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De la Universidad al extranjero: “En España, el futuro es negro”

Ana Fernández, estudiante de Derecho-Lade en la Universidad de Granada.

Ángeles Huertas

No se quieren marchar al extranjero, pero saben que tendrán que hacerlo. Carmen Martín, estudiante de Bioquímica, se acaba de estrenar como universitaria y para Ana Fernández, en la doble licenciatura de Derecho-LADE (Licenciatura en Administración y Dirección de Empresas), es su séptimo año. Las dos son buenas estudiantes y ambas han optado por titulaciones nuevas de la Universidad de Granada que, en principio, tendrían mayor proyección. Sin embargo, cuando se les pregunta qué harán al terminar sus estudios, la respuesta es la misma: “Marcharme, porque aquí en España el futuro es negro”.

Formar a cada uno de los universitarios españoles cuesta al Estado, según la valoración realizada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), una media de 64.000 euros. El pago de la matrícula, según afirmaron los responsables universitarios en la última reunión de la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE), sólo supone entre un 10% y un 15% del total.

Ana y Carmen formarán parte dentro de unos años del grupo de universitarios españoles que abandonan su tierra por necesidad. Mientras tanto, cada día acuden a las aulas de la Universidad granadina “con ilusión, que dicen que es lo último que se pierde”, explica Carmen, quien con la experiencia escasa de un mes como universitaria considera que “sobre el papel todo parece muy bonito, con muchas salidas laborales, pero luego la realidad es diferente”.

La investigación, dice, puede ser una opción para ella, “¿pero cuántas plazas hay?”. La rama de la neuroquímica es aún un sueño, aunque “tengo claro que de ser así, he de irme fuera y ya no hablo de Europa, sino a Asia o América del Norte, donde dicen que hay trabajo para nosotros”. Carmen es, según ella misma se define, “realista, porque ya sabía a lo que me enfrentaba cuando me decidí por una carrera universitaria”.

Muchos de sus compañeros de instituto, afirma, “se han ido a módulos de Formación Profesional”. Y es que en la Universidad de Granada en los últimos diez años hay cerca de 5.000 estudiantes menos de Grado. “Es caro, la matrícula ha rondado los mil euros y cada día tengo que venir en autobús desde el pueblo en el que vivo”. Además, las clases y las prácticas hacen incompatible comer en casa, “así que muchos días me quedo aquí”. Carmen tiene una hermana un año mayor (20 años) que estudia en la Universidad de Málaga. Los gastos en casa ahora son importantes. “Pero nuestros padres siempre nos han animado a estudiar una carrera”, apostilla. La Universidad, aclara, “no es tan difícil como la pintan, los profesores parecen cercanos y hay buen ambiente entre los 50 estudiantes que estamos en clase”.

Siete años en las aulas

En casa de Ana Fernández las cosas pronto serán iguales. “Tengo un hermano que ahora mismo está en el instituto, pero que llegará también a la universidad”, dice. Este es el séptimo año de estudios universitarios para la futura licenciada en Derecho-LADE, una doble titulación de seis años de duración (según el plan antiguo) y que en principio facilita la entrada al mercado laboral. “Bueno, eso era antes, cuando empecé”, se queja. “Tengo muchas ganas de acabar y aún conservo la ilusión; si cabe tengo más, pero también sé que aquí no voy a encontrar nada”.

Con 23 años y una formación académica envidiable, esta granadina es consciente “de que las cosas han cambiado. Hace siete años pensaba que a lo mejor, si no en Granada, en Málaga o en Madrid podría encontrar trabajo. Ahora tengo claro que cuando termine me pongo fuerte con los idiomas y a emigrar”. “No quiero, que conste”, se queja, “para mí sería muy importante poder quedarme, pero ya me he concienciado”.

Ana, además, cuenta con el peso de tres años de relación sentimental. “Ya lo hemos hablado”, explica, “mi novio terminó hace un año Empresariales y está ocupado en el negocio familiar, pero tenemos claro que cuando yo acabe nos iremos donde podamos trabajar los dos. ¿Qué hacemos aquí?”. Mientras esto llega, pasa los días entre la Facultad de Derecho y la de Económicas, “comiendo casi siempre cosas traídas de casa o en los comedores por 3,50 euros, más el autobús. Un dineral, vamos”. La que sin duda llegará a abogada-economista le gustaría dedicarse a la banca “y los profesores te animan”, pero probablemente, como muchas chicas de su edad, lo haga muy lejos de casa.

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