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Cuando el pescador se queda en tierra...

Pescadores en Barbate (Cádiz)

Francisco J. Jiménez

Llueve sobre Barbate, el viento sopla fuerte y los barcos hoy tampoco podrán salir a faenar. Los pescadores de la zona miran al cielo y piden que les cambie la suerte para frenar la caída de un año pésimo en el sector. Ya queda menos para el verano, la época en la que la economía local repunta, pero mientras tanto hay que sobrevivir como se pueda.

Alfonso Reyes lleva más de 40 años viviendo del mar. Ahora es el patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Barbate, pero él se siente simplemente un pescador más y sufre y padece como los demás, pero con la ventaja de poder defender a sus compañeros y pelear contra las injusticias.

En nada se diferencia del resto cuando las condiciones climatológicas se ponen en contra y no oculta el drama que supone no poder trabajar. Las pérdidas se pueden calcular entre 300 y 1.000 euros al día. “La climatología es un miembro más de nuestra actividad del sector pesquero. Lo he vivido durante 40 años y te ves obligado a trabajar en condiciones que no son las idóneas y ahí las averías son habituales. La semana pasada, sin ir más lejos, hubo poca pesca por el temporal que había, pero tuvimos que salir algunos días para no perder más de la cuenta y lo hicimos en condiciones infrahumanas, con un viento de 23 ó 24 nudos y un oleaje tremendo. Estamos atravesando una situación mala y nos vemos obligados a ello”.

Alfonso ha vivido de todo en la mar y, al menos, puede celebrar que el último temporal no se haya cobrado ninguna vida. “Esto afecta mucho porque las criaturas tienen que ir al mar, ya que dependemos de ello. Los barcos pequeños no salen y un catamarán de los que han salido a faenar está en el varadero. Gracias a Dios no hay heridos, que es lo último, pero sí daños materiales. Te terminas dando cuenta de que no merece la pena tanto sacrificio porque lo que vendes por un lado, se lo tienes que echar al barco por las averías que provoca el mal tiempo. Todo esto va en detrimento de la empresa y siempre con la cosa de que no pase una desgracia”.

Tradición familiar

Pero la pesca es algo que se lleva en la sangre. Sus abuelos fueron pescadores, también lo fue su padre y ahora su hijo ha tomado el testigo. Nada que ver con una maldición... “Es verdad que es una vida muy sacrificada, ya lo sabemos, pero si tienes la posibilidad de tener tu barco es mejor eso que trabajar para otro. Yo me dedico a esto por tradición familiar, aunque en su momento me planteé dedicarme al comercio. Mi hijo ha elegido esto y yo le apoyo. Ahora, por desgracia, ya no podemos faenar en Marruecos y no se pasan tantos días fuera de casa. Eso era muy sacrificado porque te pasabas buena parte de la semana sin ver a tu gente, aunque también era bueno para el negocio”.

Por si fuera poco lo de luchar contra los elementos, los pescadores de Barbate también tienen que pelear para poder faenar en los caladeros marroquíes, un problema más en un sector plagado de pesadillas: “Ya llevamos mucho tiempo esperando una respuesta de los políticos. No podemos seguir con esta incertidumbre porque teóricamente se aprobó un acuerdo a finales del año pasado para que pudiéramos faenar, pero está todo a expensas de la firma del rey de Marruecos, Mohamed VI. Si no se aclara pronto tendremos que tomar alguna medida de protesta”.

“Éste ha sido un año desastroso. De la mar no hay quien sepa. El año pasado el boquerón fue grande en el tamaño y este año no. Esto es algo que incide en el precio. Estamos a más de un 60 por ciento de pérdida porque el tiempo no ha acompañado”, se lamenta el barbateño, pensando en voz alta.

Cuando el tiempo no le permite salir a la mar, siempre tiene algo a lo que dedicarse... “No soy de los que lo pasan mal cuando no están en el trabajo porque tengo experiencia y ya sé que hay que tener paciencia. Si hace mal tiempo, se aprovecha para arreglar los enseres, las redes... Siempre hay algo”.

“Lo que comemos aquí es lo que no quiere el japonés”

Ahora llega la época de la almadraba. En este pueblo de 22.000 habitantes y con el paro como denominador común, la almadraba equivale a un alivio para rebajar al menos por algunos días la cifra de desempleados. “Estamos hablando de que se pueden generar unos 200 puestos de trabajo, pero hay que tener en cuenta que son armadores de empresas multinacionales y casi todo lo que se produce está vendido para el mercado japonés. Lo que comemos aquí es lo que no quiere el japonés; para ellos es un artículo de lujo. Aunque siempre hay un porcentaje reservado para la pesca nacional”.

El atún es el pata negra, pero el boquerón es el producto estrella a nivel local. Y se acerca el momento de levantar cabeza gracias a este regalo que trae el mar. “Por suerte tenemos los meses de verano que ahí es donde se vende lo máximo para que cunda el resto del año”, explica aliviado el pescador. Del boquerón de Cádiz resalta que “debería hacerse sobre él un estudio científico profundo porque tiene una calidad enorme. Habría que valorar el plancton que come. La biología no valora lo suficiente lo que hay en nuestras aguas. Aquí se come un pescado de mucha calidad, nada que ver con lo que se vende por ahí procedente de piscifactorías. Ese pescado engordado artificialmente que no sabemos ni su procedencia, por más que lo intenten explicar en las etiquetas”.

“Espero que todo haya quedado claro”, subraya Alfonso Reyes, al que el cargo no le hace perder la humildad. Celebra que las previsiones meteorológicas sean buenas para los próximos días porque “no hay mal que cien años dure”. Pero sí hay cuerpos que lo resisten. Y son de pescadores.

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