, y la defensa de un motor productivo que esgrime como realidades 320.000 toneladas de cereal cosechadas la pasada campaña para un rendimiento total de 160 millones de euros y unas 400.000 peonadas directas, según la Federación de Arroceros de Sevilla.

Su presidente, Julián Borja, expone sus “serias dudas” de que esta obra “se realice alguna vez”. Para el cultivo, sostiene, “sería la hecatombe” si antes no se lleva a cabo “el proyecto de modernización de riego” que pasaría por el uso del Canal del Bajo Guadalquivir para traer recursos hídricos desde Peñaflor a La Puebla del Río con un coste estimado de unos 180 millones de euros “para desvincularnos del río y dar solución a más de 36.000 hectáreas de arroz”. Sin esta solución, manifiesta, los arroceros “no vamos a permitir el dragado”.

Aumentan las importaciones

Es la mayor amenaza para los arrozales. Pero no la única. Hay que sumarle el control de las plagas propias del cultivo, que en áreas sensibles en materia medioambiental como suelen ser los humedales característicos de este regadío, en este caso Doñana, requiere una especial atención a los productos químicos usados.

Otra cuestión pantanosa será la próxima reforma de la PAC, que supondrá un lastre por la pérdida de renta para el sector agrario nacional tras la incorporación de otros países y la propuesta europea de un ajuste de 1.471 millones de euros en los pagos directos a los agricultores.

Por otro lado, la exportación de arroz desde España, que se ciñe casi en exclusiva al mercado comunitario, se está viendo afectada de manera creciente por las importaciones provenientes de otros continentes, lo que hace también mella en las cotizaciones de cereales en el mercado internacional, que continúan a la baja. Y todo, en un ejercicio agrícola convertido en motor económico de varias comunidades autónomas, que presume de una de las mayores productividades a nivel mundial –alcanzando incluso los 9.500 kilos por hectárea- y a nivel andaluz de acoger a otros sectores como el pesquero e industrias auxiliares derivadas (en especial el cangrejo rojo americano) o de ser el “granero” fuente de alimento de las aves de Doñana.

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